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Cuando inició el año 2020 se tuvo la dicha de verlo llegar y recibirlo con diferentes expectativas como habitualmente ocurre en la mayor parte del mundo, sin embargo, jamás se imaginó lo que estaba por suceder. La aparición a nivel mundial de un nuevo virus llamado COVID-19 (Coronavirus).

Datos de la Secretaría de Salud de nuestro país, revelan que el primer caso de dicho virus se detectó en nuestra nación el 27 de febrero de 2020, y para el 30 de abril del mismo año, es decir, 64 días después del primer diagnóstico, el número de pacientes aumentó exponencialmente, alcanzando un total de 19 mil 224 casos de infectados detectados y mil 859 decesos por esta causa que representó un 9,67%.

Nuestro país y el resto del mundo no estaban preparados para la catástrofe que apenas iniciaba. Conforme pasaban los días, las semanas y los meses, el índice de contagios incrementaba considerablemente y como consecuencia de ello la mortalidad.

Desde la llegada de este devastador virus, esta es la segunda Navidad que nos tocará vivir bajo el concepto de “pandemia” y eso ha generado mucho movimiento emocional a nivel mundial.

Las estadísticas muestran que en épocas decembrinas muchas personas tienden a ser más propensas a tener pensamientos depresivos, de hecho en años anteriores el índice de suicidios incrementaba considerablemente durante estas fechas.

Este diciembre es muy diferente, hay muchas personas sin ganas de festejar, el mundo tuvo una lamentable cifra de pérdidas humanas, y las familias se quedaron sin uno o varios de sus seres queridos, en consecuencia a esto, se tiene que hay muchas razones que pueden provocar sentimientos desagradables durante esta época. Aunado a ello, no podemos dejar de lado que los rituales a los que estamos acostumbrados para despedir a nuestros seres queridos cuando fallecen, tampoco se pudieron llevar a cabo por el mismo tema de la pandemia, lo cual incrementó un nivel de frustración en varias familias, al no poder despedirse de sus familiares.

Sin duda, la Navidad ha cobrado un nuevo sentido en muchos de los hogares, las sillas vacías serán muchas y aunque pareciera una pesadilla mundial, es una realidad que muchos vivirán en la llamada “Noche Buena”.

Hoy más que nunca esa vieja canción del famoso cantautor michoacano, Marco A. Solís, cobra sentido para muchos:

“Otro año ya se ha ido,
cuántas cosas han pasado,
algo hemos aprendido,
y algo hemos olvidado.
Las lucecitas de mi árbol
parece que hablan de ti,
y entre piñatas y sonrisas
siento que no estés aquí…
Llega Navidad y yo sin ti”.

Llega navidad, y tantas personas sin sus seres amados, este año la ausencia y el vacío son los dos nuevos invitados. La primera Navidad después de la pérdida de un ser querido es una de las más difíciles para muchos, aunque la mayoría de las personas tratan de evitar el festejo e incluso suelen aislarse tratando de evitar el dolor y a su vez el proceso de duelo.

El duelo es la respuesta emocional humana única, universal y dolorosa que produce la pérdida de una persona, cosa o valor con el que previamente se había establecido un vínculo afectivo.

El dr. Jaqui Martínez, tiene una explicación algo diferente del duelo y se remonta a tiempos antiguos en dónde el duelo era una especie de combate entre dos individuos que tenían dos posturas diferentes. Ahora bien, cuando nos enfrentamos a una pérdida hay dos polaridades en nosotros luchando internamente: la primera tratando de resignificar la pérdida y la segunda en total negación con un aferramiento a todo lo que se “hubiera podido hacer diferente” para que el fallecimiento no se diera.

Entonces, ¿Cómo podemos afrontar este duelo?

No existe una manera correcta o incorrecta de pasar las ausencias significativas en estas fechas; sin embargo, se recomienda primeramente empezar por permitirse sentir todas las emociones que se presenten en el proceso.

El dolor por la ausencia no es algo que dure sólo un par de meses, por lo que es de suma importancia volver a hablar de la muerte del ser amado y apoyarse en los seres queridos.

Cuando la negación, la culpa y el enojo siguen apareciendo continuamente como exigencias personales, es sano e incluso en ocasiones necesario iniciar un proceso terapéutico.

Una recomendación de gran ayuda es construir un festejo de Navidad diferente, hacer un homenaje a la persona que se fue, cuidando no caer en excesos forzados y siempre anteponiendo tu estabilidad emocional.

“No diré ‘no llores’ porque no todas las lágrimas son malas”. J.R.R. Tolkien.

Mi homenaje para ti será seguir viviendo. La primera Navidad sin ti, pero siempre estarás presente en nuestros corazones H.G.P.

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