Historias del Tercer Mundo

En la ley, las fiscalías son autónomas de los gobiernos municipales, locales y federal, de eso se trató el nuevo Sistema de Justicia Penal. A estas instancias corresponde la investigación y persecusión de los delitos, en coordinación con las áreas de seguridad de los gobiernos.
En la ley, las secretarías de Seguridad y las fiscalías dan igual importancia a todos los casos, independientemente de lo mediáticos que sean o el peso político de la víctima.
En la ley, está prohibido que un funcionario público promueva su propia imagen, especialmente con recursos públicos y se prohíbe, además, que haga precampaña electoral fuera de tiempo.
En el México de la 4T, sin embargo, la ley se aplica “con todo su peso” y otras veces “no me vengan a decir que la ley es la ley”, dependiendo de las necesidades electorales o comunicativas del momento.
Por ejemplo, delitos como el plagio, el desvío de recursos, las detenciones arbitrarias, las extorsiones, la difamación, las violaciones al debido proceso, delitos electorales y otros, están bien si abonan a la causa y están del lado de la moralidad que pregona el máximo exponente de este movimiento. Una moralidad, por cierto, con límites movedizos y difusos, que sólo mantiene constante su romantización de la pobreza y la ignorancia.

La corcholata-fiscal-periodista-investigadora
Los feminicidios sólo duelen a este gobierno guinda cuando se pueden usar como arma política, como cuando #EsClaudia, la corcholata fiscal-guión-periodista, informó sobre el homicidio de Ariadna Fernanda, un crimen ocurrido en Morelos, otra entidad, que no es la que ella gobierna, para golpear políticamente al gobernador de ésta.
Cuando no hay esta posibilidad de treparse al tren (no maya, sino mediático), que se catapulta desde el circo mañanero, entonces las feministas son “conservadores disfrazados”, según el Presidente de este triste país, en donde ya nadie quiere ser periodista.
“Yo no soy periodista”, fue una de las primeras frases de Fernando Moreno, luego de haber sido retenido por un grupo delincuencial en respuesta a las publicaciones en un medio en el que supuestamente colaboraba que, entre otras cosas, sugerían que la gobernadora de Guerrero podría estar coludida con el crimen organizado. Su compañero Alan García, que “tampoco es periodista”, pero fundó el medio, todavía no aparece.

Zurcando el cielo
El gobierno de Michoacán y el de la Ciudad de México se ufanan de su colaboración, pero para tareas que no les competen, al menos según la ley. Justifican el préstamo de un helicóptero “para emergencias” a la jefa de Gobierno para que se trasladara a toda velocidad al Metro donde acaeció un accidente, como si su sola presencia fuera a restituir la salud a los heridos o a componer el deterioro de las vías.
Ni la presencia de Sheinbaum ni la de la Guardia Nacional podrán reparar los daños por falta de mantenimiento, aunque ahora, dicen, se sospecha de ataques terroristas a la principal arteria de flujo de personas de la Ciudad de México.
¿Estarán midiendo la proporción de lo que están sugiriendo? Porque si el crimen organizado o la oposición que “se alegra de las desgracias”, a decir del Presidente, tienen el poder de alterar las vías, dañar las maquinarias y cuartear las ballenas de concreto, ¿de qué clase de monstruo estamos hablando? ¿Cómo podrían guardias nacionales desarmados hacer frente a ese aparato millonario ultrapoderoso de terroristas?
O será más bien, no sé, se me ocurre, que están haciendo uso de la vieja confiable de los políticos -que de algo se valió, en su tiempo, Calderón, al culpar a “El Narco” de todo mal-, de inventarse un enemigo para mantener distraída, temerosa y complaciente a la población.
López Obrador ha explotado y desgastado al máximo este recurso, culpando al propio Calderón y “los neoliberales clasistas” de toda la ineptitud de su gobierno, violencia, corrupción, inconformidades, pobreza, inflación y ahora hasta de los accidentes en el Metro.
Pero, si hay un villano malvado descomponiendo las vías del metro, ¿ahora quién podrá ayudarnos? Sólo podemos esperar a un superhéroe -o superheroína-, que llegue a toda velocidad zurcando los cielos de Michoacán hasta el lugar del crimen a reconfortar a las victimas, que aparezca en todas las detenciones de bandidos y malhechores, que tenga un emblema característico y superpoderes o, en su defecto, mucho dinero como Bruce Wayne. En fin #EsClaudia.
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