CONTRAPUNTO

El actual presidente de la República dejó muy claro desde su campaña electoral, que era imprescindible recortar las marcadas diferencias en la calidad de vida de los habitantes de las diferentes zonas geográficas del país; y como parte de su estrategia para atender esta situación, decidió invertir en el desarrollo del sureste de México.

A pesar de las polémicas generadas por estas obras, la gran mayoría de la gente del sureste ha recibido con gusto y satisfacción los trabajos en curso, que sin duda alguna han fortalecido al obradorismo, poniendo al secretario de Gobierno, Adán Augusto López, como el máximo referente del movimiento después del presidente en esta zona, que bien vale la pena mencionar al “chilangocentrismo”, personificado tanto por Claudia Sheinbaum como Marcelo Ebrard; pues no son vistos como garantes para seguir con el desarrollo de las zonas olvidadas del país.

Entendamos pues, que al interior del partido guinda existen dos fracciones perfectamente identificadas y con sus propios intereses y proyectos de país: los morenistas y los obradoristas. Y aunque aún es muy temprano para verlo claramente, pues la imagen del presidente es tan poderosa que ha opacado esta hendidura gigantesca que divide al partido en el poder, el proceso para elegir al candidato evidenciará esta realidad y sin duda fracturará al partido mostrando los verdaderos intereses de ambos grupos.

Es muy probable que, a pesar de esto y sea cual sea su candidato, Morena conservará la presidencia de la República, sin embargo, si la fracción no obradorista es la ganadora, se pondrá en riesgo la hegemonía que el partido ha mostrado hasta ahora, pues la idea poderosa que impulsa al movimiento fue gestada, desarrollada y aplicada por AMLO y es en realidad a él a quien siguen.

Por su parte, la alianza PRI-PAN-PRD está conformada por la unión de partidos que se presentaron durante décadas como proyectos antagónicos e irreconciliables y que hoy aceptan a regañadientes que durante años se olvidaron de los pobres y que bajo su manto proliferó la distribución irregular de la riqueza. No obstante, y a pesar de todo, hoy se unen en aras de derrotar al partido en el poder o tal vez, incluso por algo que es aún más amenazante para ellos que perder una elección, involucrarse en una dinámica que los ponga en la lucha por no perder sus registros como partidos.

Entonces, ¿qué proyecto de nación es el que puede surgir de iniciativas como estas? La alianza tiene el reto de persuadir al electorado haciéndole creer que poseen un plan incluyente que distribuirá mejor la riqueza del país y que sus malas prácticas son parte del pasado; y el actual partido en el gobierno, deberá mostrarles a sus simpatizantes que el legado de AMLO será protegido por su sucesor.

Un proyecto de nación es más poderoso y trascendente que un proyecto de gobierno o administrativo, pero parece que los partidos y sus integrantes lo olvidan con mucha facilidad cuando se trata de luchar por un puesto de elección popular que les ponga en una condición privilegiada, pues entonces la experiencia nos dice que verán primero por ellos, después por ellos y al final por ellos.

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