Historias del Tercer Mundo
Desde que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, celebró su tercer AMLOfest a principios de diciembre de 2021, hizo un anuncio al que prácticamente no se prestó atención: México dejará de exportar e importar petróleo y sus derivados y sólo producirá gasolina y diésel para el mercado interno.
¿México podría vivir sin importar ni exportar gasolina? Según Andrés Manuel López Obrador, sí, y ése es el panorama que dibuja para el país para finales del 2023.
No obstante, la historia de nuestro país nos dice que por lo menos desde hace 50 años, la economía de México se ha sostenido principalmente de la exportación de petróleo y esto nos remonta a la administración de Luis Echeverría, a comienzos de la década de los 70.
Esta política se sostuvo por el gobierno de López Portillo y en el sexeno anterior, por cierto, el de Luis Echeverría (1970-1976), se instauró un modelo de sustitución de importaciones, otra de las políticas que anuncia la 4T como gran transformación y que según los especialistas en economía ha quedado obsoleta en la realidad actual.
El cambio más importante en torno a la comercialización del petróleo fue el implementado por Enrique Peña Nieto con la tan criticada reforma energética, mediante la cual se terminó el monopolio de Estado para la producción de combustibles y comenzaron a incursionar empresas extranjeras.
Si bien se obtienen recursos de la comercialización de productos agrícolas, de las remesas y del turismo, el petróleo sigue siendo uno de los mayores atractivos para la industria extranjera, particularmente la norteamericana y ha sido así por lo menos durante 50 años. Dejar de exportarlo implica pérdidas importantes.
Restringir su venta, como propone López Obrador, podría afectar además los términos de los tratados de libre comercio, en especial el T-MEC, firmado con Estados Unidos y Canadá y por lo tanto, alterar la relación con los países del norte.
Cabe preguntarse además si, como asegura el Presidente, la producción nacional de combustibles será suficiente para abastecer el mercado mexicano o si nos enfrentaremos, como a principios de su mandato, a un desabastecimiento de gasolina generalizado, ya que no habrá posibilidad de importar y las refinerías con que se cuenta son insuficientes o poco eficientes.
Este mercado cerrado que se plantea, además, pondría en duda la continuidad de gasolineras extranjeras en el territorio mexicano y la venta de gasolina y diesel volvería a ser un monopolio a cargo de Pemex, con un consiguiente aumento de precios y la consabida corrupción de este organismo.
Esto sin contar con las cargas fiscales, que ya se comienzan a percibir desde ahora, con el incremento del Impuesto Especial Sobre Producción y Servicios (IEPS) de un 7 por ciento a partir de enero de 2022.
¿Qué se viene? Probablemente escasez de combustible, sin duda encarecimiento del mismo -lo que acarrea incrementos en el precio de la canasta básica-, y una relación poco amistosa con Estados Unidos. Esto, claro, si se llega a concretar esta meta, que a la distancia suena tan absurda como muchas otras.
La autora es maestra en Políticas Púbicas por el Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales de la UMSNH y licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, publicó el libro de cuentos Noche de Muertos en 2010 y ha colaborado en antologías de poesía. Se ha desempeñado como periodista enfocándose en temas de política, Congreso y derechos humanos.