Akelarre

No deben tolerarnos (o aceptarnos) como un ente nefasto, indeseable o incompleto que busca aceptación o cuotas de participación, legitimidad y/o poder.

Es respeto. ¡Así completo!, respeto total como seres humanos, un respeto que no se negocia ni debe depender de ideologías, religiones, política, forma de vestir, sexo, origen o costumbres.

Durante muchos años, las políticas públicas se han redactado en infinitivo, todos los objetivos y metas de las diferentes estrategias del Estado para atender problemáticas sociales inician con verbos en infinitivo como; “Procurar”, “Erradicar”, “Coadyuvar”, “Atender”, “facilitar”, “Incidir” y de ahí en adelante toda una serie de verbos que pueda usted imaginar para poder justificar las partidas de recurso necesario para “implementar” tales políticas públicas o acciones de gobierno.

De esa ambigüedad resultan infinidad de programas y acciones de gobierno que no representan ningún o algún muy mínimo cambio para mejorar con cifras reales los problemas que dicen “atender”.

A pesar de la obligatoriedad de analizar, medir y comparar de forma comprobable el impacto de cada uno de esos programas y acciones que requieren dinero público y que deberían solucionar o al menos mejorar el problema social para el que se diseñaron; eso no sucede en gran parte de esas ocurrencias.

Si usted supiera cuántos programas, políticas públicas, fideicomisos, fondos, acciones, festivales, ferias, capacitaciones infinitas, talleres, viajes, más capacitaciones, son realizadas con sus impuestos sin representar mejoras significativas en el área para la que fueron creados, estaría usted muy ¡muy molesta!.

A estas alturas y si ya llegó hasta aquí, pensará usted que el título del artículo fue un engaño, que nada tiene que ver lo que escribo o que ya estoy divagando, pero le aseguro que no es así.

Quise hacer un contexto de cómo se redactan y ejecutan muchos programas que crean y diseñan desde los escritorios infinidad de servidores y servidoras burócratas del Estado para que podamos entender cómo, por costumbre y hasta por moda, -porque así se ha hecho siempre- emplean palabras y términos ambiguos que después empezamos a escuchar una y otra vez, hasta dejar de cuestionarlos, por ejemplo, la tan llevada y traída, Multi premiada palabra: “Tolerancia”.

Como ejemplo práctico (Por favor lea las siguientes frases en tono de político):

“Debemos procurar en todo momento la tolerancia”
Traducción: no se hará nada.

“Vamos a coadyuvar para la erradicación de todas las formas de violencia, siempre con tolerancia e inclusión”.
Traducción: no se hará nada.

“Buscaremos colaborar con las instancias correspondientes, ya que no está en nuestras facultades”
Traducción: no se hará nada.

“Debemos ser tolerantes con…
-las personas con “capacidades diferentes” (eso no existe).
-“los indígenas”(pueblos originarios)
-“los niños” (Infancias)
-“las raya Paredes” (feministas)
-“los niños” (juventudes)
Etc, Etc. Etc.
Traducción: No se hará nada.

Cuando las autoridades y sus políticas basan el respeto y los derechos de las y los ciudadanos en la “tolerancia” tenemos un problema.

No deben tolerarnos (o aceptarnos) como un ente nefasto o incompleto que busca aceptación o cuotas de participación, legitimidad y/o poder.

Repito, las y los seres humanos que habitamos la tierra tenemos derechos humanos que son:

Los Derechos Humanos son el conjunto de prerrogativas sustentadas en la dignidad humana, cuya realización efectiva resulta indispensable para el desarrollo integral de la persona. Este conjunto de prerrogativas se encuentra establecido dentro del orden jurídico nacional, en nuestra Constitución Política, tratados internacionales y las leyes. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.

Y hasta wikipedia lo sabe.

No estoy en contra del término ni de lo que significa. Este es un análisis de cómo palabras y términos ambiguos aplicados en políticas públicas, terminan siendo una forma más de hacer como que se hace, de simular y justificar el uso de presupuesto, lo cual es, no solamente poco ético, sino que se contrapone a la obligación de los gobiernos y administraciones de atender los grandes problemas sociales como la violencia, la desigualdad, el abuso y la injusticia.

Leamos las letras pequeñas, exigir a las y los representantes trabajo real, medible y comparable es una tarea pendiente como ciudadanos.

El respeto no “se gana”, se nace teniendo derechos y es nuestra obligación respetar el derecho de todas las personas. Conocer y hacer valer nuestros derechos sin violentar los de los demás, es un principio básico de convivencia que no se enseña ni se practica efectivamente. cuanto antes y con más fuerza empecemos, mejor.

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