Tlalpujahua, Michoacán
Desde niña, Claudia siempre soñó con estudiar diseño gráfico. Su destreza con el dibujo le daba esa confianza que se necesita para destacar en el mundo de la creatividad y del ingenio, y no se equivocó.
Y aunque el destino no direccionó su vida hacia una carrera universitaria, hoy rinde tributo a su habilidad nata plasmando sus espectaculares dibujos… en esferas de Navidad.
“Siempre me ha gustado pintar. No me costó trabajo dibujar sobre el vidrio soplado de las esferas, que es muy frágil. Me gusta lo que hago, es mi vida”, comenta esta michoacana, desde la fábrica de esferas donde labora en el municipio de Tlalpujahua.
Sus trabajos sobresalen, aún en medio de una competencia feroz si se considera que Tlalpujahua está convertido hoy en día en una auténtica casa de Santa Claus.
Llegar a este lugar escondido entre los bosques del oriente de Michoacán, es como transportarse al Polo Norte y adentrarse a donde habita Papá Noél, rodeado de luces de todos colores, regalos, figuras de renos, árboles navideños repletos de adornos, una villa con espectáculo de luces y la figura del propio Santa en todas las calles.
El sonido de los villancicos ameniza y deleita el oído a cada paso de los visitantes.
Y, en las calles, prácticamente cada casa es una tentadora invitación a entrar, por la decoración de cada espacio -inspirada en la Navidad-, que le ha dado proyección nacional e internacional a Tlalpujahua, municipio que comparte frontera con El Oro, Estado de México.
“Es impresionante la cantidad de personas que han venido este año. De El Oro a aquí es un trayecto de sólo 10 minutos… en noviembre, que fue la época de mayor afluencia, las filas de autobuses se hacían cuatro horas para recorrer ese tramo”, detalla la propietaria de NaviArt, una de las fábricas de esferas de mayor tradición en la localidad.
De Michoacán para El Vaticano
Situado a 2 mil 580 metros de altura sobre el nivel del mar, en lo más enclavado del bosque, Tlalpujahua fue fundado por mineros españoles en 1928 y conservó durante muchos años la actividad de la extracción y venta de minerales.
Sin embargo, en la segunda mitad del siglo pasado comenzó la aparición de los primeros talleres de esfera artesanal y, con el paso del tiempo, se convirtieron en el motor económico más poderoso para sus habitantes, quienes en 2005 recibieron el nombramiento de Pueblo Mágico.
Aquí, cada mes de septiembre inicia la Feria de la Esfera, pero en todo el año el ambiente y el clima es con sabor, olor y textura de la Navidad.
De acuerdo con autoridades municipales, hoy en día se cuenta con más de 180 talleres artesanales donde laboran aproximadamente mil 600 personas, que producen 110 millones de esferas al año.
Piezas diseñadas aquí por sus artesanos, han decorado la Casa Blanca y El Vaticano. No por nada, el 60 por ciento de la producción total tiene como destino la exportación a otros países.
Algunas de esas piezas llevan el sello de Claudia, quien mostró a Primera Plana la que considera su obra maestra: una esfera casi del tamaño de un balón, con un diseño de flores entrelazadas. Ella le llama el modelo “Tarascas”.
“Cada diseño de este modelo me lleva alrededor de seis horas y ha sido uno de los que más ha gustado. Le llamo Tarascas porque ese nombre simboliza a la cultura purépecha de los michoacanos”, comenta.
Y sí, en el taller donde ella labora existen más de 250 diseños de esferas, pero “Tarascas” sobresale. Roba de inmediato la atención de quien entra en contacto con ella.
Roba todos los sentidos.