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Morelia, Michoacán

Florencio Lucas Santiago y José Humberto Tinoco Tinoco se casaron a lo grande, mediante los usos y costumbres de la comunidad de Ihuatzio, ubicada en la zona lacustre de Michoacán. Su boda recibió a cerca de 400 personas y fue la primera de este tipo en esta parte del estado y probablemente en Michoacán.

“En Ihuatzio yo vi que hubo un cambio muy grande después de la boda”, platicó Florencio en entrevista para Primera Plana Mx.

El cambio aparentemente fue más notorio en los niños que en los adultos, pues se opuso abiertamente a su compromiso. Al menos no en Ihuatzio, las únicas críticas que recibieron fueron en redes sociales y de gente de Pátzcuaro, platicaron.

Recordaron que uno de sus invitados anunció que iría, pero no llevaría a sus hijos porque, “¿cómo les iba a explicar que dos hombres se estaban casando?”, aunque este dilema no se presentó al resto de los concurrentes, quienes llegaron con sus familias completas. Esto fue positivo, consideran, pues dio pie a que las familias pudieran hablar con sus hijos sobre este tipo de temas.

“Hace poco íbamos por el pueblo caminando y venía un grupo como de cinco niños de entre seis y ocho años y empezaron a murmurar entre ellos, pero señalándonos a nosotros, y uno dice ‘pero los gais son buena onda'”, comentó Florencio entre risas.

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Consideró que esta toma de conciencia de los niños representa un gran avance:

“Yo creo que sí llegaron a preguntar por qué se casaron dos hombres, porque sí nos viralizamos en redes sociales, los padres les debieron de haber dicho mínimo lo que ellos piensan desde su punto de vista, pero los niños van teniendo esa educación del respeto o de que hay más diversidad, en esa parte creo que dimos un paso enorme”, reflexionó.

Esto debido a que la infancia era distinta cuando a él le tocó crecer. Explicó que Ihuatzio es una comunidad pequeña, con muy pocos habitantes y todos se conocen, de modo que su orientación sexual nunca fue un secreto para nadie, pero aunque ahora es plenamente aceptado, durante la adolescencia fue objeto de cierto bullying:

“Me tocó vivir como de los 14 a los 19 años más o menos esa parte donde los grupitos de niños decían ‘mira, ahí va lenchita’, porque me dicen Lencho en el pueblo, ‘ahí va tu novio’. Es incómodo que vas pasando y te van tirando indirectas y hoy que los niños sepan, ya estamos deteniendo el bullying, la discriminación”, celebró.

“En Pátzcuaro hay estigma contra la comubidad, no por ser la comunidad pequeña, ya creció y tanto lo bueno como lo malo (creció). En la boda recibimos comentarios cuando se hizo público, se viralizó, estuvo en redes sociales, leímos varios comentarios tanto buenos como malos, pero eran contados los que eran malos. Creo que a raíz de ciertos eventos como por ejemplo en este caso la boda de nosotros, surge también para que den su opnión tanto positiva como negativa, pero a a vez las misma personas les contestan”…”, explicó por su parte José Humberto.

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“Tuvimos una amenaza de que nos echarían a perder la boda”

El principal motivo de discordia no fue la boda en sí, sino labanda que contrataron para amenizar, lo cual se convirtió en el principal obstáculo a superar.

A más de un año de la celebración, que se llevó a cabo el 12 de febrero de 2022, la pareja rememoró que no sólo contaron con el respaldo de sus familias, sino de la comunidad en general.

Aseguraron no haber vivido ningún tipo de discriminación durante los preparativos, pues sus familias ya conocían su orientación sexual y sabían que eran pareja, al igual que la comunidad de Ihuatzio, de donde es oriundo Florencio Lucas.

Cuando se casaron tenían un año y cuatro meses de novios. La premura, más que la boda en sí, fue lo que sorprendió a sus familias. “No nos creían que nos íbamos a casar hasta que empezamos a buscar padrinos”, recordó Florencio.

“Mi familia me apoyó, estaba un poco escéptica al principio, más que nada porque teníamos poco de conocernos para tomar la decisión de casarnos, pero lo tomaron bien”, agregó José Humberto, quien es originario de Pátzcuaro.

Los únicos obstáculos a los que se enfrentaron fueron dos: por un lado, la negativa de las autoridades a destinar seguridad pública durante el recorrido que hicieron por el pueblo en compañía de la banda y segundo, por el grupo musical que decidieron contratar, pues era el mismo que tocaría durante las fiestas patronales.

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-¿Nunca se desanimaron?

“En ningún momento. Siempre fue lo que nosotros queríamos. Lo único fue que trajimos la boda de un lugar a otro.

“Teníamos planeado que iba a ser en un salón, hubo una amenza de ataque pero no tanto por el matrimonio, sino poque la banda que teníamos iba a estar en el cierre de la fiesta patronal de Ihuatzio, la más grande que iba a estar, y resulta que la contratamos para que estuviera en nuestra boda. El grupo organizador se sintió ofendido, porque dijo “cómo una banda grande va a estar en una boda”.

“Ahí es por cooperación, o sea, todo el pueblo va a cooperar para traer una banda que va a estar en la fiesta y entre dos chavos la van a traer a su fiesta de boda.”

Al final, sí tocaron y lo organizadores de las fiestas tuvieron que conseguir otra banda, pero la fiesta no se pudo hacer en el salón que se había pensado, por miedo a que les fueran a ir a echar “relajo” ahí, y se trasladó a un jardín privado.

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La boda, haciendo valer el derecho a los usos y costumbres

Tal vez no sea la primer boda LGBTIQ+ en tierras purépechas, pero sí es la primera que se apegó a los usos y costumbres y se hizo a lo grande.

“Si ha habido (otras bodas) pero la diferencia es que nosotros lo hicimos muy públco, con las tradiciones del pueblo, lo hicimos lo más parecido a una boda tradicional. Ha habido más bodas, pero es únicamente el civil y a su casa”, explicó Florencio.

-¿Cuáles son estas tradiciones?

El joven detalló que además del recorrido por el pueblo con la banda, la familia lleva canastos de fruta en agradecimiento al padrino y los regalos se entregan bailando al son de la música. “La víbora, el brindis, prácticamente todo.”

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-¿En qué estuvo que se animaron?

“Cuando platicamos de casarnos, Humberto me decía: a mí no me importa la fiesta, yo con casarnos; pero le dije: yo sí quiero casarme como se casan acá en el pueblo y sí quiero una fiesta como tal. Fue a raíz de ahí que decidimos hacerlo así, porque es algo que yo quería que se llevara a cabo, sobre todo por el tema de inclusión, necesitamos también nosotros empezar a incluirnos como personas de la comunidad, incluirnos a las partes sociales de la comunidad, por eso decidí hacerlo, para empezar a romper esa barrera de ‘ay, no, yo me caso nada más por debajito del agua’, es excluir también.

“Es hacer valer nuestros derechos de usos y costumbres”, explicó Florencio.


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