Morelia, Michoacán
Cada mañana, María* acudía al Centro Histórico de Morelia, en compañía de sus hermanas y primas, para trabajar. Vendían pelotas de goma “para hacer masajes”, dulces de tamarindo enchilado, muñecas de trapo, servilletas bordadas en punto de cruz, lo que su madre y tía prepararan para ese día.
Permanecían, sobre todo, en los restaurantes de los portales aledaños a la Catedral, donde se acercaban a los turistas, “ellos son los más generosos”, para ofrecer su mercancía y así ayudar para la manutención de la familia.
En 2020, un millón 544 mil 694 niños, de 0 a 17 años de edad, vivían en Michoacán, cifra equivalente a 32.5 por ciento de la población de la entidad, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

De este universo, se estima que 130 mil 028 menores de 5 a 17 años de encontraban trabajando, lo que corresponde al 11.8% del total.
Algunos ayudan en las labores del negocio o empresa familiar; otros, se colocan como empleados; también se dedican al comercio o la prestación de servicios; colaboran con sus familias en los campos de cultivo, y, en algunos casos, se afanan en labores peligrosas.
Los datos del Inegi muestran que entre 2007 y 2015 la cifra de menores de edad trabajando en Michoacán se mantuvo a la baja, de 238 mil 638 niños ocupados a 119 mil 954.
Sin embargo, a partir de 2017 se observa una tendencia al repunte, con un registro de 124 mil 751 niños trabajando, mientras que para 2019 fueron 130 mil 028.

Éste es el último dato disponible, ya que la llegada de la pandemia del covid complicó la realización de encuestas y mediciones demográficas.
Los estudios sucesivos, como el efectuado por la organización World Vision México, arrojan luz sobre una tendencia al alza en la incidencia del trabajo infantil a raíz de la pandemia de covid, especialmente, del trabajo doméstico, aseveró la titular del Sistema Estatal de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes de Michoacán (Sipinna), Blanca Gabriela Pérez Santamaría.
No hay una metodología práctica, reconoció Pérez Santamaría, ante una situación atípica, pero las evaluaciones realizadas mediante plataformas digitales, encuestas y consultas muestran que a partir de la pandemia la variación al alza en la incidencia del trabajo infantil se agudizó.
“Sobre todo, notamos un aumento en el trabajo doméstico, especialmente entre las niñas”, detalló.

El análisis realizado por World Vision en 2020 advirtió que el trabajo doméstico infantil, en principio remunerado, “puede caer en trata de personas y elevar el riesgo de abuso sexual“.
Aunque el trabajo agrícola es la manifestación más evidente del trabajo infantil, la realización de labores domésticas supuestamente remuneradas, en la práctica prevé la entrega de un sitio para vivir y alimentos, por lo que no se considera necesario un ingreso en efectivo como pago por los servicios prestados.
María* no acudía a la escuela. Tampoco sus hermanas y primas. Su madre y tía no saben leer y apenas hablan español, lo que María considera que limitó sus oportunidades de un buen trabajo.
“No es tan malo como se ve. Ganamos más o menos, más cuando vienen los güeros, menos cuando sólo están los que viven aquí, pero tenemos qué comer y dónde vivir”, dijo la pequeña, que recordaba tener cerca de 10 años.

El análisis de World Vision arrojó que en 2020 el 5% de los niños no asistían a la escuela. Las causas varían en función del género. Los niños no están escolarizados porque sus padres no tienen el dinero suficiente para ello o porque deben trabajar para contribuir al gasto familiar. Las niñas, porque se ocupan del hogar y los dependientes.
Para la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), los datos son aún más alarmantes: 19.1% de los niños de 3 a 17 años no asisten a la escuela, lo que fue 246 mil 774 menores en 2020.
“Claro que me gustaría ir a la escuela, jugar, aprender, tener amigos… es bueno ganar dinero y ayudar a mi mamá y a mi tía, pero sería mejor si pudiéramos ir a la escuela… no vamos porque eso nos quitaría horas de trabajo y porque mi papá dice que las mujeres no necesitan aprender a leer o las tablas (de multiplicar), con que sepan cocinar, hacer el aseo, llevar dinero a la casa y tener contento a su hombre es más que suficiente”, relató María*.
“Ahora lo vimos, en los diagnósticos y las entrevistas con los niños, trabajan en las casas, más las niñas, y eso implica riesgo de otros fenómenos”, reiteró Blanca Gabriela Pérez.

El Inegi detalló que en 2020 Oaxaca fue el estado con mayor proporción de niños trabajando, 15.5% de su población menor de edad, seguido por Puebla, 12.8%, y Chiapas, 12.2%. Michoacán, con 11.8%, fue el cuarto estado con porcentaje más elevado de niños trabajando.
Sólo 3 mil 007 niños laboraban en actividades y horarios permitidos por la norma, y 73 mil 094 fueron identificados en ocupaciones calificadas como peligrosas.
La titular del Sipinna en la entidad afirmó que desde el Plan Estatal de Desarrollo se tienen alternativas para buscar combatir el trabajo infantil, aunque es una problemática “complicada” de abatir.
María* no asistía a la escuela, pero su padre le enseñó a sumar y restar para que no se equivocara al dar el cambio a sus clientes. Así, aprendió que en un buen día, trabajando desde las 10 de la mañana hasta las 8 o 9 de la noche, podía ganar hasta mil pesos, “nomás yo, mis hermanitas y primas ganaban su propio dinero”.

En un mal día, por el contrario, habría que calmar el rigor del hambre con agua, para no gastar el dinero de la venta.
Aunque podría percibir un salario mayor al de muchos adultos, María* no podía disponer de él, ya que su padre, quien la esperaba en su casa, en una comunidad a poco más de una hora de Morelia, administraba (“más bien, se bebía”) el dinero de las mujeres.
La pandemia de covid complicó la obtención de datos fiables sobre las condiciones en que viven los niños en Michoacán y México. Así, el estudio de World Vision no está desglosado por municipios y las cifras más recientes del Inegi datan de 2019 y 2020.
“Vamos a ver cómo colaboramos, con los municipios y la Procuraduría para la Defensa del Menor, para tener mejores instrumentos de diagnóstico y alternativas de solución.
Vemos esa problemática y estamos conscientes de ella, no somos omisos, y en breve el gobernador del estado, Alfredo Ramírez Bedolla, va a lanzar una estrategia para impulsar el combate contra el trabajo infantil”, expresó Pérez Santamaría.

Muchas son las historias sobre niños que trabajan. La historia de María*, por suerte, tiene un final alentador.
“Te voy a contar un secreto”, dijo en 2017, antes de la pandemia de covid. “Hemos logrado ahorrar un poco de dinero mis hermanitas y primas y convencimos a mi mamá y a mi tía de buscar irnos a otro lugar. ¿Sabes?, no me gusta trabajar y trabajar para que mi papá controle lo que ganamos, quiero ir a la escuela, ser un día una doctora y cuidar a los niños como yo, que no siempre tienen quién los cuide”, refirió, con sus grandes ojos entreabiertos.
Y un día, María* y su familia no llegaron más a los establecimientos en los portales aledaños a la Catedral. Algunos preguntaron por ellas, otros se preocuparon. Un sobre cerrado esperaba a quien esto escribe, con una sola frase, garabateada con lápiz en la parte posterior de un anuncio: “lo hicimos”.
*El nombre ha sido cambiado para salvaguardar la identidad de la menor.
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