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Viajar a otros estados con placas de Michoacán, llegó a convertirse en una situación de alto riesgo en la época de mayor espiral de violencia que han desatado grupos criminales por el control de las plazas. Pero también por la percepción de un estado en llamas, que ha costado mucho tratar de apagar.
Cómo olvidar a los 18 trabajadores de un taller mecánico en Morelia, quienes a finales del año 2010 tomaron carretera en un automotor con matrícula de esta entidad, para vacacionar en Acapulco, Guerrero, -como lo venían haciendo desde hace 11 años-, y que nunca regresaron. Fueron confundidos por sicarios rivales al cártel local, levantados, ejecutados y sus cuerpos enterrados en una fosa clandestina.
Y así, los episodios de la narcoviolencia y las teorías de la confusión brotan como metrallas en las últimas dos décadas. Imparables, y prácticamente todas documentadas en noticias que han llegado a trascender las fronteras de nuestro país.
Ese ha sido uno de los principales factores, el más poderoso de hecho, en los que el gobierno de Estados Unidos descansa su criterio para emitir alertas, mediante las cuales recomienda a sus ciudadanos no viajar a determinadas partes del territorio mexicano. Alertas en las que, es lamentable decirlo, Michoacán va invicto.
La más reciente no fue la excepción. Estados Unidos incluyó nuevamente esta semana a nuestra entidad, en la lista de los lugares de México no recomendados para viajar por los problemas de violencia e inseguridad que padecen.
La lista la completan Colima, Guerrero, Sinaloa y Tamaulipas, estados que, como Michoacán, han transitado bajo fuego en los últimos lustros, secuestrados por los ajustes de cuentas y una batalla a la que no se le ve fin, más aún cuando la política federal es -al menos en el discurso-, dejar a los criminales matarse o abogar a una reconversión divina para que se conviertan al bien. “Abrazos, no balazos”, le llaman.
Atrae poderosamente la atención que no se haya incluido en esa alerta a Guanajuato y Chihuahua, que son en este 2021, y que fueron el año pasado, de los estados con más muertes violentas en el país, según el “Atlas de Homicidios Dolosos 2020”, dado a conocer esta semana por la organización México Unido contra la Delincuencia.
Sólo por citar un ejemplo: Guanajuato contabilizó 4 mil 964 asesinatos, contra 2 mil 317 de Michoacán, es decir, menos de la mitad que el estado con el que comparte frontera.
El problema es que nuestra entidad acumula un estadístico histórico que, sumado a conflictos que trascienden en el extranjero, como lo es el bloqueo que maestros de la CNTE realizan a las vías que conectan al tren con el puerto más importante del Pacífico mexicano, y que constituye el acceso logístico más atractivo para el mercado asiático en esta zona del continente, lo hace estar, siempre, puntual en la cita de las alertas estadounidenses.
Y, trágicamente, a juzgar por nuestra mala fama, pero sobre todo por lo errático que han resultado todas las fórmulas aplicadas hasta ahora, por la 4T y los gobiernos que le antecedieron, así seguirá.
Cintillo
Aprobar que se aplique a los ciudadanos, por segunda vez en cinco años, el costo de las placas más caras del país para aliviar las lesionadas finanzas estatales, orilla a los diputados a no regatear la deuda que el alcalde de Morelia, Alfonso Martínez, les hará llegar para que le autoricen endeudar a la ciudad para el mismo fin.