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Morelia, Michoacán.- No es casual, aunque quizá tampoco fue premeditado: mientras del otro lado del río se habla de muros y represalias económicas, la factoría Disney-Pixar, la más grande constructora de sueños basados en la animación digital, elige un tema mexicano y un festival de cine mexicano para estrenar su última película.

Y eso, por sí solo, representa una declaración de principios.

La historia es conocida: hasta hace poco, Disney se caracterizaba por una visión estereotipada de las relaciones de familia, el manejo del poder e incluso la geopolítica. El clásico libro Para leer el Pato Donald, una de las biblias de la izquierda latinoamericana, es un buen ejemplo de esa visión. Así funcionó por décadas, hasta que la diversidad propia del último cuarto del siglo XX en el mundo comenzó a hacerlos parecer algo oxidados.

En eso estaban, navegando de fracaso en fracaso comercial hasta que alguien decidió que había que renovarse o morir. Entonces apareció Pixar.

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“Empezamos cuando éramos niños. Yo tenía apenas veintitantos…” dice, desde Morelia, Lee Unkrich, responsable de Toy Story, Ratatouille, Cars, Monster University, y ahora, Coco.

“Me acababa de casar, y mientras hacíamos estas historias seguíamos viviendo. Todas esas experiencias encontraron una forma de colarse en las películas. Hoy, sencillamente, estamos agradecidos de contar estas historias”.

No es dato menor: Unkrich es a su vez mano derecha del legendario John Lasseter, cerebro de Pixar. Empresa que tras la mancuerna con Disney hizo que todo cambiara para mejor: Pixar aportaría ideas frescas y desprejuicio; Disney, en tanto, otorgaría el derecho al uso de su enorme maquinaria de publicidad y distribución. El resultado: superproducciones de alcance mundial, pero con temáticas nuevas y visiones más alternativas respecto de lo que la empresa del ratón Mickey hizo durante varias décadas.

En otras palabras: Lasseter, Unkrich y compañía son los verdaderos responsables de lo que se está viendo en la animación de todo este lado del mundo.

Y mientras tanto Unkrich, generoso, comparte su visión de las cosas con los asistentes al Festival de Cine de Morelia.

México-EU: no hay fronteras

En México, desde hace algunos años, se ha comenzado a celebrar Halloween. En Estados Unidos, mientras tanto, hay muchas celebraciones mexicanas y el propio Día de Muertos aparece cada vez en más películas o referencias.

“Este intercambio es saludable, sano, es inútil y absurdo frenarlo y el cine tiene la posibilidad de aportar en este traspaso y mezcla de culturas”, asegura Lee Unkrich, cuyo filme Coco fue estrenado oficialmente en la XV edición del Festival Internacional de Cine de Morelia.

Para el cineasta, se trata de una película que es una consecuencia directa de la realidad actual.

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“Un ejemplo: en el staff de Pixar (la productora responsable del filme y de otros clásicos del género) trabajaban muchos mexicanos, a quienes constantemente les pedíamos la opinión. Les preguntábamos cómo se dice, cómo se visten… Todo eso lo usamos para crear al personaje de Ernesto de la Cruz.

“Respiramos México durante 6 años, y espero que se refleje en la película. Hoy no soy experto en México, de ninguna manera, pero sin duda que sé mucho más que antes”, afirmó.

La productora de la película, Darla Anderson, complementa.

“Hay que agradecer, no podríamos no hacerlo, la infinita generosidad de todos quienes participaron, y en especial la generosidad de los mexicanos. Ellos compartieron la música, las tradiciones, la comida… Durante el tiempo que duró el proyecto no hubo un día en que alguien no nos mostrara parte de su corazón mexicano”.

El origen de Coco, indica Unkrich, está directamente relacionado con su propia inquietud.

“Todo el equipo ya había trabajado en Toy Story. Yo tenía varias ideas; una de ellas era el Día de Muertos. Aunque no entendía suficiente sobre el tema, me decidí y así se lo planteé John Lasseter (director de Pixar). Y él compartió mi entusiasmo.

“Me impactó que nunca yo había visto una película que contara la historia del Día de Muertos. Eso nos motivó”.

A pesar de la experiencia que ya acumulan, Anderson admite que cuando se estrena un trabajo final que ha tomado tantos años la sensación es “irreal”.

“Sucede que trabajas por tanto tiempo en algo y después ves que ya está afuera, exhibiéndose… y, en especial, te das cuenta de las reacciones que en la gente… Eso es impagable”.

Por tratarse de una película que toca tan directamente la cultura mexicana, y particularmente la michoacana, hubo que esmerarse el doble, dice Unkrich.

“Hubo meses de mucha lectura, de hablar con expertos. Cuanto más entendía la profundidad de la tradición, y el hecho de que finalmente todo tratara sobre la familia, entendía yo más el potencial. Así fue que, hace años, nos subimos a un avión y vinimos a Morelia, y después de eso hubo muchos viajes de investigación por todo el país…”

“La gente ha dicho que lo logramos” cierra Unkrich. Darla complementa: “Ese es el poder del arte”.

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