Morelia, Michoacán
Cuando la pandemia llegó a México y comenzó a propagar terror y miles de muertes, Octavio no lo dudó: transformó su taxi en un ‘bunker’ rodante contra el covid.
Desde entonces, no realiza un solo viaje si no es armado con cubrebocas, gel antibacterial y una cabina protectora para el piloto, que lo aísla de los pasajeros.
“Una vez se subió un señor y se molestó. Dijo que era yo un exagerado y que eso del virus era una historia para asustar a la gente. De ahí en fuera, todos los demás me han agradecido por cuidarme y por cuidar de ellos”, compartió este moreliano, quien diario surca las calles de la capital michoacana en su Nissan blanco.
La cabina protectora la habilitó de manera hechiza, con madera y remaches de acero.
Un hule hace las veces de ventanilla para tener comunicación visual con el pasaje, mientras que el pago por el servicio lo recibe a través de un orificio, apenas suficiente para deslizar su mano.
“Gracias a Dios, hasta la fecha no nos hemos contagiado. Quiere decir que nos hemos cuidado bien”, presumió este operador del transporte público.
Su jornada inicia temprano y, según la demanda, puede prolongarse hasta muy noche. Pero siempre con la guardia en alto.
Sabe que el mortal virus así lo impone.
Y no se equivoca; la amenaza también viaja sin descanso. Todavía ayer, la pandemia mató a 524 personas en México, con lo que ya suman casi 280 mil defunciones, lo equivalente a la cuarta parte de la población de Morelia.