Historias del Tercer Mundo

Se ha desatado un revuelo en la comunidad artística y entre los autoproclamados gestores culturales a raíz de la partida de Gabriela Molina, alias la gris, de la igualmente gris Secretaría de Cultura (Secum) y esto debido a la incertidumbre de qué favor político se pagará en el nombramiento de la nueva titularidad de la deslucida dependencia.
Según los miembros de esta comunidad, tendría que nombrarse a un también autoproclamado artista, un obrero de la cultura, antes que a un político o especialista en adminstración porque, si pueden vender su obra, ¿cómo no van a poder manejar una dependencia, diseñar políticas públicas, gestionar recursos y personal?
La declaración de los derechos humanos establece el derecho a la cultura como uno de ellos, pero esto se refiere a brindar un acceso equitativo a la apreciación estética y expresión artística.
No podemos esperar que el Estado deba subvencionar, becar, solventar a todos los artistas con recursos públicos, para lo cual nunca alcanzará el dinero y menos teniendo en cuenta que la Secum no tiene recursos ni para pagar la renta del edificio que la alberga.
Su función tendría que ser, aunque hasta ahora tampoco lo haya sido, garantizar que toda la gente pueda apreciar el arte y ser partícipe de él y preservar expresiones como la música tradicional y la literatura oral, porque son patrimonio intangible de la humanidad y de la entidad.
Becar, premiar y apapachar artistas no tendría que ser su función. En todo caso, generar políticas culturales de difusion en donde se contemplara por ejemplo contratar únicamente artistas michoacanos para exposiciones, ferias, celebraciones y de más.
Pero es que también cuando pensamos en “artistas” solemos pensar únicamente en los que “hacen show”, los performáticos, y no en el arte que se produce en silencio y en privado, sin contar con lo subjetivo que resulta el título porque, ¿qué es arte? ¿Quién es arte, eres tú?
Ni siquiera tiene sentido esperar que el secretario de Cultura sea un artista, porque ser artista no es sinónimo de saber administrar y gestionar recursos o diseñar políticas públicas. Tendría que ser un experto precisamente en políticas públicas, idealmente, eso sí, asesorado por un consejo de artistas.
Como dicen los artistas inconformes, tendría que partir sí de un censo, pero más como un diagnóstico que como un padrón de artistas, porque el beneficiario de las políticas culturales no tendrían que ser los artistas, sino toda la población. Tendría que estimarse entonces qué demanda de productos culturales existen y cuál es la audicencia.
Si el Estado becara o diera un sueldo a los artistas, además, cabría esperar una actitud de censura como la que vive la prensa, que se ha vuelto dependiente del gobierno y obligada a hacer notas a modo y a no tocar ni con el pétalo de una rosa al señor cuyo apellido rima con Cebolla y a todos sus compinches.
El arte es completamente lo contrario, rebelión, libertad, voz, disgresión, incluso molestia.
Claro, muchos no pueden producir arte si no ven satisfechas sus necesidades básicas, pero una política cultural pudiera ser por ejemplo, poner a su alcance los materiales, los espacios, las redes, no repartir dinero, como todas las soluciones de la 4T y tampoco brindar seguro social, porque ése lo deberían tener todos los ciudadanos, porque existe un derecho universal a la salud, pero no por ser parte de un gremio, sino de un país ¿Y no era ese el objetivo de eliminar el Seguro Popular y crear el desabasto de medicamentos del Bienestar?
Seguramente este lunes se dará el anuncio del tan esperado nombramiento. Se ha hablado de Juan Iriarte, se ha hablado de José Luis Rodríguez, pero se ha hablado también y más en serio de Cardiela Amezcua o de Giulianna Bugarini, perfiles más ad hoc con el guinda, se ha hablado hasta de Claudio Méndez, pero él ya es secretario de otra dependencia en el gabinete-bueno, porque de cultura era en gabinete-malo.
Al final cualquiera que nombren será igual de malo, tenga o no tenga buenas intenciones, porque la dependencia no tiene ni pies ni cabeza, ni recursos tampoco, no se tiene idea de lo que tiene que hacer una Secretaría de Cultura y finalmente, a nadie le importa. En una de esas hasta nombran a un militar, con eso de que la estrategia de la 4T contra la violencia es la cultura y el deporte.
La autora es doctorante en Desarrollo Regional, maestra en Políticas Públicas
y licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UMSNH.
Ha publicado cuento y poesía y se ha desempeñado como periodista.
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