La Habana, Cuba

En el Cementerio de Colón de La Habana, uno de los más famosos del mundo, siempre hay una tumba que está llena de flores, donaciones, fieles, turistas y custodios. Y conste que el hecho no es gratuito, allí radica el reino de La Milagrosa, la santa popular de las mujeres embarazadas, visitada a diario por ellas y autora de más de un hecho sobrenatural.

La historia de Amelia Goyri de la Hoz, La Milagrosa, una hermosa dama, muerta en su primer alumbramiento, es, realmente, apasionante. Aunque, bueno es aclararlo, la historia de esta dama no se aleja mucho, al principio, del habitual novelón, a pesar de que miles de mujeres cubanas y de otras latitudes acuden a diario a su tumba en busca de asistencias ultramundanas.

Procedente de una rica familia de origen vasco, la muchacha, sobrina de Inés, la marquesa de Balboa, se enamora de su primo segundo José Vicente Adot Rabell y tras sufrir varios años de rotundas negativas y discriminaciones, debido a las desigualdades sociales existentes entre las familias, logra consumar su matrimonio a los 23 años, cuando su pretendiente se aparece en La Habana con los grados de capitán del Ejército Libertador tras el fin de la Guerra de 1895.

Más tarde, la feliz pareja pasa a residir en el barrio del Pilar, perteneciente al municipio capitalino del Cerro, donde la suerte no la acompaña: la joven queda de inmediato embarazada y, a los ocho meses, sufre una hipertensión que la afecta, tanto a ella, como a la hijita que llevaba en su vientre.

José Vicente, aterrado, convoca con urgencia al doctor Eusebio Hernández, antiguo mambí, aunque poco se puede hacer. Amelia expira el 3 de mayo de 1901 junto a su bebé.

En el folleto Un amor de leyenda, publicado en un inicio en abril de 1977, María Antonia Ruiz Guzmán, historiadora y misionera de La Milagrosa, retoma este drama con ciertos aires melodramáticos:
“Desde el día del entierro de Amelia, y hasta que José Vicente murió, fue a diario a visitar a su mujer, para él permanecía dormida y la despertaba tocando una de las 4 argollas de la tapa de la cripta en la que ésta reposaba, la argolla situada al lado del corazón de Amelia. Tras despertarla permanecía largo tiempo hablando con ella hasta que se retiraba triste.

“Un amigo de José Vicente se entera de la noticia y decide compensar esa agonía con la alegría de regalarle una bella escultura de su amada esposa. Me refiero al artista José Vilalta Saavedra, creador de la estatua de José Martí que está en el Parque Central, quien concluyó el conjunto en 1909 y lo trajo desde Italia colocándolo encima del osario, donde llamó enseguida la atención por su realismo, vivacidad y cierto toque hipnótico.

“Ya colocada, José Vicente incorporó una nueva nota a su ritual: cuando se iba a marchar, vestido de negro, como acostumbraba, se quitaba el sombrero y lo colocaba en su pecho, luego, daba la vuelta por detrás de la escultura y se retiraba sin darle nunca la espalda.

“Y así creció el rumor, así lo que empezó siendo una historia de amor particular, se transformó en el amor de un pueblo hacia una mujer. La gente comenzó a otorgarle poderes sobrenaturales a la bella imagen, la veían como la defensora de las mujeres en el trance nervioso de la gestación y de aquel que acudiera con un problema y se lo contara a la bella Amelia.

“Principalmente, las madres acudían a verla, comenzaron a llamarla La Milagrosa, naciendo así un culto popular espontáneo.

“El 3 de diciembre de 1914 fallece el padre de José Vicente y siendo él ya dueño de esa bóveda decide enterrarlo junto a Amelia. Al abrir la sepultura, José Vicente quiso ver a su Amelia por última vez y ella estaba intacta, pero la criatura descansaba, ahora, apoyada sobre su brazo izquierdo, como José Vilalta Saavedra las imaginó.”

El conocido etnólogo Fernando Ortiz relata:

“Se nos ha contado, y éste es ya un caso harto significativo, que una infortunada mujer, que había ya sufrido partos desgraciados e infructuosos, al sentirse de nuevo parturienta, se hizo conducir junto a la tumba prodigiosa y allí, yaciendo entre el sepulcro de La Milagrosa y el inmediato, que es el de su hermana, dio a luz, con toda felicidad, un robusto infante, de plena viabilidad. Se dice que se le piden tres cosas y que aquélla concede una. Y ahí está el milagro. Hay quien nos ha contado que ya ha recibido cuatro milagros”.

Sea cierto o no este hecho, la idolatría hacia Amelia Goyri de la Hoz no es solo patrimonio de los ciudadanos menos dotados intelectualmente. Cuando pedí noticias sobre ella para mi libro Hijos de la luna, una etnóloga de la Biblioteca Nacional, sin ocultar su sorpresa y disgusto, me preguntó: ¿Y La Milagrosa es un personaje popular… para mí es una santa?

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí