Fotos: Archivo

Morelia, Michoacán

Para el obispo de Apatzingán, Cristóbal Ascencio, la estrategia del gobierno hasta ahora no ha funcionado para erradicar a los grupos criminales que operan y tienen secuestradas a comunidades de la región de Tierra Caliente. Por el contrario, alerta, están provocando que los cárteles se enraícen.

“Lo que están haciendo hasta ahora es, no para erradicar, sino para que se enraíce más el crimen organizado, para que permanezca, y mientras esté, más hermanos están muriendo, más gente está siendo desplazada”, advierte luego de haber realizado un recorrido por los municipios de Chinicuila y Coalcomán, asediados por la delincuencia.

Entrevistado por el periodista Alejandro Vivanco, para Milenio Televisión, el obispo señala que, incluso los 10 cuerpos abandonados esta semana frente al Palacio de Gobierno en Zacatecas, “es fruto del poder que se está dando a los grupos (criminales)”.

Y lamenta que, en el caso de Chinicuila, haya familias que deban resguardarse hasta tres días bajo las camas, para ponerse a salvo de los incesantes tiroteos y balas que traspasan las láminas, madera y cartón con que están construidas sus frágiles y humildes viviendas.

  • Señor obispo tuvo usted la oportunidad de estar en Chinicuila y Coalcomán, ¿qué fue lo que vio, qué sintió al ver a la población llena de miedo?

Gracias a Dios tuve la oportunidad y el tiempo de estar en Chinicuila y Coalcomán, y estar con estos hermanos míos que están sufriendo en esas dos cabeceras municipales, pero también fui a cinco comunidades de las que están más golpeadas por la violencia y que quedan muy pocas personas. Creo que quienes más necesitan ahora son esos municipios que están más golpeados en mi Diócesis por la violencia: Chinicuila, Coalcomán, Tepalcatepec y Aguililla.

Tuve la oportunidad de estar tiempo completo con ellos. Me encontré con la llaga, con la llaga abierta de un pueblo que está sufriendo; todos sufren el verse en la inseguridad, el no saber a qué hora o cuándo volverán las balaceras que ha estado como una constante.

Me encontré a un pueblo sufriente, a un Cristo que va cargando una cruz muy pesada. Tuve la oportunidad de escuchar a personas que me platicaban su experiencia de sufrimiento cuando tuvieron muchos de ellos que salir de sus casas.

  • ¿Se refiere a los desplazados?

Sí, a los desplazados.

  • ¿Qué le decía la gente, cuál era el sentir, miedo, angustia, qué sentía la gente al ver estas batallas?

Mucho miedo. Una familia de una comunidad campesina me platicó que tuvieron que estar debajo de sus camas por las balaceras, porque sus techos son de lámina, sus casas son frágiles. Tuvieron que estar, de martes a jueves, debajo de las camas, porque eran tantas las balaceras que se escuchaban y las balas perforan el techo y caen. Una madre de familia estuvo con tres hijos debajo de la cama, a veces sin comer porque las balaceras no cesaban.

Cuánto quisiéramos que la realidad cambiase; hay temor de la gente a ser levantados. La gente vive con una incerteza de no saber lo que va a pasar, no saben cuándo podrán tener paz; los que pueden van a sus trabajos con el temor a encontrarse entre fuegos cruzados.

Quedan pocas personas en Chinicuila, no sé si será 20 o 25 por ciento de la población total. Lo mismo en las comunidades. Esto duele, duele porque a un servidor, Jesucristo me ha encomendado que cuide de las ovejas y el cuidado es integral, no sólo que cuide la salvación de las almas, que desde luego será lo principal, pero el bien integral de las personas, que vivan en paz, que puedan obtener de su trabajo honesto el pan para sus mesas.

A los sacerdotes, a los obispos nos preocupa esto que está sucediendo. El deseo más grande en mi predicación es que he utilizado el mensaje de la carta que el Papa Francisco envió a esta Diócesis y a un servidor, porque la encuentro muy realista y muy iluminadora desde el Evangelio.

  • ¿Qué es lo más profundo de esta carta?

Los más importante dice la carta: “He tenido noticias de los grandes sufrimientos causados por los violentos enfrentamientos entre bandas rivales de narcotraficantes que afectan a los habitantes de las poblaciones situadas en el territorio de esta Iglesia particular, que el Señor ha confiado a tu cuidado pastoral. Puedo comprender el sufrimiento y el sentimiento de desánimo y la sensación de impotencia que los abate”.

