Morelia, Michoacán.- En el camino que ya empezamos rumbo a los comicios del primer domingo de julio de 2018, debemos ser vigilantes, todos, para evitar que aquellos candidatos y/o candidatas -locales o federales- con tendencias autoritarias y desplantes de intolerancia a la crítica accedan a los cargos de elección popular.

Habrá que denunciarlos, no caer en los juegos de manipulación durante las campañas y, por supuesto, castigarlos en las urnas. Mucho se dice que los mexicanos debemos voltear hacia lo que ocurre en otras naciones (tenemos muy próximos los casos de Estados Unidos y Venezuela) para saber y conocer de los riesgos que existen y repudiarlos.

Pero, caray, no hay que ir tan lejos. Aquí y desde hace tiempo se vienen incubando modelos políticos y personajes de verdadera antología para los estudiosos del populismo y los regímenes totalitarios. “Germen y proyección”, podría llamarse el capítulo de algún ensayo de ciencia política y el sistema de partidos en México.

Debemos aceptar, de entrada, que no estamos exentos -como sociedad- de caer presa de los mensajes y discursos incendiarios, populistas y mesiánicos; que los candidatos carismáticos, aunque vacíos y sin mucho talento, ya han ganado elecciones importantes en nuestro país (Vicente Fox y Enrique Peña serían los casos más representativos), y que las modas y las famas pueden abrirse paso con cierta facilidad entre una población ávida de soluciones a los gravísimos problemas de inseguridad y falta de oportunidades.

Mucho se habla, seguro que por el cargo que busca y lo alto en que lo ponen las encuestas, de Andrés Manuel López Obrador, pero al
igual que el tabasqueño lucen su talante despótico personajes como el gobernador de Nuevo León, Jaime Rodriguez Calderón “El Bronco”, y el alcalde de Guadalajara, Enrique Alfaro Ramirez.

Los tres, ¡ojo!, representantes de distintas corrientes políticas y sus historias tienen orígenes y caminos completamente diferentes; pero los tres, tienen un denominador común: de alguna manera fueron endiosados por mayorías defraudadas por el espectro de partidos y encumbrados por medios de comunicación fascinados por la ola anti sistema.

López Obrador, como ya sabemos, será por tercera vez candidato presidencial, ahora por Morena, un partido que es de su propiedad y cuyo funcionamiento es, en los hechos, otra señal de alerta de lo que tanto se le critica al de Macuspana; al inefable Bronco, algunos inexplicablemente lo siguen viendo como opción presidencial para el 18 -¡qué espanto!-, y el irritable alcalde tapatío se perfila para buscar el gobierno de Jalisco.

Cunden, sin embargo, los ejemplos. Y por el mismo camino se empieza q perfilar el empecinamiento de la panista Margarita Zavala Gómez del Campo, quien parece decir en cada una de sus presentaciones: “soy yo y nadie más que yo”. No es menor el coro mediático que acompaña a la señora. Fuera de duda su militancia, ¿que proyecto de envergadura ha encabezado la esposa de Felipe Calderón como para que se proyecte a esas alturas? La están endiosando y, acrítico, el coro le canta que ella es la única buena.

¿Y qué podemos esperar de su correligionario Ricardo Anaya, quien por el único hecho de su juventud, tuvo el desplante de compararse con el francés Emmanuel Macron?

Si, habrá que estar vigilantes y ser muy críticos… porque el cambio que anhelamos en 2018, puede ser completamente inverso, hostil a lo esperado.

Aquí se queda… ¡aquí entre nos!

 

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