Vaticano
La bendición de las parejas del mismo sexo o en situación “irregular” aprobada por el Papa Francisco ha sido rechazada por representantes del ala más conservadora de la Iglesia Católica que la califica de “blasfemia”, mientras que otros obispos, como los africanos, muestran su rechazo.
El último en mostrar su total contrariedad ha sido el cardenal Gerhard Ludwig Müller, antiguo prefecto de la Doctrina de la Fe, quien observó que la bendición de parejas homosexuales “es una blasfemia”, en una entrevista publicada hoy en el diario italiano La Repubblica.
“En las Sagradas Escrituras, el apóstol Pablo afirma que el comportamiento inmoral, incluidas las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, es objetivamente una expresión de adoración a la criatura y no al Creador”, explica el purpurado.
Por su parte, los obispos de Zambia, país africano donde la homosexualidad está prohibida por ley, han publicado una nota en la que afirman que la decisión del Vaticano no debe “aplicarse” y “debe ser objeto de una mayor reflexión”.
En tanto, los obispos de Kenia escribieron que la decisión del Vaticano está generando “ansiedad y confusión” entre los fieles.
Los obispos católicos de Ucrania no se han quedado atrás y escribieron que “sin un llamado a abandonar la vida pecaminosa de las parejas homosexuales, la bendición puede parecer una aprobación”.
Un planteamiento al que se sumó el arzobispo Athanasius Schneider, de Kazajistán, quien ha prohibido a sus sacerdotes impartir esta bendición, que sólo puede ser dada a un “pecador sinceramente arrepentido y con la firme intención de no volver a pecar”.
En sentido contrario, el presidente de la Conferencia Episcopal de Ghana, Matthew Kwasi Gyamfi afirmó:
“Lo que la gente no entiende es que, si una pareja gay va al sacerdote para ser bendecida y el Papa aprueba, lo que estás bendiciendo es sólo a las personas y no a la unión”.
En otro mensaje de aprobación la Conferencia Episcopal de México aclara que la bendición de las parejas del mismo sexo o en situación “irregular” la Iglesia la otorga como un “gesto de cercanía y acompañamiento para ayudar a las personas a madurar y crecer en la fidelidad al mensaje del Evangelio”.