Morelia, Michoacán
Ella no acepta ser víctima. Entiende que la referencia es institucional por ser una persona afectada por una conducta delictiva, pero no lo aplica, no lo permite. Elena Ríos es una superviviente, una guerrera que conoció la realidad de la violencia de género en una de sus peores formas y está aquí para contarlo.
Pero, advierte desde el escenario del teatro Jesús Romero Flores, donde ofrece una conferencia: La Violencia de Género como Elemento de un Sistema Opresor, no es una sobreviviente o una guerrera por haber sido quemada con ácido por su expareja; lo es porque, como muchas mujeres en México y el mundo, enfrenta la agresión feminicida, la normalización de la misma y la callada (a veces, no tan callada) complicidad de quienes se dicen incapaces de lastimar a una mujer, pero tampoco hacen nada para impedir que otros lo hagan.
“A las mujeres nos queman de todas las formas posibles, desde todos los tiempos inimaginables. Nos quemaron por brujas, en la Edad Media, nos queman con ácido, nos queman en las redes sociales…” como una manera de incentivar la despolitización de la mujer.
Porque las mujeres despolitizadas no son una amenaza para el sistema opresor que impera; porque los individuos más ocupados en sus diferencias que en sus coincidencias no son una amenaza para las élites; porque la división de la sociedad, las feminazis contra los provida, los católicos contra profesantes de otras religiones, asegura que la sociedad no tiene tiempo para mirar más allá de lo inmediato.

“Este sistema es opresor, es como un trampolín del que te caes y alguien más te cae en la panza, es un sistema que nos está matando… y aunque muchos no se percatan, lastima a las mujeres y también a los hombres”, explicó Elena Ríos.
Y la solución ante esto pasa por muchas líneas, tantas como las que abarcan los problemas, desde la familia y la forma en que se educa diferenciadamente a mujeres y varones; la escuela, donde se privilegian ciertas actividades y conocimientos en función del género; los centros de trabajo, donde el sexo es un elemento determinante para la contratación o permanencia de personal; las iglesias, con la persistencia de ideologías denigrantes de lo femenino, etcétera.
Un punto de partida para la solución, aseveró, es la lengua, el nombrar a las cosas para hacerlas visibles, para separarlas de un continuum de indiferenciación que permita abatirlas, ver al monstruo a los ojos, eliminar al monstruo.