Historias del Tercer Mundo

Foto: Wendy Rufino

Andrés Manuel López Obrador vive y reina en el País del Nunca Jamás, donde no hay masacres ni desaparecidos, el Estado no está a los pies del crimen organizado, las feministas son malas y los medios de comunicación que no cantan sus alabanzas son pasquines inmundos.

Un país donde todos son niños, por no decir estúpidos, que fueron malos estudiantes de primaria con programas mediocres y dejaron a medias la secundaria y se creen todo lo que les diga su máximo rey, el único adulto en el País de Nunca Jamás, que porta un largo abrigo guinda.

Este funesto personaje está pirata, tiene un cuervo en el hombro y un trauma de cuando perdió una elección porque se la comió un cocodrilo llamado Tic-tac-Fe-cal.

La pérdida fue tan grande para el capitán AMLO, que prácticamente perdió la cordura y alimentado por su odio se apoderó de Nunca Jamás y su horrible séquito de saqueadores, depredadores y violentos, lo ayudó a implementar su reinado, el cuarto en la historia de este imperio.

Su mano derecha, el señor Marcelo Smee, fue el encargado de mantener relaciones más o menos amables con otros países y lo hacía risueño y de buen grado, mientras se daba el tiempo de hacer el ridículo en TikTok y lamerle las botas, metafóricamente -espero-, al capitán AMLO.

La Iglesia, sin embargo, tenía otros datos. Y no por estar más cerca de Dios y por tanto de la Verdad con mayúscula, sino por estar al lado de los niños perdidos ¡Estamos perdidas! ¡Perdidas!

Y aunque otras veces el clero calló, cómplice, esta vez la Verdad con mayúscula era tan evidente y tan innegable que no la podrían acallar con sus cantos de sirenas y sería un pecado ocultarla.

A la vista de todos estaba que el capitan AMLO saludó de abrazo y beso a la madre del Chapo Guzmán, uno de los mayores líderes del crimen organizado en el la historia de ese país, preso en Estados Unidos, pero se negó a hablar con madres de desaparecidos y familiares de víctimas de feminicidio. A la vista también de todos estaban las historias de Aguililla y Penjamillo, tierras sin ley, donde sus alcaldes habían sido aniquilados o desaparecidos y sus cabildos desterrados.

Los obispos de todo México preparan un informe que llevarán al Vaticano para entregarlo a la máxima autoridad de la Iglesia Católica, el Papa Francisco. En él, documentan que no sólo el crimen organizado tiene control de una parte del territorio, especialmente en las fronteras tanto del país como de algunos estados, sino que está coludido con todo tipo de autoridades.

José Gil Olmos entrevistó al arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlos, para la revista Proceso y el jerarca reconoció que tuvo esperanza con la llegada del actual presidente por la conformación del Consejo Nacional para la Construcción de la Paz y la Reconciliación, pero ésta se disipó, pues López Obrador nunca los atendió, sino que les mandó a su esposa, Beatriz Gutiérrez, quien en todo momento se mostró incapaz de tomar decisiones:

“Esa es la respuesta que da para los obispos católicos cuando le pedimos algo. Nos contesta: ‘Les voy a mandar a mi esposa’, porque la ha tenido como interlocutora con la Iglesia Católica, pero ella no opera, lo único que dice es ‘yo le paso su saludo al presidente´”, explicó el arzobispo en la entrevista que fue publicada este sábado 25 de marzo en Proceso.

Este consejo, a decir del mismo arzobispo, “no ha terminado de cuajar”. A más de cuatro años del gobierno de López Obrador y a pesar de su insistencia en los abrazos y no balazos, nunca lo proclamó oficialmente y la propuesta de la Iglesia de una verdadera reinserción social sigue en el aire.

Para Garfias Merlos, quien fuera vicepresidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano de 2018 a 2021, es evidente la relación entre los delincuentes y las autoridades. “No es que el político sea el que está coludido o favoreciendo la impunidad, sino que la delincuencia organizada está avanzando y tiene vínculos con los empresarios… con el sector salud, con las autoridades federales, estatales y municipales”, precisó.

También dijo que las mentiras del gobierno -como decir que darán un mejor servicio médico, generarán empleos y acabarán con la pobreza-, crean resentimiento, deseo de venganza, violencia e inseguridad; aunque no habló de mentiras burdas como decir que el crimen organizado no controla el territorio, que no hay masacres y que no hay corrupción.

Mientras tanto, los seguidores del capitán AMLO, vestidos todos de un horrible color guinda, como de sangre sin limpiar, siguen su canto hipnótico, repiten sus mantras y cierran los ojos. Por eso jamás crecerán y dentro de poco, ya tampoco podrán volar y quedarán atrapados por siempre el el México de Nunca Jamás.

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