Fotos: Assaid Castro (ACG) Morelia, Michoacán
José Luis Padilla Retana, el creador de la Fuente de las Tarascas, emblema del estado, fue un torero valiente y corajudo, y luego, se comprometió con el arte animado por el mismo fuego que lo hizo soñar con llenar las plazas. Por fortuna, su pasión aún se mantiene.
Se habla de que ha creado 70 estatuas y que ha protagonizado 13 exposiciones de gran calado. Aunque, hay mucho más.
Inició estudios de pintura en 1960 en el Instituto Michoacano de Arte Popular y ocho años más tarde ingresó a la Academia de San Carlos, donde se adentró en las técnicas de modelaje escultórico.
Desde joven se comprometió con el deporte, la danza, la vida silvestre, la tauromaquia, la charrería y los indígenas y, sin esperarlo, a finales de 1980 ganó un concurso nacional para hacer una obra monumental en el entonces Distrito Federal.
Allí, esculpió el Monumento al Toro Bravo, que se encuentra en el Paseo de las Esculturas en el Bosque de Chapultepec, y más adelante, atrajo los reflectores de una buena parte del mundo al ser contratado por una cigarrera para recrear los bustos de Pedro y Ricardo Rodríguez, famosos pilotos de la Fórmula 1.
Entrevistado por Primera Plana mx al pie de Las Tarascas nos comenta:
“En ese entonces me llama el ingeniero José Martínez Ramírez, propietario de la emisora 91.5 FM, del actual grupo Mármol, que tenía mucha popularidad, y me planteó la idea de retomar el proyecto de Las Tarascas, un monumento que había sido retirado en 1965 para poner la fuente El Huarache, de escasos valores. Recuerdo que me dijo: ‘Tú eres moreliano al 100 por ciento, quiero hablar contigo’. Y así empezó todo…”.
Dispuesto a aceptar el reto, y consciente del gran apoyo popular que tenían las princesas tarascas, Padilla Retana hizo un boceto inicial en cera que, en lo esencial, respeta la idea original el arquitecto del monumento anterior, Antonio Silva Díaz.
¿Qué elementos nuevos le incorpora a Las Tarascas?
Hice algunas modificaciones en las facciones de los rostros de las mujeres para que se vieran más purépechas. La indumentaria es la misma; sin embargo, a la jícara le agregué nuevas frutas, como el elote y la caña de azúcar, para que estuviera más completa y representara más integralmente la dieta de los pueblos originarios.
Después que le aprobaron el plan… ¿se fue de cacería en busca de una modelo?
Así fue, fuimos a Pátzcuaro, a Janitzio, a muchas partes, para buscar un rostro bonito, un rostro de una mujer verdaderamente autóctona, para cuidar mucho las facciones, que son lo más importante.
Por fin, lo encontramos en Yunuén. Íbamos llegando en una lancha, estaba la tarde un poco nublada y vimos a una mujer hermosa en la parte alta de la isla, en una casa muy bonita. Era una joven, no muy joven, pero no madura, con su ropa regional.
El lanchero nos subió y la vimos al lado de un tendido de pescados en unos petates. “Señora, queremos ver si nos permite hacerle una fotografía para un libro que estamos haciendo…”, le comenté. Pero la señora me respondió molesta: “Que libro, ni que fotos ni que nada” y se metió en la vivienda. No les gusta que le hagan fotos.
Sin embargo, no me desanimé y le dije: “Señora le damos el dinerillo que usted quiera…”. Al rato, como ella seguía enojada, decidimos marcharnos. En ese momento, se asomó por la ventana y me preguntó: ¿Cuánto dijo que me iba a dar?
Al final, ella posó para la foto. Esta mujer sirvió de modelo para los tres rostros de Las Tarascas, a los que se le hicimos modificaciones para que fueran distintos.
Tengo entendido que se hicieron varias campañas recaudatorias para levantar el complejo…
Cuando empezamos con los trajines de la construcción el ingeniero Martínez ya tenía un programa de televisión, además de su emisora de radio.
En estos medios, empezó a pedirle al pueblo que apoyara, porque iban a regresar Las Tarascas.
Lanzó una campaña anunciando que a la persona que donara 10 kilos de bronce se le entregaría un diploma. Y, bueno, llegaron muchos. Recuerdo que un día se apareció una viejita y nos dijo: “Yo me encontré estas llavecitas por ahí, señor… y me gustaría tener mi diplomita”. Se le dio y se fue orgullosa. Se junto una buena cantidad y empezamos a trabajar.
¿Qué tiempo empleó en la construcción de las Tarascas?
No recuerdo bien, serían como unos 5 meses. El horno lo pusimos encima de una vieja alberca de una casa de familia. Fue un trabajo muy duro desde la fundación. Hubo quemaduras, machucones, fracturas. Empezamos en 1983 y la colocamos en mayo del año siguiente. La inauguración fue 5 días después.
¿Se emplearon solo trabajadores morelianos?
No, solo un grupo, porque yo me traje de Ciudad de México todo el equipo de mi fundición. De todas formas, se necesitó mucha mano de obra, porque teníamos un límite de tiempo para terminar. Hubo que darle mucha candela, a pesar de que a veces nos quedamos con la “boca seca” por la falta de insumos.
Al final, siempre nos salvaba el ingeniero Martínez, quien conseguía los materiales y los combustibles no sé de dónde. Fue el motor impulsor definitivo de todo el proyecto, la verdad.
¿Anécdotas?
Bueno, como la fundación tenía una ventanita que daba hasta la calle las niñas que pasaban veían como estábamos modelando y se aparecían luego con “monitas” de plastilina simulando a las princesas tarascas.
Me cuentan que la instalación del complejo fue un poco complicada
Pues sí, hicimos por separado las figuras humanas y la jícara, la cual, resultó difícil de trabajar y de ensamblar, una pesadilla. Por suerte, el día de la verdad una grúa la levantó y coincidió perfectamente con las manos de las princesas. Los escalones donde están ubicadas las figuras fueron hechos por un maestro cantero.
¿Satisfecho con Las Tarascas?
Claro, cuando se coloca un monumento debe estar bien pensado para enriquecer parte de la historia y, al mismo tiempo, debe tener valores artísticos, debe ser capaz de embellecer a la ciudad. El arte, no puede humillar ni afectar a nadie. Al contrario, hay que verlo como un obsequio a lo locales y a los visitantes.
Tengo otras esculturas grandes que me costaron mucho trabajo, pero Las Tarascas… son especiales, son de mi tierra y me llenan de orgullo.
No estamos equivocados, no más que hay gente que piensa de otra manera, sin leer, sin estudiar, sin ver la tradición ni aportar nada.
Me da gusto ver como las quinceañeras y los matrimonios jóvenes vienen a hacerse la foto de la ocasión en Las Tarascas. Una vez hasta me invitaron a una boda.