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A los maestros de la CNTE ya solo les faltaba tomar por asalto la residencia oficial donde han despachado los gobernadores de Michoacán, para demostrar una vez más que no hay ley ni poder que valga para ellos. Y el lunes consumaron ese nuevo y franco desafío al gobierno y a las instituciones. Otro más de muchos.
En turba, como es la costumbre de esta ala radical del magisterio, allanaron el inmueble y luego de pasar tres endebles filtros llegaron hasta el salón Independencia y reventaron la conferencia de prensa que daban en ese momento el Secretario de Gobierno, Carlos Torres Piña, y la Secretaría de la Contraloría, Azucena Marín.
Consumada la invasión, se apropiaron del escenario y dieron un mensaje en el que justificaron el allanamiento argumentando falta de atención a sus inagotables demandas, las cuales han tomado de bandera para mantenerse, desde hace ya tres décadas, en la movilización e impartir desde las calles la cátedra que mejor dominan: la del marchómetro, el vandalismo y el caos.
Sus cartas credenciales y desempeño mostrado, los certifican como extraordinarios instructores de la anarquía y la violencia. Y si no, repasemos algunas de las lecciones que sustentan sus avanzados conocimientos en esos temas.
De entrada, recuerdo el allanamiento a una televisora. Sin importar que fuese una instalación privada, ingresaron a la fuerza para sacar, con lujo de violencia, a la entonces comisionada del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), y posterior diputada y senadora María Sanjuana Cerda, y a uno de sus delegados, quienes eran entrevistados en ese momento.
En vivo, la televisora registró los empellones y agresiones de los maestros, quienes, tras privar de la libertad a sus víctimas las obligaron a caminar varias calles a punta de huevazos sin que ninguna autoridad llegara en su rescate. Eran tiempos en que el estado era gobernado por Leonel Godoy.
En otro momento, irrumpieron también en la sede del Congreso del Estado y tomaron la tribuna legislativa. Igualmente, llegaron a ingresar a plaza Morelia para atrapar a dos maestros rivales, a quienes raparon al tiempo en que amenazaban a reporteros que registraban la vejación, la cual fue consumada en público y a plena luz del día.
Y cómo olvidar la lección impartida cuando trataron de prenderle fuego a la puerta del Palacio de Gobierno, sí, el histórico inmueble que, como Seminario Tridentino, vio desfilar por sus aulas a personajes como José María Morelos, y ya a partir de 1867 se convirtió en sede del Poder Ejecutivo. Pero el valor de la historia no es algo que frene a la CNTE para amedrentar e imponer su ley.
Quebrantar la norma ha sido una de sus materias preferidas. Y lo hacen muy bien. Tan bien que no hay, a la fecha, ningún maestro en la cárcel por los episodios mencionados. Si no los ha habido por cometer un delito grave como lo es el ataque a las vías ferroviarias, no hay ni habrá sanción por lesionar a policías, romper unos cuantos cristales y puertas, agredir el patrimonio que es de todos, querer suplantar a la autoridad designando ellos a los funcionarios del gobierno o violentar de manera sistemática el derecho al libre tránsito.
No hay ley ni poder que valga para este grupo que ha tomado de rehén a Michoacán.
Cintillo
Los constantes ataques a periodistas desde la máxima tribuna del país, abonan a un clima peligrosamente hostil contra el ejercicio informativo. Los 150 asesinatos del año 2000 a la fecha, dan cuenta del por sí ya denso clima.