Tres galardonadas, tres historias de vida… un solo grito

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Morelia, Michoacán

Elizabeth, Linda y Maryflor tienen algo en común, más allá de que serán galardonadas con la presea Eréndira en Michoacán: las tres han padecido violencia. Una violencia con diferente rostro, pero que al final de cuentas, dicen ellas, una violencia que lacera y que daña.

Por eso, se parecen en algo más: todas decidieron poner un alto a esas lesiones, alzar la voz, tomar bandera y ser ahora un ejemplo de lucha, de valentía y de fuerza.

Foto: Iván Botello

‘Las mujeres sordas no existen para la sociedad’

La sordera es un tema que sigue a Elizabeth Vega Mora tanto como su sombra. Nunca se aparta de ella y, por eso, decidió desde que tenía sólo 13 años gritar para se reconozcan los derechos de todas las personas con discapacidad auditiva.

“Soy madre de una joven sorda, esposa de una persona sorda, hermana de nueve personas sordas e hija de una madre sorda, luchona y trabajadora. Este reconocimiento es más para mi madre y para todas las mujeres como ella, que para mí”, dice durante una entrevista con Primera Plana MX, teniendo frente a sí a las otras dos galardonadas.

Para ella, la dificultad de escuchar no hace tanto daño como la sordera de los gobiernos y de la misma sociedad.

“Es difícil acceder a la justicia, pero ahora imagínate a una mujer sorda que va a poner una denuncia, una demanda, y que nadie le entienda, que vive los 365 días en silencio (…) Las mujeres sordas no existen para una sociedad; somos invisibles hasta en el conteo, porque no sabemos cuántas hay en esta condición”, recrimina.

Liz, como le gusta que le digan, apela a que este #8M sea un día de reflexión, de análisis y de visibilizar a las mujeres con discapacidad, y que Michoacán “sea el estado que les ponga la atención debida”.

Foto: Iván Botello

‘Estar muerta en vida’

Linda Tinajero Ponce es una sobreviviente de la violencia vicaria, esa que, resume ella, mata en silencio:

“Es una violencia que se da con la retención de los hijos o la manipulación de la pareja a través de ellos. En mi caso, el papá de mi hija la retiene con el pretexto de la pandemia y echa mano de todas las argucias legales para quitarme la custodia e impedirme un año con dos meses que yo tuviera contacto físico con ella, ni por videollamadas”, relata.

Señala que su experiencia fue la que la llevó a exhibir y luchar contra un sistema de justicia que ella describe de injusto, engorroso y desgastante.

“Hay muchas mujeres que, aunque sean excelentes madres, pierden la custodia y los casos por no poder dedicar tanto tiempo y recursos a los juicios. Por vez primera esta violencia tiene nombre: se llama violencia vicaria.

“Es una de las violencias no visibles. Nosotras no tenemos marcas de golpes, no estamos muertas, pero si invisibilizadas. Es una tortura por dentro el que te quiten a tus hijos, hay mamás que llevan hasta tres años sin ver a sus hijos, es una muerte en vida”, describe.

En el marco del Día Internacional de la Mujer, aclara que no se trata de una lucha de mujeres contra hombres, sino de hacer visible la desigualdad que existe, porque “las leyes están hechas por hombres, para los hombres”.

Foto: Iván Botello

‘Gritemos con nuestra digna rabia’

A su corta edad, Maryflor Rojas dedica parte de su vida a defender los derechos sexuales y reproductivos, y hoy es una de las voces de la organización Amnistía Internacional en México.

“Lo que tenemos desgraciadamente en común con mis otras dos compañeras galardonadas es que nos ha atravesado la violencia de distintas formas”, reflexiona la también abogada, experta en casos de violación, feminicidio y agresiones contra mujeres.

Explica que gusta de impartir talleres para erradicar los estereotipos que se han impuesto contra las mujeres, ya que esa también es una forma de violencia hacia ellas y lamenta que los gobiernos no dediquen más recursos para que esos programas lleguen a todos los rincones, sobre todo, aquellos de más difícil acceso.

“Por eso la frase ‘ni una más’ va más allá de un tema en específico, abarca varios ejes. Cuando la escucho en las marchas me enchina la piel, me conmueve. Es una frase que abraza, que significa colectividad. Es salir con nuestra digna rabia a gritar, a reír, a llorar, pero con la finalidad de acompañarnos y de apropiarnos del espacio libre, ese espacio del que se nos ha hecho a un lado”, sostiene.


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