Ciudad de México.- Se ha hecho una costumbre, desde al menos hace un par de décadas, que durante el equinoccio de primavera acudan miles de personas a sitios arqueológicos como Teotihuacán, vestidos generalmente de blanco para, supuestamente, ‘cargarse de energía’ pero, ¿realmente sucede esto?
Respetando las creencias de cada persona, resulta interesante conocer el origen de esta costumbre y, también, investigar qué hay de cierta en ella.
El equinoccio de primavera, que este año se registró el 20 de marzo a las 10:15 horas, desde hace siglos ha estado relacionado con mitos y rituales. Este evento astronómico tiene lugar dos veces al año, en primavera y otoño, y signfica que el día dura exactamente lo mismo que la noche, informó Milenio.
En los calendarios de las diversas culturas prehispánicas de Mesoamérica, el equinoccio de primavera era más que un cambio de estación, pues era de vital importancia en los ciclos agrícolas y para la planeación de la siembra.
Según Ernesto Vargas Pacheco, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, para los pueblos prehispánicos “el equinoccio se relacionaba con el renacimiento porque marcaba el inicio de la temporada de crecimiento y reverdecer de la naturaleza; mientras que el de otoño indicaba el momento de la cosecha”.
Cinco siglos después, miles de mexicanos acuden los días 20 y 21 de marzo a sitios arqueológicos como Teotihuacán, Tenango del aire, Tula, Chichén Itza y el Tajín, a menudo vestidos de blanco, para recibir la luz solar y, supuestamente, ‘cargarse de energía’.
Pero, a pesar de la popularidad de estos rituales, su origen no es prehispánico. En su libro ‘The Neo-Indians: A Religion for the Third Millenium‘, los investigadores Jacques Galinier y Antoinette Molinier aclaran que estas costumbres tienen su raíz en la ideología New Age, que surgió en Estados Unidos en los años setenta y se popularizó en México en los ochentas.
Según Galinier y Molinier, ciertos practicantes de una ecléctica religión, conocidos como los Neo-Indios, empezaron a “buscar vibraciones” en los sitios arqueológicos y aseguraron a sus discípulos que era posible acudir a ellos para ‘cargarse’ de esta supuesta ‘energía cósmica’; pues, según sostienen, estos son sitios privilegiados donde es posible acceder a ‘portales energéticos’.
También influyen en estas prácticas los estudios de arqueoastronomíaque se han realizado en sitios como Teotihuacán desde la década de los noventa. Uno de los sitios que más interés ha suscitado en este sentido es Chichén Itzá, donde el día del equinoccio, la serpiente emplumada —o sea, el dios maya Kukulcán— aparenta ‘descender’ por la escalinata de la pirámide principal.
Esta creencia, que convoca a miles de turistas cada año el día del equinoccio de primavera, ha sido desmetida por arqueólogos especialistas en la cultura maya.
En un artículo titulado ‘Equinoccio de primavera: mitos y realidades’ —publicado en la revista Casa del Tiempo, editada por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM)—, la académica Rosalba Delgadillo Torres desmiente el supuesto origen prehispánico de estos rituales.
“La creencia de que los edificios ceremoniales precortesianos funcionan como receptores y sirven para una supuesta ‘carga de energía’ es totalmente falsa”, asegura la académica, y añade: “Para que esto sea posible [según estas creencias esotéricas], se tendría que estar en la parte interna de una pirámide […] y los basamentos prehispánicos son pirámides truncadas [ya que] ninguno de ellos termina en punta”.
En resumen, y aunque cada quien es libre de profesar las creencias que mejor le plazcan, los expertos desestiman que sea necesario acudir a un sitio arqueológico a realizar esta supuesta ‘carga de energía’, considerando también el daño y desgaste que sufre este patrimonio histórico de los mexicanos.
En todo caso, como resalta Delgadillo Torres, si se desea obtener los beneficios de la luz solar en el día del equinoccio, uno podría realizarlo en cualquier parte y no necesariamente subido en una pirámide.