Y esto (que dice el Papa) es cierto, es una sensación de impotencia, muchas personas queriendo irse de su pueblo no lo hacen porque no saben a dónde ir y no tienen los medios. Una invitación que les hacía es permanecer, que tengamos confianza en Dios, como lo dice el Papa en su carta: “Los exhorto a que confíen en el Señor, a que no tengan miedo de contrarrestar la violencia, que tiene su origen en el maligno”.

También, lo que dice el Papa: “Pido al Señor que convierta el corazón de los responsables de tanta muerte y desolación”. Sabemos que los responsables no son sólo los que andan armados, sino quienes están dando órdenes, sus jefes, sus capos. Es una desolación ver las comunidades y las casas destrozadas, comunidades abandonadas, sembradíos echándose a perder porque la gente tuvo que irse.

El Papa se acuerda de todos en esta carta, pero a quienes militan en grupos delictivos y a las autoridades también les hace un llamado, que yo hago mío y lo hago para todos. Yo sigo invitando a mis hermanos que militan en el crimen a que se retiren, no es vida ni para ellos y menos para quienes están sufriendo las consecuencias.

Hoy tenemos que rodear mucho para llegar a nuestros destinos, también los soldados y los guardias nacionales tienen que rodear, porque los grupos están apropiados de las carreteras con zanjas.

Cuando ellos, los ciudadanos, ven que los soldados tienen que rodear, lo mismo que un servidor y que todo ciudadano por respetar la voluntad de los grupos delictivos que tienen zanjadas las carreteras, entonces vienen las preguntas y el desánimo para la gente: ¿Con quién podremos ir para que nos liberen de este yugo? Porque pasan los meses y, sobre todo, esa carretera de Coalcomán-Tepalcatepec sigue zanjada.

Hace tres días recibí una buena noticia, que la carretera a Chinicuila ya está libre, pero la otra tan importante, ya va para cinco meses y seguimos sin poder llegar rápido a Coalcomán y a Chinicuila. Un servidor tuvo que irse, como todos, seis horas desde Apatzingán para llegar hasta allá, cuando estando el camino libre se hacen dos horas.

  • Antier estuvo aquí (en Apatzingán) el gobernador con personal de la Sedena, Guardia Nacional, presidentes municipales y mandaron soldados a Chinicuila, ¿solamente con la presencia de los uniformados se va a solucionar esto?

No basta la presencia, se requiere encontrar las acciones para la erradicación, porque la presencia, así, es para que el crimen se perpetúe y crezca. Porque se les respeta, están empoderados de las carreteras, de las comunidades. Con la sola presencia del Ejército y de la Guardia Nacional es darle todo el poder al crimen. Por desgracia es lo que estamos viendo y la gente sigue muriendo, las personas siguen desapareciendo, hace falta hacer algo más.

  • Si tuviera la oportunidad de tener enfrente al gobernador y al presidente de la República, ¿qué les diría el obispo de Apatzingán para que la paz y la tranquilidad regresen?

A los dos les diría: Necesitamos estar más cerca de la realidad de la gente para ver el sufrimiento, escuchar los lamentos, estar muy cerca y sentir el dolor de las personas y permitir que quienes han estudiado como estrategas en situaciones de violencia, que realicen las acciones necesarias para erradicar, porque verdaderamente lo que están haciendo hasta ahora es, no para erradicar, sino para que se enraíce más el crimen organizado, para que permanezca, y mientras esté, más hermanos están muriendo, más gente está siendo desplazada.

Vemos lo que acaba de pasar en Zacatecas, es fruto de que se está dando el poder a los grupos. No basta la sola presencia, es necesario hacer algo más. Yo se los diría así, de frente.

Está tan enraizado esto que no es fácil, pero quisiéramos ver todos pasitos, aunque sea lentos, de erradicación del crimen y la impunidad que van muy de la mano. Sabemos quiénes son.

Cada uno tenemos nuestra misión, la cuestión de paz y la seguridad no es sólo del gobierno, es de todos, pero cada quien tenemos una tarea y una misión, distinta y particular, periodistas, obispos, sacerdotes, pastores. Ojalá que cada uno hagamos la tarea que nos toca para construir un mundo más humano, porque nos estamos deshumanizando. La violencia va en crecimiento, por desgracia y lo digo con tristeza.

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