Historias del Tercer Mundo

Foto: Wendy Rufino

En menos de dos días pasamos de discutir la despenalización del aborto para hablar de la supuesta prohibición de las sopas chinas.

Otro tema que surge de cuando en cuando es el de las reformas a las que el Congreso de la Unión dio mil vueltas y revueltas, mediante las cuales por fin despenalizaría el uso lúdico de la marihuana, para al final no quedar en nada.

Los diputados de Morena, por otro lado, se han ufanado de prohibir la comida chatarra en Oaxaca y han buscado hacer lo propio en otras partes del país, Michoacán entre ellas, aunque esa iniciativa fue una de las cerca de 500 que la Legislatura 74 decidió dejar en el olvido.

Vamos por partes. En primer lugar, nunca se habló de prohibir ninguna sopa. La Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) no se encarga de proteger la salud de los consumidores, sino de velar porque no los engañen. Esto es, si un producto se promociona en una imagen con chícharos y zanahorias, se esperaría que contenga chícharos y zanahorias.

Hablando de política pública de salud, hay dos caminos que se pueden seguir: el de la política preventiva y el de la curativa. Esta última, más costosa y nociva, pero es la que suelen adoptar los países tercermundistas como el nuestro, aunque la preventiva suela resonar más en el discurso.

Igualmente, hay dos posturas que puede adoptar el Estado ante los problemas de salud pública: la proteccionista y la respetuosa de la personalidad del ciudadano, en donde el gobierno interviene sólo para informar sobre las consecuencias, mitigar los daños o evitar que terceras personas sean afectadas.

La proteccionista pareciera ser la preferida del Estado mexicano desde hace ya varios años y visualiza a los ciudadanos como niños incapaces de decidir qué es bueno comer, beber o fumar y qué efectos puede tener en su organismo lo que consuman.

De este modo, se trata al consumidor de marihuana como un menor de edad incapaz de discernir los daños que podría traer a su organismo esta sustancia, aunque al mismo tiempo se le permita atiborrarse de alcohol, tabaco, cafeína y taurina, de libre venta en cada esquina.

Por otro lado, se habla de prohibir la comida chatarra o limitar su venta, pero no de impulsar la producción de botanas saludables con, por ejemplo, incentivos fiscales , regulación de su precio o incluso subvenciones, porque la comida “saludable”, orgánica, libre de hormonas, de comercio justo, sin conservadores… resulta incosteable para la mayor parte de las familias mexicanas.

¿Por qué tanto drama ante la amenaza de retirar una sopa de pésima calidad, un queso untable que no es queso o una botana del mercado? Porque no hay alternativas.

En redes sociales se ve a las mismas personas brincar de un bando a otro y clamar, por ejemplo, por la legalización de la mota y por la prohibición de la malvada Coca Cola, a favor del consumo en exceso de alcohol, pero en contra de la comida procesada, y un largo etcétera.

Al final de la semana, un tercer tema desplazó al de las sopas: conmocionó las redes el caso de Martha Sepúlveda, una colombiana que recibiría la eutanasia a pesar de no padecer una enfermedad terminal, pero sí una condición que le provoca dolores muy fuertes.

Pareciera que el tema del aborto que inundaba las redes antes que la Maruchan o la eutanasia no tuvieran nada que ver entre sí, pero hay un hilo conductor y éste es el derecho a decidir: decidir cuántos hijos tener y cuándo, decidir cómo divertirse, decidir qué comer y finalmente, decidir cuándo y cómo morir.

El derecho al libre desarrollo de la personalidad se menciona -aunque no se define- en el artículo 19 de nuestra Constitución y está contenido en varios tratados internacionales a los que México está suscrito. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha emitido sentencias en donde hace referencia a este derecho que, no obstante, pareciera no estar del todo presente entre los legisladores y el diseño de políticas públicas.

Cabría preguntarse en este contexto hasta dónde un mexicano puede ejercer el derecho de tomar decisiones sobre su propia vida y si se puede esperar que en el futuro crezca el número de aspectos sobre los cuales puede decidir o si, por el contrario, se achica.

La autora es maestra en Políticas Púbicas por el Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales de la UMSNH y licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas, publicó el libro de cuentos Noche de Muertos en 2010 y ha colaborado en antologías de poesía. Se ha desempeñado como periodista enfocándose en temas de política, Congreso y derechos humanos.

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