Foto: ACG

Primero, la masacre en Coyuca de Benítez de 13 agentes policíacos, a manos del crimen organizado; después, la fuerza de la naturaleza concentrada en el huracán Otis. Francisco Gómez y su familia, así como, al menos, 14 familias más, fueron doblemente afectados, por la violencia humana y la violencia de la naturaleza.

Sentado, en un café en el Centro Histórico de Morelia, Francisco Gómez habla con miedo. Le han animado a salir a la luz pública, incluso, a buscar interponer una denuncia por los delitos que ha enfrenato desde que su cuñado, policía ministerial en Coyuca de Benítez, Guerrero, fuera asesinado con otros 12 elementos, el 24 de octubre pasado.

Sin apoyos “ni siquiera para la caja” de los fallecidos; sin seguridad; objeto de amenazas constantes, los dolientes de los policías muertos salieron de noche, con lo que pudieron meter en maletas y en taxis, rumbo a distintos lugares del país.

Francisco Gómez creyó poner a salvo a los suyos en Acapulco, pero 24 horas más tarde el huracán Otis tocaba tierra en ese punto y arrasaba con la zona turística, dejando personas fallecidas, desaparecidas y lesionadas, además de cuantiosos daños materiales.

“Perdimos todo, lo que dejamos en Coyuca y lo que nos llevamos a Acapulco. Ahora estamos aquí, pero tenemos miedo”, expone.

Suman cinco días en Morelia Francisco Gómez, su hermana, su esposa y siete menores, sus hijos y sus sobrinos, con miedo de regresar a Guerrero y con miedo de quedarse en Michoacán.

Foto: ACG

Y es que conoce el terror no sólo como familiar de un policía y de una víctima de homicidio, sino como transportista, obligado por células delincuenciales, a cuyos líderes ha visto violar, matar, a participar en bloqueos carreteros o transportar drogas.

“No queremos dinero, queremos condiciones para ganarnos la vida, queremos seguridad, somos gente de trabajo, nosotros llegamos a Michoacán, otros se fueron a Estado de México, Baja California o Estados Unidos, todos con miedo, porque nos tienen bien ubicados y lo único que necesitamos es saber si aquí sí podemos trabajar, si aquí sí podemos vivir”, destacó.

Sentado, frente a la Catedral de Morelia, parecería un turista más, si no fuera por los reporteros que se acercan a entrevistarlo, las cámaras que enfocan su rostro y la mirada de miedo que intenta localizar un lugar seguro para su familia.

“Exigimos, suplicamos, al gobierno federal y estatal de Guerrero que tomen cartas en el asunto, hoy fuimos nosotros, pero mañana puede ser cualquiera, agradecemos a la gente que nos ha brindado la mano en estos momentos, pero también quisiéramos pedir al gobierno de Michoacán que sirva como puente de comunicación con las instancias correspondientes para poder liberar esa zona de Guerrero de los delincuentes y que nuestros policías asesinados obtengan justicia”.


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