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Miguel de Unamuno en 1921, en su publicación realizada en la revista argentina ‘Caras y Caretas’ escribe que… “¿Fraternal? No: habría que inventar otra palabra que no hay en el castellano. Fraternal y fraternidad vienen de frater, antígona era sóror hermana. Y convendría acaso hablar de sororidad y de sororal, de hermandad femenina”.

La palabra Sororidad, es un término relativamente nuevo, la RAE lo incluye hasta el año 2018; sin embargo, parte de sus inicios se da en 1980 con la feminista Marcela Lagarde quien la consideró como un pacto político entre mujeres, definiéndola como: “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida con un sentido profundamente libertario”.

Se observa con preocupación que la sororidad siempre ha sido algo intrínseco al feminismo y más ahora que hay un resurgimiento del movimiento de las mujeres; al mismo tiempo, el ambiente de competitividad entre ellas es uno de los grandes engaños del patriarcado, el cual hace un enorme esfuerzo para dividirlas, pero a pesar de ello, históricamente las mujeres han mostrado una notable creatividad para mitigar las secuelas del conflicto de género, además han desarrollado estrategias de apoyo mutuo para superar la adversidad y se han caracterizado por ser creativas y heterogéneas.

Pero… ¿Todas las mujeres practican la sororidad?

En un mundo en el que se enseña que la atención de los hombres es “el máximo premio” y en el que hay una sola silla en la mesa directiva para una sola mujer, se tiene la idea de que justo esa situación de competencia lleva a la deslealtad entre mujeres, pero es mentira que esto sea parte de la naturaleza femenina y el hecho que se dé no necesariamente podría representar un concepto de falsa sororidad.

Con esto quiero decir que, las mujeres pueden ser malas entre ellas, odiarse, caerse mal, fallarse y dañarse en el plano individual unas a otras porque no todas practican una filosofía sorora, así como no toda la humanidad practica la hermandad y solidaridad, no es lo políticamente correcto; sin embargo, es algo que se da continuamente.

Por otro lado, la amistad entre mujeres está impregnada de la experiencia común de lo que se supone y de lo que conlleva ser mujer; sin embargo, cuando no hay amistad, la mujer se pone bajo la lupa al expresarse de manera despectiva o violenta de una igual.

No se trata de que nos amemos, aunque podemos hacerlo. No se trata de concordar embelesadas por una fe, ni de coincidir en concepciones del mundo cerradas y obligatorias. Se trata de acordar de manera limitada y puntual algunas cosas con cada vez más mujeres. Sumar y crear vínculos.

Para tratar de ejemplificar un poco, hablaré de una producción llamada Bety la fea, la cual es conocida en muchos países. Una chica muy inteligente a la que le cuesta posicionarse en una empresa debido a que es poco agraciada en cuanto a su físico.

Una vez que logra ingresar a una empresa, se enfrenta ante dos polaridades, la primera en donde se ve acogida por un grupo de mujeres que no la conocen pero comienzan a apoyarla en toda la travesía y durante la trama incluso conoce a otras mujeres que de manera sorora la impulsan a realizar cambios y generar un trabajo sobre amor propio.

Por otro lado, existe otro grupo de mujeres que lejos de ayudar a la protagonista generan violencia laboral, además de robar su trabajo y hacer lo posible para que no tenga un crecimiento profesional. Como se puede imaginar y al haber dos bandos, ambos grupos de mujeres intentan hacerle la vida de cuadritos al equipo contrario.

Lo anterior, es sólo un claro ejemplo ficticio de la sororidad y la falta de ella, aunque en la vida cotidiana de las empresas, esto sigue dándose continuamente, por lo que es importante analizar que más allá de los distintos matices del término, lo cierto es que su uso en foros, blogs y redes sociales da cuenta de que la sororidad es parte de diversos contextos femeninos y la conversación acerca de cómo lograr la comprensión e igualdad entre el género femenino, también lo es.

Así que, la cosa no es “cómo nos queremos”. La clave está en que nos respetemos, algo difícil porque no estamos educadas en el respeto a las mujeres, este es un trabajo arduo y de todos los días, el cual nos llevará a entender que somos partes de un sistema, el cual toca deconstruir para construir en igualdad.


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