Pie de Foto
En junio pasado, Roberto Zamarripa escribió en su columna “Tolvanera”: “el PRD languidece, pero no ha perdido su registro. Es un vehículo vivo útil para encauzar un proyecto como el delineado por el ingeniero Cárdenas (en su libro Por una democracia progresista). El partido del sol es obra original suya”.
Y remató con esta premonición: “no es descabellado pensar que retome sus fuentes originarias. Significaría que rehaga su política de alianzas, rompa con la estrategia de alianza con la derecha y auspicie una alternativa socialdemócrata que modifique los ejes del debate político. Movimiento Ciudadano, el partido que juega solo, estaría mucho más cómodo con una organización así, que con la menguada alianza de priistas y panistas”.
Conociendo la agudeza de Zamarripa, quien fue casi dos décadas mi jefe y maestro en Grupo Reforma, no deslizó esa teoría a partir de una ocurrencia. Parte, sin dudarlo, de un análisis construido en la consulta con actores políticos que desde hace tiempo ya apuntan la mira hacia el 2024, y de una conjetura que, tomando como base esas proyecciones, no se antoja descabellada.
Y es que, si bien el presidente López Obrador tiene en su cuarto de guerra como jefe de asesores a Lázaro Cárdenas Batel – el hijo de Cuauhtémoc -, y lo consulta y delega tareas que requieren de una alta calibración política y hasta diplomática, también es cierto que a su padre se le ha visto alejado y en una hasta fría relación con la 4T.
En medio de esa gélida relación, hace unas semanas el presidente exhibió a Lázaro en una mañanera, cuando – mientras criticaba “la guerra de Calderón” – echó mano de una foto del 2006 donde aparece el expresidente panista vistiendo una chaqueta militar superior a su talla, y a su lado el que es hoy jefe de asesores de la Presidencia.
“No, pues ahí está Lázaro también. Lo estoy viendo”, se escuchó decir a Obrador mientras se quedaba varios minutos congelada la imagen en la pantalla multifuncional que sirve al presidente para, por un lado, embestir también a periodistas “conservadores”, adversarios políticos, ambientalistas o médicos que se rehúsan a ir a zonas dominadas por el narco, y por el otro, responder sendos reclamos de Estados Unidos con una cumbia de Chico Che.
Eso ha causado desde sorpresa hasta incomodidad en algunos cardenistas, hoy incrustados en la 4T o anclados al languidecido PRD que Zamarripa describe, sobre todo considerando que, con solo meter el nombre de Lázaro Cárdenas en las encuestas, podría sacudir las corcholatas del tablero actual.
Lo cierto es que, apenas pasaron unas semanas de la última exhibición a su hijo, cuando Cárdenas comenzó una serie de apariciones mediáticas que no han cesado, so pretexto de la presentación de su libro y de la construcción de acuerdos de cara a la sucesión presidencial venidera.
Lo mismo se le ha visto, por citar a figuras michoacanas, con el exgobernador Silvano Aureoles – que esta semana se destapó abiertamente como aspirante a la presidencia -, que con el recién electo consejero político de Morena, Raúl Morón. También le han entrado a la pasarela el excandidato a la gubernatura Carlos Herrera Tello y, más recientemente, el rector de la UMSNH, Raúl Cárdenas.
La pregunta es, como lo planteó Zamarripa en su Tolvanera: ¿el cardenismo está dispuesto a dar batalla en la carrera del 2024?, y si la daría dentro de Morena o fuera, hasta con candidato.
Cintillo
En 2019, Michoacán hubiera sido sede de la Cumbre de Premios Nobel, pero por alguna razón no le resultó atractivo a quienes tuvieron en sus manos la propuesta. La mesa estaba puesta. Yucatán ni lo pensó para llevarse el evento. Pero, sí, el hubiera ya no existe…