Morelia, Michoacán

Fue como un tsunami. Antes de la pandemia de covid, el personal ya era insuficiente y en esos momentos había cien pacientes afectados por el virus en el mismo lugar, con las mismas necesidades.

Lourdes Georgina Ávalos, enfermera adscrita al Hospital General “Miguel Silva”, vivió momentos difíciles. Los pacientes no hablaban, no se movían y no se expresaban, porque necesitaban ahorrar energías para inhalar, para respirar.

De formación enfermera, Lourdes Georgina se desempeñaba como reportera hasta que recibió una llamada para incorporarse al personal de salud que atendía pacientes con covid y no dudó en hacerlo.

“Me quedé en blanco, ni chance de nada, tomé mi uniforme y fui a lo que me llamaron”, recuerda.

Entre las complejidades de su labor, recuerda su día a día en los momentos más intensos de contagios y destaca el tiempo que se debe invertir para hacer cada aspecto: “lo que haces normalmente en cinco minutos, te toma 10 ó 15 minutos, porque traes cuatro capas de ropa, pierdes sensibilidad, la percepción de las dimensiones laterales, te trabas con el codo, avientas la mesa con el brazo, te estorban las botas quirúrgicas. Era una pesadilla, como comer dulces, chuparte los dedos y quedarte con la sensación pegajosa, era frustrante”.

Su voz va reviviendo una a una las escenas en el nosocomio: “Súmale que las actividades se deben desarrollar pronto, porque hay mucha gente qué atender y poco personal; el estado de los pacientes empeoraba de forma repentina y estaban encerrados, sin contacto con otras personas, ni siquiera entre ellos.

“Los pacientes sólo veían entrar a gente toda igual, sólo los ojos, no distinguían entre médicos, enfermeros, personal de intendencia… era muy triste, era terrible, como una cárcel, y no hay quien te eche porras, quien te dé ánimos”, expresa Georgina.

Entender que las personas que están en el área covid tienen más probabilidades de morir que de vivir es muy fuerte, pero la gente se iba (moría) en cuestión de horas: “vemos el monitor y los niveles están bien, pero una hora después ya se redujo la capacidad pulmonar, corres y subes el oxígeno, no hay mucho que hacer porque ya está al máximo el flujo y avisar al médico que hay un candidato a intubarse. Nada garantizaba que se fuera a recuperar, muy poquitos se recuperan después de intubarse“.

La joven enfermera destaca que el ánimo entre los pacientes y el personal de salud es fundamental: “Influye demasiado, tuvimos gente que se nos enfermó, también nosotros nos enfermamos, personas que conocimos se enfermaron, personas que no conocimos y que luego supimos que tenían hijos, que tenían familia, y viste a esas personas consumirse”.

Lourdes Georgina no tiene dudas:”Ha sido lo más feo en mi vida. En la escuela te enseñan lo que es una pandemia, lo que es una endemia, pero jamás te imaginas que vas a atravesar por ella… da miedo, tristeza, te deprimes, porque muchos no saben lidiar con estas cosas, entre ellas yo. Esto me sobrepasó de todas las formas posibles”.

Surge la interrogante: ¿Para qué contar la experiencia? Para que las personas que no se cuidan sepan lo que está sucediendo. “Carajo, yo estoy en un traje por cuatro horas, respirando bióxido de carbono, ¿y tú no puedes usar un cubrebocas o dices que esto es un invento del gobierno, que no existe? Da mucho coraje”.

Recuerda que cada noche lloraba “por los que se te habían ido, por los que prometieron echarle ganas y no están, por los que conocías y ya no están, hasta por tu propia vida. Qué necesidad tengo de encuerarme en la cochera y dejar mis zapatos afuera, meterme a la regadera antes de abrazar a mi hijo por gente que no se cuida; pero todo tiene un porqué, lo entendí mucho tiempo después. El mejor pago ha sido el agradecimiento de la gente, que te identifica con el tiempo, al menos los ojos, esas pequeñas palabras hacen que cada lágrima valiera la pena”,

Y cuando los ánimos flaqueaban, “leía los ánimos que me dejaban en redes, sabía que la gente me ocupa. Y a ponerse el traje, no le zacatees, lo importante es salir al quite y siempre encomendarse a la fuerza en la que tú creas”, menciona.

“La pandemia de covid nos enseñó que todos sangramos, que todos morimos, que todos respiramos. Todos estamos expuestos cuando el tsunami se acerca y nos alcanza”.

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