Emocionarte

El origen de esta frase, que ha causado revuelo en más de alguna ocasión, tiene sus inicios por la canción de “Nunca más” de Javier Solis, la cual antes de modificarse dice: “Pégame, mátame si quieres, pero no me dejes. No, no me dejes nunca jamás”. De esto se deslindan una opinión de burla y otra de crítica o preocupación, pues a qué punto tendría que llegar o permitir una persona para decir algo así.

Al estar enamorados todo se ve color de rosa, no hay nadie en el mundo como él o ella. Sin embargo, al pasar el tiempo se van notando los defectos de la pareja, comienzas a darte cuenta que el otro u otra hace cosas que no te gustan, que te lastiman o incluso cosas que pueden llegar a bajar tu autoestima.

Según la Organización Mundial de la Salud la violencia es: “El uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”.

Continuando con lo anterior, se puede determinar que si bien no existe un consenso único para clasificar los tipos de violencia que existen, sí puede ser posible hacer una categorización de forma general, dividiendo las más comunes en: física, psicológica, sexual, patrimonial, económica o negligente.

Aunado a ello, Lenore E. Walker, asegura que la violencia aumenta de forma cíclica o en espiral ascendente, especialmente la ejercida en pareja, dividiendo las etapas del ciclo de violencia en: fase cero, acumulación de tensión, crisis o evento violento y luna de miel.

Lo peligroso en esto, es que una vez que se cumpla ciclo, va incrementando la fase del evento violento, por lo que se podría presentar un riesgo inminente para la víctima; a la par, también existe el riesgo de que la persona se habitue a lo que se esta experimentando, incluso la situación se comienza a ver como algo “normal”, aunque no es así.

La primera vez que la pareja tiene un acto violento, por supuesto que la víctima se da cuenta de que no está bien, pero cree que cambiará. A esto se le conoce como disonancia cognitiva “falacia del cambio” la cual se presenta regularmente con pensamientos como: si yo cambio algo, la otra persona también lo hará y si me portó “bien”, la otra persona también.

Es decir, una vez dentro del ciclo de violencia el pensamiento se puede llegar a distorsionar de muchas formas y no solo eso, sino que las funciones biológicas de respuesta de la persona víctima de violencia, también se pueden ver afectadas.

No obstante, se debe entender que la crítica que la sociedad hace, lejos de ayudar, vulnera nuevamente a la persona. No, no le gusta que le peguen o le violenten, en realidad no se va por muchos factores más.

En relación a ello, es importante saber que lo psicológico y lo biológico van de la mano, pero esto a su vez también está ligado a lo social. Lo cual quiere decir que si el contexto social es “tranquilo”, la persona se desarrollara biológica y psicológicamente mejor, caso contrario si el contexto es hostil o violento, la persona sufrirá alteraciones biológicas y psicológicas.

Ahora bien, un cerebro violento incrementa la producción de vasopresina, cortisol, noradrenalina, testosterona, linfocinas e interleucinas, las cuales son de forma general un cóctel de hormonas, células y neurotransmisores que el cerebro naturalmente segrega; además de que al mismo tiempo puede llegar a ser alexitimico, osea que presenta una incapacidad para reconocer e interpretar emociones.

Foto: ACG

Referente a ello, Feggy Ostrosky, señala que “nacemos con una predisposición a la agresión, para posteriormente aprender cuándo podemos y debemos expresar o inhibir estas tendencias”.

Pero, ¿Que pasa con el cerebro de la víctima?

Eduardo Calixto, refiere que, el cerebro se cansa de llorar porque se invierte demasiada energía, de igual forma en una discusión, las neuronas espejo ayudan a qué la otra persona se tranquilice al ver el llanto; sin embargo, esto solo ocurre si hay una buena salud menta, caso contrario a una persona que ve a alguien llorar y se pone iracundo.

De lo anterior podemos concluir que el debate inicial sobre la “víctima” o “victimario”, y la “bondad” o “maldad” inherente de cada uno, se resuelve tomando en cuenta tanto factores biológicos como la influencia del medio, lo cual permite que el problema de violencia sea viable corregir desde diversos frentes.

Además, la evolución también ha seleccionado características que atenúan la agresión desbocada, así como la pasividad que llega a existir en las víctimas.

Hasta este punto se puede entender que tanto el cerebro del agresor como el de la víctima, en un ciclo de violencia, presentan diversos movimientos internos en sus procesos y el trabajo del giro del singulo que interpreta emociones, la amigdala cerebral que genera la conducta y el hipocampo lo recuerda, lo cual desata periodos críticos.

Foto: Alfredo Soria/ACG

Retomando el párrafo del contexto, es primordial entender que es uno de los factores que llevan a la repetición de patrones aprendidos, que las heridas de la infancia no sanadas serán parte de las carencias afectivas y que a través de esto, las personas se irán relacionando. Por lo que, una persona que es violentada, no se va porque le guste ser maltratada, no pide a gritos que le violenten, sino que las formas de apego, la dependencia y todo lo que se va generando, dejan a la persona sin recursos para afrontar las situaciones que se viven.

En conclusión, es difícil determinar una única razón de por qué la persona violentada no abandona a quien le agrede, ya que existen tantas circunstancias como personas. Escuchado la vivencia de la víctima, algo que la engancha más al ciclo es justamente que los comentarios de las personas que se supone deberían de ser su “red de apoyo” están centrados en la criticar, en juzgar conductas o decisiones y al escuchar esto se aísla, terminando con la posibilidad de poder romper con el ciclo.

Aunque todo esto es bastante relativo si podemos observar que, por norma general, existe un patrón, si bien en un inicio de la relación si existe la relación de afecto, esta evoluciona a una dependencia, y cuando la fase de luna de miel se extingue, aparece el miedo, por lo general un miedo a la agresión que viene ligado al miedo a perder otras cosas, así que si estás dentro de un ciclo de violencia o alguien que conoces lo está, lo primero es acudir con un especialista, que ayude y oriente para alcanzar su estabilidad física y emocional.

Rompe el silencio. Cuando seas testigo de la violencia, no te quedes de brazos cruzados. Actúa!!
(Ban Ki Moon)


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2 COMENTARIOS

  1. Mucha teoría, pero la autora no tuvo ni idea de cómo expresar la neuropsicología de la víctima, que mal que hagan copy paste sin entender bien lo que quieren explicar.

    • Gracias por la lectura y la aportación. Me parece importante explicar teóricamente el cuáles son los procesos internos, porque creo que dando un sustento podría ayudar a qué las personas entiendan porque alguien violenta, permite ser violentado o se queda en un ciclo de violencia. Sin embargo, la opinión personal de una servidora, se puede leer en la conclusión.
      Gracias nuevamente por la aportación.

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