Morelia, Michoacán
Curiosamente, el surgimiento del chachachá, y de su primer tema, La engañadora, tiene mucho que ver con una joven sensual y hermosa que presumía… ¡lo que no tenía!, por lo que era uno de los temas preferidos de conversación en los chismosos en las peñas y bailables más arrabaleros en La Habana, la capital de los cubanos.
Se trata de una muchacha con una anatomía colosal (senos, caderas, glúteos) que asistía a un salón de baile abierto en los altos de la esquina de Prado y Neptuno, el cual era frecuentado también por el joven Enrique Jorrín, un violinista novato que ya tenía en su favor algunos buenos danzones.
Según los viejos cronistas, a esa hembra «todos los hombres tenían que mirar»; sin embargo, pronto se descubrió un secreto: «en sus formas solo rellenos hay».
Vale apuntar que en 2013 el colega Rafael Lam publicó en las redes un interesante artículo donde aseguró: «La modelo que sirvió para ilustrar La Engañadora todavía vive en La Habana, se llama Águeda Álvarez, y su nombre artístico era La Sandunguera de Cuba».

Inspirado en tal mujerona, Enrique Jorrín grabó, en marzo en 1953, su conocida pieza La engañadora (junto a la orquesta Silver Star), una obra antológica que marcó el nacimiento de una nueva modalidad danzaria: el chachachá, ritmo contagioso del que pocos lograron escapar.
Curiosamente, el maestro se motivó para componer la música en el sonido que provocaban los bailadores al arrastrar los pies sobre el piso… El toque mágico lo marcaba el güiro de Gustavo Tamayo, instrumentista de la América: «1, 2, 3… ¡chachachá!».

Por supuesto, el nuevo género de la música popular caló muy hondo entre los bailadores en Cuba, México y otros muchos países, donde se convirtió en una moda, en una fiebre, capaz desquiciar a cualquiera.
Sonó a diario en fiestas y salones de baile; se vendieron miles de discos con sus temas más legendarios y decenas de orquestas lo hicieron suyo.
Aunque, hay más, el especialista Leonardo Depestre asegura que gracias al chachachá los bailadores se enchilaron de nuevo con los ritmos nacionales como el son, el bolero y la rumba y le dieron un poco de descanso al salvaje rock and roll de los cincuenta.
Con los años, el chachachá se mantuvo en la preferencia el público gracias a nuevos éxitos de Jorrín al estilo de El alardoso y El túnel que inspiraron a otros importantes compositores como Richard Egües (El bodeguero, Sabrosona), Rosendo Rosell (Calculadora) y Miguel Jorrín (No te bañes en el Malecón).
La famosa actriz francesa Brigiette Bardot bailó un chachachá en su atrevida película Y Dios creó a la mujer, el Rey del Mambo, Pérez Prado, exitoso en México, lo incluyó en su repertorio lleno de temas legendarios y Nat King Cole triunfó en la radio con una versión con tufito anglosajón.

En realidad, Enrique Jorrín, nacido en 1926, en la provincia cubana de Pinar del Río, fue un dios en la música. A los 11 años de edad creó e interpretó su primer danzón titulado Hilda y a partir de los años 40 ingresó en orquestas muy famosas, antes de fundar su propio piquete musical, en 1954, e irse a recorrer México.
Actualmente, el chachachá sigue vigente, sobre todo, en países como Cuba y México, donde existen peñas repletas de bailadores que le rinden un permanente culto.