Morelia, Michoacán
Hay vida después de la violencia feminicida. Hay una segunda (o tercera o cuarta) oportunidad para las víctimas de este flagelo, que no necesariamente a la primera están listas para recibir ayuda. Hay una luz para quienes están en la oscuridad de la agresión.
María* lo sabe bien. Hoy, en una casa ajena con sus tres hijos, disfruta de los alimentos, un huevo, frijoles, que ha comprado con el ingreso de su salario, libre de los golpes, los insultos, los silencios, los gritos, las amenazas, después de tener una segunda oportunidad de vivir.
“Fue en 2021 cuando entré a un refugio estatal, para tener ayuda, pero lamentablemente no completé mi proceso porque volví con mi ahora expareja y al principio todo iba bien, pero pronto no sólo volvió el maltrato, todo empeoró”, señala María.
Hasta dos semanas sin poder acudir a su centro laboral, sin dinero, sin comida, con su ropa rota, entre golpes y acusaciones de salir de su hogar en la madrugada a otras casas, fue lo que llevó a María a tocar nuevamente fondo y una vez más buscar apoyo.
“Me dijeron que ya no habría oportunidad para mí porque había dejado un proceso sin concluir, pero una conocida me dijo que estaba el refugio municipal, que ahí me ayudarían, y lo hicieron”, expone.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) 2021, del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), 70 por ciento de las mujeres en el país han sufrido alguna forma de violencia feminicida en algún momento de su vida. Menos de 15 por ciento de las víctimas ha compartido su experiencia con alguien y un tercio de ellas hablaron por primera vez sobre el caso al momento de responder al encuestador.
Lo pensó mucho, pero tomó la decisión un día en que cayó en la cuenta de que había pasado muchos años de sufrimiento y no podía esperar a pasar más. Salió con 10 pesos que una vecina le prestó para acudir a casa de una familiar, quien le proporcionó dinero para llegar al Instituto Municipal de la Mujer para la Igualdad Sustantiva (Imujeris).
Es la agresión psicológica la más recurrente en México entre las formas de violencia que padecen las mujeres, de acuerdo con esta encuesta, seguida muy de cerca por la violencia sexual, 51 y 49 por ciento respectivamente. La agresión física representa casi el 35 por ciento de los casos señalados a los encuestadores y 27 por ciento corresponde a agresión económica o sexual, así como discriminación.
Los hijos quedaron en la casa de la familia, ya que María consideró que su pareja limitaba su agresión a ella, sin tocar a los hijos. Ya habían perdido un año de escuela en el primer intento de recuperación y no quería que se vieran más afectados.
Una vez en la Casa Refugio, María retomó su proceso de sanación. En ese espacio, rodeada por otras víctimas y por las mujeres que atienden la casa, empezó a identificar las formas de agresión que padeció, los mecanismos que su abusador implementó en su contra y las manifestaciones en que la sociedad perpetúa y mantiene normalizada la violencia contra las mujeres.
Alimentos, terapias, acompañamiento jurídico, pero también contención emocional, el bendito apapacho reparador y sanador de huesitos, se conjugaron para apuntalar su rehabilitación, y una vez que terminó su estadía en la Casa Refugio, vino la mano para conseguir un empleo estable que le permite obtener la manutención de sus hijos y de ella misma.
“Me siento afortunada porque, a pesar de todo, tengo una oportunidad más y el apoyo que necesito. Ahora estamos fuera de nuestra casa, porque a mi expareja no la han desalojado, pero no importa, porque ahora estamos a gusto”, indica.
Hubo momentos en que él derramaba la comida porque “estaba con algo malo o con brujería”. Ahora “podemos comer juntos, así sean un huevo o frijoles. Esperamos llegar a nuestra casa algún día, pero si no, no importa”.
En Michoacán, la mayoría de los violentadores de mujeres son sus parejas. La Endireh 2021 refiere que nueve por ciento de las mujeres en el estado ha sufrido violencia sexual o física a manos de su pareja y ha pedido apoyo. No hay datos para estimar la cifra de mujeres que no pidieron ayuda o que enfrentan otras formas de violencia por parte de los hombres que dijeron amarlas.
Es la escuela el segundo espacio de mayor riesgo, casi el ocho por ciento de las mujeres encuestadas sufrieron violencia en sus centros de estudios y en tercer lugar el trabajo, con casi seis por ciento; en cuarto la familia, con poco menos del cinco por ciento y en quinto la comunidad, con un tres por ciento.
La lucha no ha terminado para María y sus hijos, y parte de ésta es hablar de la experiencia con otras mujeres que sufren violencia de género, para que ellas se reconozcan en sus historias y puedan asumir las medidas pertinentes.
Parte de esta lucha es también la concreción de los sueños, esos que se quedaron para mejores días.
“Me gustaría estudiar. Antes no lo hice por una cuestión económica; después, porque mis hijos fueron prioridad, pero ahora me gustaría estudiar psicología o belleza”, precisa María.
Por ahora, entre el huevo y los frijoles preparados y servidos con amor y sin miedo, entre la cotidianidad del trabajo y los cuidados de los hijos, entre la lucha jurídica y la pelea por estar mejor, para María lo más importante es crear y mantener redes de apoyo, manos tendidas hacia las mujeres que lo necesiten.
*Nombre ficticio para proteger la identidad de la entrevistada.