El pequeño tigre de Bengala juega y salta, corre y observa con curiosidad. A sus cinco o seis meses de edad, es como un bebé grande, que se acerca a la alambrada de su albergue para responder a las decenas de personas, muchas de ellas niños, que le contemplan.

Días atrás era, con un león, de dos a tres meses, y un jaguar melánico, de tres a cuatro meses, prisionero en una vivienda particular en Tinaja de Vargas, municipio de Tanhuato, de la que personal de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) lo rescató para llevarlo al Parque Zoológico Benito Juárez.

Este domingo 19 de noviembre es su primer día bajo los rayos del Sol, refiere el director del parque zoológico, Julio César Medina Ávila. Es aún muy chiquito, y enfrenta problemas de salud por la vida en cautiverio, por un destete temprano y una alimentación con productos inadecuados.

Entre estos problemas de salud, destacan afectaciones a su metabolismo, como incipientes insuficiencias renal y hepática, y malformaciones en sus patitas, ya que se calcula que no se le permitió culminar la lactancia y quizá le daban de comer croquetas o pollo. Problemas que también padecen las otras crías felinas.

“Un animal adulto puede ingerir 10 kilos de carne al día, con esta edad le damos dos kilos diarios, un poco de molida, salmón, cerdo, conejo, además de medicamentos y suplementos, ahora mismo el costo del tratamiento es de mil a mil 500 pesos ppr día”, detalla Medina Ávila.

El bebé tigre da un salto y corre, lo que provoca el júbilo de los paseantes. También del director del recinto, ya que “me urgía que saliera al Sol, a correr, eso es lo que necesita para revertir el problema en sus patas y que tendones y músculos se desarrollen bien”.

Si todo sale bien, en dos meses habrá ganado bastante peso y estará en condiciones más apropiadas para su edad y especie.

“Creemos que en seis meses se revierten los problemas metabólicos, y en entre 12 y 18 meses, la malformación de las patas, así que el pronóstico es bastante bueno, se va a recuperar”, afirma.

El rugido del rey

El rey de la selva podrá ser diminuto, no más de tres meses de edad, pero vaya que ruge. Enojado por haber sido obligado a salir de su dormitorio, el pequeño ruge y mira con desconfianza a quienes le observan.

“Es Simba”, “Ah”, “Es bonito”, y expresiones similares escapan de las bocas de los espectadores a cada temible rugido de Su Majestad, estresado por una vida que inició en el encierro y su reubicación en un nuevo espacio.

Es tan pequeño, que aun debería estar en periodo de lactancia, pero debido a la forma en que se crió ahora se le debe proporcionar leche específica para su especie, suplementos y alimentos sólidos.

Afectado también por problemas en su metabolismo y en sus patitas, la mayor evidencia del descuido y el maltrato que conoció es su pelaje opaco. “También se va a recuperar bien, cada mes se le harán, como al tigre y al jaguar melánico, pruebas de sangre para estudiar su evolución”, menciona Julio César Medina.

Los lapsos para su exhibición son limitados, porque es más vulnerable a la tensión, a causa de su edad.

Un bebé felino guardado

A diferencia de sus compañeros, el jaguar melánico no ha sido puesto en exhibición. No enfrenta un deterioro en su salud mayor que el del león o el tigre, simplemente “no lo podemos sacar porque trepa, y se puede caer, así que todavía lo tenemos guardado”.

Necesita tanto Sol y aire como el tigre y el león, pero antes de sacarlo debe resolverse un espacio apto para él. Entre las posibles opciones, se encuentra el albergue del jaguar, próximo a concluir.

“Al parecer estaban en la sombra y eso impidió una producción suficiente de melanina por el jaguar, que se ve azul marino, más claro de lo normal”, expone.

Los felinos son ahora adorables, incluso recuerdan a personajes de los dibujos animados, pero su apariencia tierna no les impide ser letales, advierte el director del Parque Zoológico Benito Juárez.

“El león ya hace daño, como con un cortador, y el tigre, que es el más grande, puede morder como un perro grande y tiene garras muy peligrosas. Pueden verse inofensivos, pero no lo son”, explica.

Y si ahora, que son bebés, pueden hacer daño, más aún cuando sean adultos y alcancen un peso enorme y una fuerza que les permita correr para cazar cebras, antílopes o ñúes.

No hay una certidumbre sobre su futuro, asevera Medina Ávila, ya que no se ha decidido en dónde habitarán de manera permanente, pero mientras tanto serán huéspedes de honor en el Parque Zoológico Benito Juárez.

Deja un comentario