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“La verdad no cambia por más que sea o no creída por la mayoría de la gente”
Giordano Bruno, filósofo alquimista, “el mártir de la ciencia”

Lo contrario a la verdad es la mentira, cosa que no es nueva en el mundo. Las personas que mienten de manera patológica, lo hacen hasta doscientas veces al día, pero hay otras personas que solo mencionan mentir de manera piadosa, lo cual es irreal, ya que no hay piedad en mentir, sino más bien, un interés personal en el que miente.
Tanto ha sido un tema de interés para muchos, que incluso el sociólogo austriaco Peter Stiegnitz fundó una ciencia especial, a la cual llamó “la mentiología”, en la que distingue hasta cinco formas de la mentira: la mentira de sí mismo (autoengaño), la mentira piadosa (proteger al otro), la mentira de prestigio (impresionar a otros), la mentira por miedo (impedir consecuencias incómodas de las propias acciones) y la mentira inescrupulosa (engañar, perjudicar o desinformar a otros).
Lo anterior, se hace cada vez más frecuente y de alguna manera se ha “normalizado” en el día a día. Haciendo una investigación sobre temas de intereses general, me doy cuenta de que hay un “boom” con las redes sociales, personas llamadas “influencers”, que se dedican a subir videos haciendo de todo y con ello los seguidores (en su mayoría con necesidades y carencias de todo tipo), tratan de hacer e imitar las vidas de sus ídolos, lo cual genera en diversos casos depresión y/o frustración puesto que las realidades que viven unos de otros, son dimensionales.
¡Nos venden mentiras al por mayor y las estamos comprando!
Siguiendo por esta línea del “boom” generado en internet, llama mi atención, los videos en donde personas llamadas “Youtubers”, muestran tutoriales en dónde se enseña sobre infinidad de temas y en donde nuevamente aparece el tema del engaño y la falacia, muestran la manera más efectiva de esconder estados de “WhatsApp”, “likes” en “Facebook”, comentarios ocultos o invisibles, todo a efecto de esconder la verdadera actividad social que está teniendo el usuario, para más tarde ser ellos mismos quienes saquen un vídeo con nuevos títulos, uno ejemplo de ellos es: “¡Si quieres descubrir lo que esconde o como te miente, checa esto!”. Y se dan a la tarea de enseñar al público a hacer todo lo contrario a lo que anteriormente habían enseñado, generando polaridades en las y los seguidores, además de una controversia en donde si una parte se siente engañada, busca descubrir como investigar la verdad y en donde la otra parte, intenta esconder a como de lugar esa verdad.
Sin embargo, no son los únicos engaños que circulan en la red, incluso hay tutoriales en donde se enseña a las y los seguidores a cambiar por completo su apariencia física con maquillaje; en un principio dichos tutoriales eran dirigidos al público femenino, pero con el tiempo ha incrementado también para el público masculino. Esto sin olvidarnos de la variedad de filtros inventados para corregir hasta la última imperfección, lo cual ha sido burla y motivo de miles de memes en donde se hacen evidente estás correcciones realizadas a la mayor parte de las fotografías que hoy circulan en la red, todo con tal de lucir un estándar de belleza por arriba del que se tiene y con ello engañar a las personas que ven dichas imágenes.
Caemos en una sociedad líquida, en la que como diría Bauman, “Ya no hay certeza de valores”. La mentira y el engaño están al toque de un dedo, corren a la velocidad de la luz y tienen alcance a millones de personas.
¿Qué pasa que nos hacemos menos conscientes?
¿Qué pasa que cada vez somos menos responsables de lo que hacemos y queremos ocultarlo?
El renombrado filósofo Aristóteles decía: “La verdad es un término medio entre la jactancia y la hipocresía”, y pareciera ser que en la actualidad solo hay jactancia (presunción de lo que no soy) e hipocresía (evitasión de lo que soy y de lo que quiero mostrar).
Desconocemos nuestra luz y nuestra sombra, a partir de ahí generamos identidades imaginarias en base a los deseos de la otredad e intentamos adaptarnos al contexto para satisfacer esos deseos; ese contexto en el que los estándares son demasiado elevados e incluso para algunos “inalcanzables”, por ello es ahí donde surge la falacia “entre el pensamiento y la realidad”.
La honestidad y la lealtad en nuestras relaciones, son pilares básicos; sin embargo, el engaño y la deslealtad, impiden que tengamos relaciones reales y por ende, al dirigirnos con estas actitudes, solo idealicemos la relación con personas inexistentes.
¿Qué hacer entonces ante esta normalización, en donde estamos expuestos a caer en el juego de mentir o de ser engañados?
Miguel Ruiz, en su libro el quinto acuerdo, podría estar dándonos una respuesta: “Sé escéptico, pero aprende a escuchar”.
Y esto va mucho más allá de simplemente no creer en el otro, habla de hacer consciente también lo personal, de utilizar el poder de la duda contigo y con el otro, no creerte todo lo que te dices, pero tampoco creer todo lo que te dicen, hacer una pausa y ponerlo en duda. Escuchar con tus ojos, escuchar con tus oídos y escuchar con todo tu ser, para así poder entender el verdadero mensaje.
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