Morelia, Michoacán

Lucía Zárate, una enanita mexicana actualmente olvidada, alcanzó fama mundial como una estrella del circo y logró actuar para la reina Victoria de Inglaterra y el zar Nicolás de Rusia, dos de los gobernantes más poderosos de su tiempo.

Y conste que la pelea por el estrellato en esos tiempos no debió ser fácil, pues la connacional tuvo que enfrentar a figuras como Mademoiselle Gabrielle, la bella mujer partida por la mitad o Francesco Lentini, el hombre de tres piernas y dos genitales, entre muchas otras. 

La vedette, que solo medía 50,8 centímetros y pesaba 6,3 kilogramos, triunfó en los más afamados circos de fenómenos del pasado siglo en los cuales se metía el público morboso en el bolsillo con solo caminar de manera pintoresca y lanzar algunas sonrisitas inocentes.

Según las crónicas biográficas que circulan en las redes, sobre la vida de esta menuda dama se sabe muy poco.

Nació con solo 17 centímetros en lo que hoy es el municipio de Úrsulo Galván, Veracruz, el 2 de enero de 1864, y a pesar de los pronósticos poco alentadores de los médicos, logró sobrevivir.

Sus padres fueron Fermín y Tomasa, personas de talla normal que procrearon otros tres hijos, uno también de corta estatura, a quien llamaron Manuel, fallecido de manera prematura.

Aun así sus progenitores la tuvieron muy difícil con ella: tenía un ligero retraso mental, y su cuerpo, menos su nariz, dejó de crecer a los 8 años. Padecía de enanismo primordial osteodisplásico microcefálico tipo II.

Camino de la fama

Luego de vivir un largo anonimato en Veracruz durante su niñez y parte de la adolescencia, viajó con su familia hacia los Estados Unidos cuando tenía 12 años, y tras aprender inglés, debutó como artista invitada en la Exposición Universal de Filadelfia de 1876, un evento para festejó el Centenario de la independencia del vecino país.

Su apuesta en favor del espectáculo se había consumado y, a partir de ahí, al lado de su mánager Frank Uffner, empezó a presentarse en el PT Barnum y en otros circos norteamericanos de fieras y personas con horribles deformaciones, donde hizo época por su tamaño y su graciosa apariencia.

Vivió en sus primeros tiempos “en una gira maratónica” que la llevó “de feria en feria y de costa a costa”.

Más tarde, se asoció a Francis Joseph Flynn, el “General Mite”, un hombrecito con 6 o 7 cm más que ella de quien estuvo medio enamorada. Ambos hacían una curiosa presentación, llena de escenas románticas y cotidianas, pero algo fantasmales y etéreas, que eran interrumpidas por un chino de más de dos metros de altura llamado Chang.

En 1880 arrancó su gira por Europa con la Compañía Liliputiense de Ópera, como la bautizó Barnum, integrada por media docena de liliputienses con nombres de guerra gigantescos. Por aquellos días, The Washington Post la describe como la “maravillosa enana mexicana” y “un imán diminuto, pero todopoderoso a fin de atraer al público”.

Durante aquella gira, Lucía recibió la invitación de la reina Victoria para reunirse con ella en una audiencia privada y tuvo que subirse a una escalera de tijera para estar a su altura a la hora del besamanos y las genuflexiones.

Después, cautivó al zar Nicolás en Rusia, para quien agregó un número de Kazachok, una danza tradicional ucraniana que bailó con el gigante Chang.

Era tan famosa que hubo mafiosos que quisieron secuestrarla en tres ocasiones.

En 1884 Lucía regresó a Estados Unidos y renunció al circo de Barnum para montar su propia compañía y seguir con sus presentaciones por cuenta propia.

Según sus biógrafos, Lucía pudo reunir una fortuna que le permitió vivir de manera acomodada. Incluso, sus padres pudieron adquirir un par de propiedades en Veracruz.

El Libro Guinness de los Récords la registró a los 17 años como “la persona adulta más pequeña del mundo”, un hecho verificado por expertos de la Universidad de Oxford.

El escrito mexicano Jordi Soler nos regala una imperdible descripción de la enana:

“Su cabeza, del tamaño aproximado del puño de un hombre, está bien formada y tiene el pelo marrón y suave. Lo único que se sale de proporción es la nariz, que parece la de una mujer de tamaño normal. Tiene ojos negros brillantes, es inteligente y conversa, en la lengua de sus padres, con una graciosa vocecita”.

El fin y el legado de la vedette liliputiense

Lucía falleció el 28 de enero de 1890, a la edad de 25 años, en los Estados Unidos, a causa de una hipotermia, después de que el tren donde viajaba con su circo quedara varado en las montañas de Sierra Nevada durante 13 días.

Al congelamiento también se deben sumar los problemas intestinales que le causaron a la joven las carnes enlatadas, el único alimento que había en el tren, convertido en una auténtica caja de muertos.

Fue una estrella que jamás sonrió en ninguna de las fotografías en las que aparece.

La vida de Lucía llevada a la literatura

La breve vida de la enana inspiró un par de libros que incursionan en su biografía con un toque de mágica ficción.

El autor mexicano Jordi Soler en su novela El cuerpo eléctrico (Alfaguara, 2016) llena los espacios en blanco que existen en la vida de la vedette para darnos un relato con diversos matices sobre ella.

Por su parte, la autora ecuatoriana Cecilia Velástegui, radicada en Estados Unidos. dio a conocer la obra Lucía Zárate. The Odyssey of the World’s Smallest Woman, la cual le permitió ser finalista de los premios Prólogo Indias, dedicados a premiar a las producciones independientes.

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