La noche negra de los resineros aún no se retira y no parece tener fin. El precio de su producto sigue en la lona y sus capacidades económicas de resistencia se van mermando al paso de los días. El 84% de las personas dedicadas a esta actividad tienen como único ingreso la venta de la resina.

Almacenarla para venderla cuando el precio mejore es una apuesta que muy pocos pueden realizar porque ello depende del monto del ahorro familiar, el mismo que se consume día con día mientras la resistencia transcurre.

Por esta razón, las más de 90 mil hectáreas de bosque de pino trabajadas para la extracción de la resina en Michoacán corren riesgos. Uno es la venta de predios para el cambio de uso de suelo y otro el crecimiento de la tala ilegal. Ambos motivados por las urgencias económicas de sus dueños quienes buscan así ingresos para sobrevivir.

El viacrucis por el que transitan los resineros, sin embargo, podría mitigarse si el gobierno estatal y el federal intervinieran con sentido de justicia para modificar las capacidades competitivas de este sector olvidado.

La causa de su penuria, se ha dicho, es el mercado ―el mercado sin más― que ahí está el origen de la caída del precio de la resina. No obstante, hay factores en ese mercado que juegan en contra de los resineros michoacanos, favoreciendo las importaciones antes que al producto nacional.

Uno de esos factores tiene que ver con las facilidades arancelarias que el gobierno de México otorga a la importación de resinas de otros países, colocando en segundo plano a la producción nacional, olvidando el destino económico de más de 10 mil familias afectadas y olvidándose del valor ambiental que la resina tiene para nuestros bosques.

A pesar de que la producción nacional de resina apenas cubre el 30% de la demanda interna y que la demanda de este producto está en crecimiento por el valor de sus múltiples derivados, las empresas locales sacan ventaja de los tratados internacionales comprando más barata la resina de importación y castigando la mexicana, aunque la nacional sea de mejor calidad y se obtenga de prácticas sostenibles.

Este podría ser el caso de una de las empresas mexicanas que está importando resina de Nicaragua y con la cual ha abarrotado sus existencias permitiéndole manipular el mercado castigando el precio de la resina local.

Dicha resina provendría de los bosques miskitos nicaragüenses que están siendo sobreexplotados por el grupo Vida Group, según una investigación periodística de Sasha Chavquin, Eli Muskowitz, Cristopher Mendoza y María Fernanda Chávez.

Vida Group, conforme al reporte periodístico, es el rey de la exportación de resina de ese país pues factura el 90% de las ventas de esta materia prima al exterior. Es un grupo creado en 2015 con el apoyo de la dictadura de Daniel Ortega que con rapidez inusitada obtuvo los permisos para su operación y en 2019 despegó con grandes ventas.

Esta empresa, conforme al reporte, ha crecido de la mano de un personaje singular, Salomón Osorno Cóleman, que pasó de ser enemigo armado de Ortega a su aliado político en los últimos años. Es un personaje útil para la dictadura sandinista que le paga el precio por construir la “pacificación” y “reconciliación” con los miskitos, a quienes lideró como “contra”.

Lo anterior viene a cuento porque esta empresa estaría atrás de la exportación de resina a México aprovechando los abatidos aranceles resultados de los acuerdos comerciales de México con Nicaragua de 1997 y la voluntad política del dictador Ortega para asegurar que México sea comprador de la resina de Vida Group que antes tenía qué vender a Vietnam haciendo un viaje largo y costoso.

Tales exportaciones a México y en particular a Michoacán se reflejarían en la balanza comercial de nuestro país con Nicaragua. Los datos de la Secretaría de Economía del gobierno federal apuntan a una actividad de importación creciente durante los últimos años.

Se puede observar cómo la balanza comercial entre Michoacán y Nicaragua ha crecido negativamente.

En 2018 fue de -3.41 mil millones de dólares, y en 2022 de -57.3 mil millones. ¿Qué es lo que Michoacán le compra tanto a Nicaragua, acaso camisetas, cables eléctricos, cacahuates, azúcar de caña, sacarosa y mariscos?, ¿o resina?

Los resineros de Michoacán parecen estar en el altar de los sacrificios para beneficiar a empresas extranjeras y monopsonios locales.

Atrás de la crisis por el precio bajo de la resina no está “el mercado sin más”, están reglas de juego comerciales y políticas manipuladas por encima de los criterios de competencia justa y de protección del mercado nacional y el cuidado del medio ambiente. La noche obscura de los resineros parece que tiene hasta un componente geopolítico. No será fácil salir de ese túnel.

Se precisa la reforma de los acuerdos comerciales que sacrifican erróneamente nuestra producción resinera; se requiere de un sistema que restrinja la entrada de productos obtenidos mediante prácticas dañinas al medio ambiente y que proteja, por su impacto ambiental, la producción resinera local sostenible.

Es urgente acelerar el reconocimiento de la marca Resina Michoacán con valor ambiental; el ejecutivo y legislativo estatal tienen el deber de generar política pública para respaldar la producción resinera promoviendo prácticas que generen mayor valor; tienen que poner atención en este sector que es vital para el cuidado de los bosques; deben buscarse en lo inmediato alternativas que les permitan a las más de 10 mil familias involucradas en esta actividad sobrevivir con dignidad durante estos días aciagos.

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