Ancla

Por Patricia Padrón

Ante el reclamo del sector restaurantero en Michoacán que demanda que no se suspendan las tradicionales fiestas patrias de septiembre, ya que perderán 60 millones de pesos, surge la duda, ¿cuánto vale una vida para este gremio?, porque en la entidad ya murieron mas de mil personas a causa de COVID-19.

Parece que no hemos entendido nada, se busca salvaguardar la vida y salud de la población, no afectar a nadie, sino cuidar a todos.

No es fácil, estamos viviendo una epidemia, aprendiendo aún de un virus nuevo de alto contagio, donde el más mínimo descuido puede representar la vida o la muerte de alguien.

A bares, antros y restaurantes asistirán los asintomáticos, en la aglomeración y bajo el influjo de la emoción, y probablemente de las copas, se relajarán y expondrán al virus a los demás.

Esos demás, irán después a ver a sus padres, abuelos, tíos, hermanos, algunos desarrollarán la enfermedad y el 10 por ciento deberá ser hospitalizado por complicaciones y de estos, la mitad morirá.

Esa es la cadena de contagio que se busca romper, lo que se ha explicado hasta el cansancio pero que parece que no entendemos.

Y ojo, no solo se están muriendo quienes forman parte de los grupos vulnerables, los sanos también están perdiendo la batalla por alguna pequeña falla en su sistema inmunológico que el COVID-19 no dudó en atacar.

Porque eso hace, ataca al mínimo descuido. Y para no contraerlo, las indicaciones son tan básicas y elementales que pareciera ilógico que una raza evolucionada como el ser humano no la entienda y acate.

No sobrevivirá solo el más inteligente, sino el menos terco y necio.

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