Los Ángeles, Estados Unidos – rtve

Su estilo es atemporal y su rostro tiene la fuerza del de una estrella de cine mudo, pero Anya Taylor-Joy se ha convertido en 2020 una chica de moda, actual y omnipresente: de protagonizar thrillers y películas de terror que explotaban su belleza expresiva y nada convencional, la actriz ha pasado a ser la favorita en las porras de un certamen que siempre apuesta por el éxito comercial y el talento seguro.

Los Globo de Oro la han reconocido doblemente: como mejor actriz cómica por su trabajo en Emma, la última adaptación de la antiheroína favorita de Jane Austen, y como mejor intérprete de miniserie por Gambito de Dama, la miniserie de Netflix más vista hasta el momento. También la hemos visto en Los Nuevos Mutantes, la película de superhéroes para jóvenes que ha pasado sin pena ni gloria y sólo se salva por la gracia y credibilidad de Taylor-Joy como adolescente problemática —¿alguien es capaz de adivinar la edad que tiene en alguno de sus papeles?— haciendo su primera incursión en el terreno de la ciencia ficción.

¿Qué tienen en común sus éxitos cinematográficos, su serie sobre el ajedrez diseñada para el ‘binge watching’ y los vídeos que en los que habla español, que no dejan de circular en redes sociales alabando su exquisito acento argentino? Que cuando Anya Taylor-Joy está en la pantalla, es imposible dejar de mirar.

Los fantasmas en el ‘glamuroso’ armario de Gambito de Dama

Nadie habría podido imaginar que un drama psicológico sobre el intrincado mundo del ajedrez competitivo iba a monopolizar la conversación social en el año de la pandemia. Pero Gambito de Dama resultó tener la receta perfecta: inmersión, evasión y una protagonista tan magnética como glamurosa que es capaz de hipnotizarnos trabaje en lo que trabaje.

Jane Hu escribió en la revista Vulture que la serie es “La Forrest Gump del ajedrez: una pieza de época falsamente profunda en la que cualquier cosa traumática o problemática se convierte en un recipiente para la belleza”. Adaptada de la novela de Walter Tevis del mismo nombre y ambientada en los años 50 y 60, cuenta la historia de una joven huérfana que escapa de un pasado traumático a través de su capacidad para jugar al ajedrez.

Lo que cautivan son sus fantasmas: la ambición, la obsesión por el éxito o la adicción a las drogas, que se estilizan y ‘glamurizan’ a través de la estética y la moda. Por eso la actriz, que ya había posado para firmas como Chanel o Giambattista Valli, ha terminado de afirmarse como un icono estético: su paso por la serie nos deja modelitos de infarto y una imagen elegante que ha elevado en el imaginario las partes menos atractivas de nuestra personalidad. Ahora, mientras suframos, también desearemos parecernos a ella.

Ajedrecista no, gracias: actriz por vocación

Anya Taylor-Joy ha dicho en varias entrevistas que la protagonista de Gambito de Dama es un personaje con el que se identifica muchísimo: “Yo soy más ligera que ella, pero el modo en que Beth se siente sobre el ajedrez es básicamente como me siento yo sobre mi arte. La respiro, pienso en ella todo el rato y es lo que más me excita. Soy una friki de lo que hago, y siempre estoy buscando más”.

“Creo que tengo unas habilidades muy específicas que no tienen ningún sentido o valor fuera del mundo de la interpretación”, dijo a The Observer durante la promoción de la serie de Netflix. “¿Para qué otra cosa me iba a servir a mí o al mundo tener buena memoria a corto plazo o ser capaz de retener secuencias de ajedrez? Agradezco mucho poder dedicarme a esto”.

