Mirador Ambiental

Con seguridad era una de esas mañanas de llovizna eterna, como suelen ser las mañanas del mes de julio en la sierra; me imagino a esa treintena de hombres viejos engabanados y sus mujeres abriendo muy grandes los ojos cuando el coronel López les dijo a lo que iba.

― ¿Pero, cómo le vamos a hacer si la mayoría no están? Es que lo bueno fuera que ellos estuvieran aquí, después de todo gracias a ellos se hará lo que usted trae de encargo.
―Pudieron decir.

Nunca se sabrá qué hablaron antes de que la reunión tomara el camino de la formalidad. Muy seguro es que el coronel López les explicó que traía la misión del general Gertrudiz Sánchez, el jefe casi triunfante del constitucionalismo en Michoacán, de tomar el parecer de los presentes para elevar aquel pueblito y algunas rancherías en municipio, el municipio creado a balazos por la revolución.

Debió haber aplausos y palabras elogiosas para el jefe revolucionario. Todos debieron traer a sus cabezas que sus hijos estaban en armas; que eso lo habían ganado a costa de penurias, sangre y muerte. Y así lo asentaron en el acta, “…en virtud de los valiosos servicios prestados a la sagrada causa de la revolución del pueblo…”.

De cómo fue no hay constancia, esa memoria se fue desvaneciendo frente a otros hechos que reclamaban más atención, tal vez porque toda la memoria que en ese día importaba se plasmó en un papel, en el acta del 27 de julio de 1914 firmada por 31 pobladores viejos de Cruz de Caminos.

Luego vino el 12 de octubre del mismo año el decreto de elevación a municipio, que firmó ya como gobernador interino absoluto de Michoacán el general Sánchez, pues representaba al poder ejecutivo, al legislativo y al judicial, además de ser el comandante militar de la entidad, nada más y nada menos.

Cruz de Caminos no tenía otra cosa más que a su gente y mucha miseria. El desarrollo del porfiriato no llegó a su pueblito y a sus rancherías, lo que sí llegó fue el abuso de los jefes políticos; lo que hubo entonces para esa región se quedaba en Acuitzio, la cabecera municipal de la entonces Subprefectura administrativa. Así que el decreto formalizó una entidad municipal llena de carencias con una lista inmensa de tareas.

La decisión política, cimentada en las armas triunfantes del constitucionalismo, dio rostro, identidad y medios al grupo de revolucionarios del futuro Madero, quienes lograrían gran influencia en la región.

Este grupo al paso del tiempo consolidó un cacicazgo, propio de aquellos tiempos, que se extendió hasta los años 60 del siglo pasado. ¡Los requiebres veleidosos de la revolución! La primera decisión administrativa sobre la cuestión pública del gobernador Gertrudiz Sánchez ―crear el municipio de “Villa Madero” ― fue tomada antes de la derrota del gobernador huertista Garza González y por supuesto antes de asumir la gubernatura michoacana conforme al Plan de Guadalupe.

Fue en esencia un acto de fuerza con el que hizo sentir aquella frase con la que Sánchez recibió a los miembros de la sociedad moreliana que buscaban recomendarle cómo gobernar: “yo no vengo a pedir, vengo a tomar”. Han trascurrido 109 años desde la elevación de Cruz de Caminos a municipio y las tareas que han debido cumplir sus pobladores las ha determinado la carencia y la esperanza.

Su identidad económica y cultural ha sido marcada por el anhelo de prosperidad y por la manera en que le han arrancado madera, leña, resina y carbón a la vasta naturaleza con que está dotado; por la tensión recurrente entre paz y violencia; por la perenne marcha laboral hacia el norte; por su singular tono de hablar que estira las silabas grave y esdrújulas de los adjetivos de las frases y las dice de corridito; por su vínculo cercano con la aún serranía que inspira espiritualidad; por su religiosidad que sigue animando a su gente a bautizar a muchas clemencias y clementes en honor al señor de la Divina Clemencia, y por la costumbre gustosa de rebautizar a su gente con apodos coloridos y a modo.

Ha sido presa de las pasiones políticas. Seguidor entusiasta de la revolución, de Amaro, Obregón y Benigno Serrato; aterrorizado por Inés Chávez que le dinamito la hidroeléctrica de San Pedro en el 18, la primera de Michoacán establecida en 1905; agrarista y colorado en los 20; quemado en 1928 por los cristeros y amagado en la segunda cristiada y quemada la hacienda de los Ibarrola de San Pedro en el 35; entregado de corazón al Frente Democrático Nacional en 1988 y perredista-cardenista en el 1989; y guadalupano de procesión y devoción.

Se ha arrullado con las leyendas de duendes que habitan en las cuevas de la serranía. Se ha asombrado con las viejas minas de oro y cal prehispánicas y virreinales de San Diego y Etúcuaro. Ha rezado y peregrinado a través de sus bosques desde el Ahijadero hasta Acatén. Ha sentido pena por su río Curucupatzeo, rio que es dual, madre y padre, articulador de la vida de su territorio, porque se está muriendo.

Sus pobladores han subido y han caído con los vientos de prosperidad y aventura, buenos y malos, que la vida les ha arrojado. Han sido tentados por la seducción de los naipes que ilumina la suerte de algunos y sentencia la ruina de otros. Han sido embriagados por los alcoholes, el mezcal y la cerveza, que les ha proporcionado generoso analgésico frente a la adversidad.

Para desarrollar el campo y aprovechar sus recursos lograron la creación del primer ejido en 1927 y con él apuntalaron durante décadas los ingresos económicos de muchos.

Luego vino el boom de la Productora Forestal a mediados de los 70 con efectos contradictorios: empleos, pavimentación de su carretera, mejoría de ingresos, pero devastación abrumadora de bosques y corrupción en la empresa, que terminó quebrada.

Cuando bajó la marea del aprovechamiento extensivo de la madera vino otra, la de la siembra de mariguana con los efectos que nos debemos imaginar; luego vino la gran oleada aguacatera que profundiza la crisis existencial de sus bosques, ocasionando una nueva problemática social; y en la actualidad viene prosperando el boom mezcalero que sólo los hechos definirán sus bondades o sus defectos.

De todas estas oleadas que en el imaginario fueron creídas como el paraíso para los maderenses, y que tuvieron y tienen en el centro el aprovechamiento de los recursos naturales, ninguna ha sido motor decisivo para abatir la pobreza. Por alguna razón Madero no ha logrado que todos sus pobladores, que viven en medio de tanta riqueza natural, abandonen la precariedad, con seguridad una revisión reflexiva de su historia política y económica nos dé la clave para entenderlo.

Su geografía y paisajes de ensueño siguen siendo motivo para encontrarle sentido a la vida; que su gente viva en sus más de 350 localidades, en tan grande territorio frío, templado y caliente, guarda algún misterio provocador. Tal vez a Madero le depare, a fuerza de la inteligencia de las nuevas generaciones, un futuro con mejores ideas para su desarrollo y crecimiento; tal vez a Madero le depare un futuro mejor luego de depurar sus propias contradicciones. Si así fuere, desde ahora eso se está construyendo.

La mañana en que se firmó el acta para constituir el municipio de Madero aún en las calles de Cruz de Caminos brillaba el metal de los casquillos de la batalla del 21 de julio que derrotó a los huertistas. Alumbraban para la posteridad con sus destellos el deseo de los combatientes de tener un gobierno propio ejercido con los principios de justicia y libertad. Al menos esa fue la utopía, y sigue ahí.

*El autor es experto en temas de Medio Ambiente, e integrante del Consejo Estatal de Ecología.

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