FOTO: ACG

Morelia, Michoacán

Es color, belleza y tradición; se le atribuyen propiedades curativas y hasta sirve de base para elaborar insecticidas. Pero, sobre todo, es la historia de amor perenne entre Xóchitl y Huitzilin, los Romeo y Julieta de la cultura náhuatl.

Lo cierto es que su olor y sus tonalidadaes amarillas no tienen par. Por eso fue la flor elegida por los ancestros para marcar el camino de regreso de los Fieles Difuntos. Las Ánimas se guían por la luminosidad de su color y el aroma de cada uno de sus 20 pétalos.

Se trata de la flor de cempasúchil, un elemento intrínseco a la tradición pagano-religiosa de la Noche de Muertos.

Es también colorante de textiles y ha sido usada para “arreglar” los malestares del vómito, la indigestión y diarrea.

La flor de 20 pétalo crece en otoño y desde octubre comienza a adorar tumbas, ofrendas y caminos.

La leyenda naáhuatl la asocia, en la época prehispánica, al camino por el que regresan los fieles difuntos; con las velas alumbras y los pétalos que tienen el color y el aroma al fuego del sol, trazan el ansiado retorno, ese de apenas unas horas, donde la esperanza del reencuentro deja de ser un sueño y se convierte en esperanza.

Xóchitl y Huitzilin

Eran unos niños, aztecas, cuando se conocieron. Jugaban todo el tiempo y terminaron enamorándose.

Cada tarde subían a la montaña y le llevaban flores a Tonatiuh, el dios del sol. Ante él se juraron amor eterno y él les permitió, al final, rebasar incluso las barreras de la vida.

La guerra mató a Huitzilin, quien tuvo que ir a luchar por su pueblo. Murió en combate y cuando le dijeron a Xóchitl lo sucedido, ella moría también de dolor; por eso fue a rogarle al Dios Sol que la dejara unirse por la eternidad con su amado.

“Conmovido, Tonatiuh lanzó un rayo y al tocar a la joven desconsolada, la convirtió en una flor amarilla como el sol”, en cuyo centro se posó un colibrí, según cuenta la leyenda.

La ave era Huitzilin, y apenas él llegó, la flor se abrió en veinte pétalos. El Dios Sol los cuida y se ha dicho que, mientras existan los colibríes y las flores de cempasúchil, el amor de ambos perdudará.

Las distintas culturas mexicanas asociación a la bella flor con sus tradiciones más intrínsecas. Los mexicas, por ejemplo,  la reconocen un símbolo de vida y muerte.

Michoacán, hogar de la flor del amor

Cada año, los campos de Michoacán se llenan de su perfume y su color. Inunda con su olor mercados, escuelas, oficinas públicas, hogares y plazas; no se digan los jardines y comercios.

La producción total, anual; en 2022 fue de 559 mil 390 manojos con una venta de 19 millones 903 mil 650 pesos en el estado y un valor de producción de 47 millones 335 mil 650, de acuerdo con información de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) de Michoacán.

58 especies

En el continente americano, se contabilizar 58 especies de esta flor, de la cual, en México, se cultivan al menos 35 de ellas, que, antes de la crisis en el medio ambiente, florecían pasada la época de lluvia.

El Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), refiere a los estados de México, Guanajuato, Hidalgo y Michoacán como los que tienen condiciones óptimas de suelo y clima para su producción.

En el caso de Michoacán, el cempasúchil se produce en campos de los municipios de Erongarícuaro, Pátzcuaro, Quiroga, Tzintzuntzan, Salvador Escalante, Lagunillas, Huiramba, Tarímbaro, Copándaro, Huetamo, San Lucas, Nocupétaro, Carácuaro, Turicato, Tacámbaro, Madero, Zacapu, José Sixto Verduzo, Irimbo, Áporo y Tuxpan, en una superficie total de 430 hectáreas.

La ciudad de Morelia la elegió como su símbolo favorito este 2023, para conmemorar la Noche de Muertos.

El gobierno de Alfonso Martínez ha dispuesto de 3 mil flores para adornar plazas y otros espacios públicos del corazón de cantera, como son: la Plaza de Armas, la Melchor Ocampo, San José, Jardín de Capuchinas, Plaza Villalongín, las Rosas, las Tarascas y el Jardín de la Biblioteca pública, entre otros espacios.

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