Según lo que ha trascendido sobre los preparativos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para su XXII Asamblea Nacional del próximo 18 de agosto y de acuerdo como se están conduciendo públicamente sus presidenciables, puede darse como un hecho que el favorito de Enrique Peña Nieto es el secretario de Hacienda, José Antonio Meade.

Ya de “tapado” Meade sólo tiene el famoso candado que se aprobó en el sexenio de Ernesto Zedillo y que, de no romperse el próximo mes, le impediría ser “el bueno”, por no cumplir con los diez años de militancia que exigen los actuales estatutos del tricolor.

Así es de que no hay que darle más vueltas: si Peña y su gran amigo Luis Videgaray logran imponerse y modifican el estatuto, como propone el borrador que ya tiene en su escritorio el dirigente nacional del PRI, Enrique Ochoa Reza, el titular de Hacienda será el candidato presidencial de ese partido en 2018.

Hay que apostar. No hay pierde. Ya está decidido así en la residencia oficial de Los Pinos.

¿Plan B? Parece que no tienen Peña y Videgaray. El secretario de Educación, Aurelio Nuño, más que una opción, es como la última alternativa, una carta que el presidente no quiere jugar. La militancia del joven promotor de la reforma educativa no es garantía más que de ir directo al matadero electoral.

El secretario de Hacienda, en cambio, representa en el ánimo presidencial la posibilidad que alguna vez planteó a un grupo de periodistas de Ciudad de México, cuando expuso su teoría aquella de que con una buena campaña, alguien poco conocido y con mínimos en las encuestas, puede ganar una elección.

Representa además experiencia (fue secretario de Hacienda en el sexenio de Felipe Calderón, empezó la actual administración como canciller, siguió como secretario de Desarrollo Social y volvió a la responsabilidad hacendaria y presupuestaria del país a principios de este año), un perfil “ciudadano” (no ha militado en ningún partido) y una trayectoria difícilmente cuestionable, pues no hay en su pasado manchas de que avergonzarse de corrupción o abusos en el ejercicio público.

Hoy por hoy en el espectro priista no hay ninguno, entre los presidenciables, que reúna esas características. Vaya, ni siquiera el ex rector de la UNAM, José Narro Robles, que tantas simpatías genera en un sector de la prensa.

Por ahí empuja Peña Nieto… Ahora falta que los priistas se la compren. Y que no corra la sangre en su Asamblea Nacional.

Aquí se queda… ¡Aquí entre nos!

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