Foto: ACG

Morelia, Michoacán

Un ambiente donde se entremezclan la fiesta y la nostalgia, la felicidad por el reencuentro y la tristeza por los días de ausencia, impera en el Panteón Civil, este 1 de noviembre.

La fecha corresponde a los angelitos, los pequeños fallecidos apenas fueron bautizados, pero la realidad es que desde días atrás familias completas acuden al Panteón Civil para acompañar a sus padres, abuelos, hijos, nietos, hermanos, amigos.

Afuera, la algarabía del comercio popular, entre flores de todos los colores y los olores, veladoras, velas, tacos de carnitas, pan dulce y salado, coronas y cruces, aguas frescas, calaveritas y más, necesarios para ornamentar las tumbas de sus seres queridos o para hacer las faenas bajo el Sol intenso.

Adentro, las notas de una banda que interpreta el infaltable Amor Eterno a golpe de guitarra y trompeta, los gritos de niños que corren entre las lápidas mientras los adultos limpian y regañan esperando imponer orden, los azadones que caen sobre la maleza y los chorros de agua para lavar y poner flores frescas.

Tras horas de arduo trabajo, unos minutos para elevar alguna oración, platicar con el ausente por tanto tiempo, hablar de él y con él, sobre él, comer y beber un poco, para finalmente recoger todo y partir a casa.

No hay estos cuidados para todas las lápidas. Algunas yacen sobre la tierra, en evidente abandono, en tanto que otras aparecen solas, sin flores, sin agua limpia, sin coronas, sin manos amorosas que les den algunos cuidados, sin un rezo breve, sin visitas.

Fotos: Fátima Paz

Sólo en la temporada de Noche de Muertos, la administración municipal prevé que más de 100 mil personas acudirán a los panteones municipales, concesionados y en las tenencias, para honrar a sus seres queridos fallecidos.

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