La actriz empezó en el mundo de la moda después de que una agente prácticamente la persiguiese por la calle, y le atribuye el comienzo de su carrera al actor británico Allen Leech, a quien conoció por casualidad y quien la ayudó a conocer gente en el mundo del entretenimiento inglés: “Me ficharon como modelo, que fue rarísimo, y entonces acabé en una sesión con actores de Downton Abbey, me puse a hablar con él… todavía me fascina que diese la cara por mí, teniendo como tenía ninguna razón para hacerlo”, cuenta en otra entrevista.

“Creo que no soy lo suficientemente guapa para el cine”

Después de la promoción de Fragmentado, la película de M Night Shyamalan en la que interpreta a una joven secuestrada por una persona con un complejo trastorno de la personalidad, la actriz le decía a EW que es “capaz de pasar inmediatamente de un registro a otro”. Grandes dosis de empatía, ternura o terror se suceden en su rostro de forma orgánica y casi sencilla, y no necesita hablar para transmitir los pensamientos de sus personajes.

Sin embargo, la actriz es presa de una gran inseguridad que comenzó cuando era adolescente: “Yo no era consciente de lo separados que tenía los ojos hasta que alguien me etiquetó en una foto de un pez en Facebook y me dijo algo como, ‘esta eres tú porque así son tus ojos’. Y me angustió mucho y dejé de mirarme en el espejo durante mucho tiempo”.

“Nunca he pensado en mí como guapa y no creo que nunca lo haga. No creo que sea lo suficientemente guapa para salir en películas… No voy al cine a ver mis películas. Lo mejor de vivir dentro de tu cuerpo es que no tienes que ver tu propio rostro”, dice, y sin embargo, es la capacidad del suyo para sostener primeros planos y transmitir emociones lo que la hizo triunfar, primero en películas de terror y después en toda clase de cine.

Aunque se alegra de no seguir encasillada, tiene una relación especial con ese tipo de películas: “Me sentía conectada a esos personajes que habitaban mundos oscuros. Creo que hay una gran humanidad en la oscuridad y el dolor. Al hacer películas es muy divertido jugar con los límites de tus propias emociones, y se amplía el espectro de lo que es aceptable hacer”.

La picardía de Emma, versión argentina

Autumn de Wilde, fotógrafa y realizadora de videoclips de Florence and The Machine, The Lemon Twigs o The Decemberists, eligió para su debut cinematográfico que Anya Taylor-Joy diese vida a Emma, la joven casamentera de Jane Austen cuyos enredos son tan frustrantes como fuerte su personalidad. La directora vio en ella las cualidades de la antiheroína perfecta y no fue necesario hacer casting: “En el momento en que nos conocimos cara a cara, la película empezó a cobrar vida”.

A la actriz no le dio miedo ponerse en la piel del personaje más abucheado de Jane Austen, que se sentó a escribir Emma con la idea de que no le gustase a nadie salvo a ella: “Si hubiese sido más tímida habría dicho, ‘no, vamos a contenernos porque tengo que parecer hermosa y encantadora y estupenda y quiero que todo el mundo me quiera'”, dijo Taylor-Joy. “Pero entonces la película habría perdido alma. Durante la primera mitad, el personaje es enfurecedor”.

Sin embargo, poco a poco se revela una naturaleza mucho más parecida a la de la actriz, que se considera sociable y cálida. Nacida en Miami, de madre inglesa y padre argentino, le dijo al diario Clarín que ese temperamento es lo que más echa de menos de la tierra en la que se crió: “Extraño mucho a la gente argentina porque es muy tierna, se da muchos abrazos, se toca mucho y eso me gusta. En los Estados Unidos todo es un poquito frio”.

En Emma trabajó junto a Mia Goth, actriz que afirma que es su íntima amiga. Y de su vida personal no sabemos muchas más cosas: tiene 24 años, es Aries y tiene un novio cuya identidad desconocemos, pero que insiste en que “su cara no es rara y es perfectamente apta para el cine”, cosa que los demás sabemos de sobra y ella dice que no se acaba de creer. A lo mejor dos Globos de Oro la convencen.

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