Akelarre
Cambiar al mundo es reinterpretarlo constantemente, dudando, alternando, dándole lugar a diferentes interpretaciones.
La política, no debe abstraerse de esta posibilidad. Dejar de pensar la política como sus actores y pensarla como una posibilidad, un marco, no una silla, una obra, no sus actores. Como escribió Sontag, toda escritura es política, todo acto es político, me gusta poder plantear una idea discordante con la popularmente aceptada.
¿Para qué impulsar una pedagogía crítica que posibilite “mirar”?, si como dice Freire, es una ingenuidad creer que los gobiernos deseen enseñar a los estudiantes a percibir la injusticia de forma crítica.
¿Para qué promover una pedagogía del amor?, si como dice Bauman, el amor se ha hecho tan líquido que ahora se nos ha escapado de las manos y ya muy pocos reconocen que amar, educa.
¿Para qué fomentar la colaboración ética en donde se respeta la otredad?, si como dice Han, hoy se promueve cada vez más poderosamente una expulsión de lo distinto.
¿Para qué participar y practicar la política como forma alterna de justicia?, si ha sido reducida a los actos viles de sus más visibles protagonistas e insiste en expulsarnos bajo el pretexto que sólo unos cuantos pueden y podrán participar y nunca jamás nada cambiará.
Diría, porque es lo correcto, porque en algún lugar se debe iniciar y estamos ya fuera de tiempo, vamos tarde pero vamos, sin duda en una vorágine de tiempo al cambio de la estructura tradicional al ejercicio del poder y en ese ejercicio político no hay prisa pero sí fuerza disruptiva, esperada y urgente sin temor ni grises, radical.
El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan, pero no en las personas.