Foto: ACG

Mirador crítico

Gobernar Michoacán no es fácil, no sólo porque es un Estado sumamente politizado, en el peor y en el mejor sentido de la palabra, sino porque una especie de radicalismo de la sangre hace que el michoacano se tome muy en serio la misión autoasignada de abrir caminos en la historia.

Si a esto sumamos los déficits históricos acumulados y los problemas de nueva creación que el neocardenismo hizo visibles en su cuarto retorno al poder, se comprenderá por qué es difícil darle encuadre a lo que no lo tiene y desplegar una estrategia de gobernabilidad en la que se pueda quedar bien con todos los sectores.

El nuevo gobernador, Alfredo Ramírez, al margen de lo que en Morena haya marcado su trayecto y del accidentado camino que lo llevó a la gubernatura, parece un político abierto y racional, dialogante, con buena intención y ajeno al estilo dogmático e intransigente que ha caracterizado a su partido desde su nacimiento.

Que el gobernante compre rencillas y conflictos que no son suyos, lo mismo que si despliega agendas impuestas, ajenas o bajo presión, podría conducirlo a desfigurar su estilo y a cometer traspiés que no son recomendables en la gestión de gobierno.

Ojalá Alfredo Ramírez Bedolla preserve su estilo y no pierda piso; ojalá se asuma como una proyección de sí mismo y no como alter ego de nadie ni como una proyección de caudillo alguno, porque esto podría volver chata su gestión al frente del Solio de Ocampo.

Al mismo tiempo, quizás conviene elogiar la persistencia de algunas de sus banderas y su radicalismo de izquierda. Pero no está de más recordar que el peor radicalismo es el radicalismo ciego, de una sola ortodoxia y una sola verdad, y que es en él donde muchos proyectos se ahogan y se pierden para la historia.

Aquí es donde veo uno de los riesgos en el gobierno de Ramírez Bedolla, porque el partido Morena se mueve en la unipolaridad ideológica y política, en la monogamia comunicativa y en el ensimismamiento de los “supuestos del corazón”, y esto no necesariamente subraya un temple democrático, sobre todo si se coincide con Boaventura de Souza, el gran ideólogo brasileño de “Epistemologías del sur”, cuando aseveró que “la conquista de nuestro tiempo es la celebración de la diversidad”. Lo contrario de esto sería ignorar la multipolaridad social y hacer como que el otro no existe, lo que sería un grave error.

Michoacán, por historia y cultura, es un signo de interrogación sin respuesta; pero es también algo más: un territorio que a veces es luz y en ocasiones es sombra para sí mismo.

Fuera del hecho de que el tiempo nublado de Michoacán comenzó en el gobierno de Cárdenas Batel, lo cual es una verdad estadística y financiera que se explica por sí misma, lo grave de esto es que a los pendientes viejos se sumaron los pendientes nuevos y la entidad vive, desde hace poco más de tres lustros, una espiral de deterioro.

Por años se ha hecho de la política del avestruz, para ignorar la realidad, la estratagema perfecta del autoengaño y la simulación. Y por años, también, nos ha salido al paso la luminosa sentencia de Ayn Rand: “Puedes ignorar la realidad, pero no podrás ignorar las consecuencias de ignorar la realidad”. En los debates de saliva se puede perder o ganar, pero la refutación que en verdad cuenta es la de los hechos.

Los signos del tiempo nublado que hace años envuelven a Michoacán se extienden por doquier. Y lo mejor de todo es que basta estar despierto y un poco de conciencia crítica para visualizar su origen y su desarrollo.

Arreglar déficits, desfalcos y quebrantos financieros para enderezar las finanzas públicas, es un camino que requiere algo más que principios y una estrategia de saneamiento. Ramírez Bedolla lo puede hacer con la voluntad bien plantada y ánimo ordenador.

Crear y arraigar una economía industrial en el Estado, con visión de largo plazo, es indispensable si en verdad queremos disminuir el desempleo y el subempleo, abatir las cifras de pobreza, adelgazar la informalidad, capitalizar a las familias y alentar al empresariado a que invierta. La economía clientelar consiste en cambiar la trayectoria del dinero: de un bolsillo a otro o de una UPP a otra, pero no resuelve el problema de fondo que es crear riqueza para distribuirla con justicia.

La catástrofe educativa de Michoacán, que comenzó hace un cuarto de siglo, no la crearon el neoliberalismo a lo Milton Friedman ni el Banco Mundial, sino un magisterio que leyó e interpretó mal a Paulo Freyre y ha hecho de la holgazanería y la protesta, un sistema de extorsión.

No obstante, quizás el problema mayor que habrá de enfrentar ARB es el de cómo abatir, ahuyentar o atraer a un estatuto de gobierno a los cárteles delincuenciales. Son miles las víctimas de la delincuencia criminal y alrededor de 22 mil los desplazados por la violencia en Tierra Caliente. La estrategia federal en la materia es una convocatoria a la risa, porque lejos de resolverlo agrava y complica el problema.

Si esta serie de problemas no se resuelven con eficacia de Estado y la ley en la mano, puede decirse que no habrá Cuarta Transformación en Michoacán.

Pisapapeles

Además de la ilusión de muchos, Alfredo Ramírez tiene el beneficio de la duda a su favor.

leglezquin@yahoo.com

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