Morelia, Michoacán
El primer mito que se rompió en el Centro de Atención Animal en Morelia, fue que era un lugar sucio, de maltrato a quienes tenían la desgracia de ser llevados ahí. De cruel matadero, pasó a convertirse en un amoroso hogar de especies en abandono.
El segundo mito que rompió este centro, es que los pitbull son razas agresivas y asesinas. Chato lo demuestra, el fuerte animal derrite con la mirada y a pesar de su musculatura, sólo sabe comer a besos. Con cerca de seis años, su debilidad auditiva no le impide demostrar sus querencias.

Patricia Camacho Moreno, directora del Centro de Atención Animal, llegó al lugar a marcar un cambio y, a la vista, lo está logrando.
En alrededor de cuatro meses le han dado la vuelta a los números: hay menos abandonos y más adopciones, de 10 perritos a la semana que ingresaban al centro condiciones de abandono a sólo uno en enero y de una adopción por mes, a 60 en lo que va del gobierno de Alfonso Martínez, además de cerca de 300 esterilizaciones de ejemplares, un hit si se contrastan las cifras.
El espacio situado al norte de Morelia, cerca de las márgenes del río, no es el terreno sucio y maloliente de antaño. Entrar ahí era oler a sangre, a heces y a dolor. El cortado césped y, sobre todo, las condiciones de cada animalito rompen la vieja imagen. Corren, juegan, se jalan los suéteres y las bufandas que llevan puestos.

Aunque entre rejas, los canes andan libremente y su desbordante alegría es causa de constantes regaños de Simba, la vieja pastor alemán que llegó en calidad de casi muerta al centro, atropellada, lastimada y abandonada. Hoy, es el símbolo de lucha de su gran camada; su ladrido es respeto.
32 perritos y 18 gatitos son los huéspedes que hay actualmente de fijo en el lugar, todos ellos susceptibles de adopción.

Hay uno más que está en proceso de adaptación y aunque es muy visible por su gran tamaño, todavía tendrá que esperar turno; el resto no, se abalanza entre ladridos y lengüetazos, buscan desesperados el abrazo y la promesa de una mejor vida.
La activista y directora del CAA, confiesa que el proceso ha sido “un poco complicado”, porque la gente sigue con “la mala costumbre de venir a dejar a cuanto perrito le estorbe en su casa, pero seguimos”, cuenta.

Amor profundo a seres sintientes
Romper estigmas y costumbres no ha sido fácil. Se empieza por la gente. “Hacemos que pasen a una Plática de medicina preventiva, tratamos de abrirles los ojos para que vean qué posibilidades tienen de que lo dejen para adopción (a su animalito) o que se haga cargo otra persona de la familia, ha sido una labor de concientización muy ardua, pero sí ha dado frutos porque terminan esterilizando, lo que es un éxito para nosotros”.
La prioridad de esta administración es esterilizar. Partiendo de ahí, los servicios se vienen en cascada. Atenciones médicas de urgencia, consultas, vacunación, desparasitación, todo a precios muy por debajo del servicio comercial: “tallas pequeñas, desparasitamos en 14 pesos y las esterilizaciones en canes, todas, por cualquier peso y talla, a 288 pesos por ejemplar”.

Esto y el trato amoroso de los médicos veterinarios y el personal de apoyo del centro han provocado que suban las atenciones médicas. “Cuando hay perritos graves, que sí llegan a traer, también está el servicio de eutanasia que aquí es verdaderamente económico y se les asiste moralmente, no se les deja solos”, comparte Camacho Moreno.
Es decir, no los dejan solos, “está uno acompañando tanto al ejemplar como al familiar, porque es un momento muy muy difícil para alguien que ama a su animalito”.
Aquí la eutanasia en animales dejó de ser la matanza cruel de medida de control. “Nos hemos encontrado con muchos mitos, aquí la eutanasia es asistida, la damos cuando los perritos ya están muy graves, para que no sufran, con moquillo o parvo avanzado o víctimas de atropellamiento que ya no tienen recuperación, es cuando se procede, pero todo es asistido. Se les despide como seres sintientes”.

Ya no es un matadero de animales. Ya no se hacen sacrificios porque sí. “El dueño decide y nosotros acompañamos. La prioridad son ellos” dice y mira los cuerpecillos peludos y gritones.
Y si quiero adoptar
Lo primero es quererlos y ser conscientes del compromiso que se echarán a cuestas. No son juguetes ni compañeros temporales. Son para toda la vida.
Los interesados en adoptar deben llevar copia del comprobante de domicilio, de la INE, así como fotos del lugar donde se pretende tener el ejemplar. Patricia Camacho les pide llenar un cuestionario y luego ella misma entrevista a los potenciales adoptantes y si pasan todo este proceso, se les habla para entregarles al animalito.
Cualquiera puede pasar a verlos, lo mismo sucede con los 18 gatos resguardados en jaulas gigantes. Perezosos se estiran cuando ven que la cámara los graba y luego se arriman presurosos a buscar los cariños de Camacho. Hay dos bebés de alrededor de cuatro meses, los demás son ya mayores pero igual pueden ser adoptados.

Patricia Camacho le pide a la gente que se informe, que conozca al centro y que lo apoye, pero sobre todo, que se haga consciente de la importancia de tener un compañero de estas peludas características y de sus necesidades, pocas, a cambio del amor y la fidelidad que entregan a sus dueños.
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