Historias del Tercer Mundo

Foto: Wendy Rufino

No es fortuito que el exdiputado del Estado de México Horacio Duarte haya termiando su exposición de la Reforma Electoral con la frase: “vamos a abaratar la democracia”.

En general, las políticas y leyes emanadas de la autoproclamada Cuarta Transdormación parecieran ir encaminadas a abaratar el país en múltioles sentidos: educación, salud, economía, obra públca, diplomacia y un gran etcétera.

Así, México se va transformando pocoa poco no en un país menos corrupto, más pacífico, equitativo, justo y desarrollado, como se prometió, sino en uno similar. El mismo México, pero más barato.

Atendiendo al discurso de Andrés Manuel López Obrador, quedan catalogados como lujos aspirancionales la formación académica a nivel posgrado, la equidad de género, las vacunas anticovid para niños pequeños, los refugios para mujeres violentadas y hasta las medicinas para el cáncer ¡Esas Dos Bocas tienen que comer!

Desde su Plan Nacional de Desarrollo, una fotocopia de sus discursos de campaña, se ahorraron los objetivos, metas, indicadores, ejes y dimensiones. Un plan light.

Los gobiernos estatales, al parecer, se ahorraron hasta la molestia, ya que entrando al quinto mes del año, todavía no se presenta el Plan Estatal de Desarrollo. Eso sí, se presentó un reemplacamiento similar al de las anterores administraciones, pero sin placas y una feria pero que no es feria, es Festival Michoacán de Origen, pero sin artistas de origen michoacano.

Lo mismo sucede con los legisladores. “No somos iguales”, se han esforzado en repetir los de Morena. No, son más baratos.

Así es como la discusión en el pleno, tanto a nivel federal como local, se ha abaratado, bajando de nivel hasta casi rozar el suelo, y se ha llenado de gritos, pancartas, performance, pantomimas y pleitos hasta entre miembros del mismo grupo parlamentario.

Por cierto, los legisladores de Morena, al menos en Michoacán, tampoco cuentan con una agenda en común, y esto desde la legislatura anterior.

La Reforma Electoral no es más que un reflejo de toda esta ideología de relumbrón. Eliminar los espacios plurinominales suena bien, pero se olvida que existen porque también las minorías deben ser representadas en el Congreso y para que hubiera demoracia, tendría que reflejarse una proporcionalidad similar a la votación y no sólo los que obtuvieron más votos. A nadie conviene -bueno, a ningún ciudadano- tener un Poder Legislativo dominado por el partido al que pertenece el Ejecutivo, porque sería como no tener Congreso.

Mismo caso con la reducción del número de consejeros electorales, en cuyo caso las votaciones serían un poco menos colegiadas y la presión política o las compras de voto serían más sencillas: es más barato comprar a siete consejeros que a once.

Qué decir de la desaparición de los organismos electorales locales, que se encargan entre otras cosas de garantizar el derecho al autogobierno de las comunidades indígenas, implementar los mecanismos de participación ciudadana, vigilar la creación de nuevos partidos políticos y organizar elecciones locales. En ningún lado se ha asentado que esta medida vaya a resultar un ahorro en términos económicos.

De aprobarse, sucedería exactamente lo que la misma Presidencia de la República prevé: se abarataría la democracia, México tendría una simidemocracia, una democracia simulada, light, de marca propia, pirata.


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