Morelia, Michoacán
En el corazón del centro histórico de Nocupétaro se yergue majestuoso el Cuajilote, un árbol peculiar que ha sido testigo de la historia de México. Maris Rentería González, cronista sin nombramiento pero apasionada de la historia local, desentraña los secretos que este árbol encierra.
El Bicentenario de la Independencia de México marcó un hito para el Cuajilote, no solo por la celebración, sino porque se reprodujo y sus vástagos fueron estratégicamente plantados en la ruta utilizada por José María Morelos y Pavón en la gesta libertaria del siglo XIX. Pero su importancia va más allá: este árbol fue el refugio de Morelos, donde descansaba plácidamente en su hamaca.
“Nuestros antiguos indígenas describen a Nocupétaro como la tierra de ciruelos en un hermoso valle, donde Morelos tenía sus ganados y vacas. Su casa cural se alzaba frente al Cuajilote, parte esencial del cesteo de ganado”, revela Rentería.
El árbol fue escenario de momentos cruciales. Aquí, a unos metros, Morelos levantó una iglesia y una casa para el campanero o sepulturero. En octubre de 1810, antes de sumarse al movimiento de Independencia, informó a la gente y partió en busca de armas. La historia se entrelaza con Huetamo, donde escribió su primera parte de guerra y aconsejó vender el rancho de la concepción.
El Cuajilote no es solo un testigo pasivo; es un árbol sagrado que, posterior al movimiento armado, fue custodiado con guardias. Su importancia trasciende al tiempo.
Maris Rentería, a través de su compromiso y pasión por la historia local, rescata este legado, recordándonos que la Historia de México se entreteje con los árboles que han sido testigos silenciosos de la lucha por la libertad.