Puerto Príncipe, Haití – El País

Un terremoto de magnitud 7,2 ha sacudido Haití en la mañana de este sábado y ha dejado al menos 304 muertos, además de cerca de 2.000 personas heridas y cientos de desaparecidos según han informado este sábado las autoridades del país caribeño. El potente sismo ha revivido, además, la pesadilla de 2010, cuando en un temblor de intensidad similar fallecieron 300.000 personas. El terremoto se ha registrado a las ocho y media de la mañana, hora local, y ha afectado principalmente a la zona suroeste del país.

El primer ministro, Ariel Henry, ha calificado la situación de “dramática” con graves daños materiales y ha decretado el estado de emergencia durante un mes. “Vamos a tomar las disposiciones necesarias para asistir a los afectados por el sismo”, ha escrito en un mensaje de su cuenta de Twitter en el que se ha comprometido a actuar con rapidez. De acuerdo con el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés), el epicentro estuvo localizado a unos 12 kilómetros de Saint-Louis du Sud, en el oeste del país.

El temblor se ha sentido en todo el territorio y varios testigos han reportado derrumbes en las ciudades de Jérémie y Los Cayos, según las primeras informaciones. La Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos ha emitido una alerta de tsunami por unas olas “que pueden llegar a uno o tres metros” sobre el nivel del mar y que ha sido levantada poco después.

El seísmo se registró a las 8.29 hora local (12.29 GMT) y tuvo una profundidad de 10 kilómetros, según el informe del USGS. Varios haitianos compartieron en las redes sociales vídeos de los edificios derrumbados, incluida una iglesia de Les Anglais, a unos 200 kilómetros al oeste de Puerto Príncipe, mientras la población se alejaba de la costa ante la alerta de tsunami. Según escribió en su cuenta de Twitter Frantz Duval, el redactor jefe del diario Le Nouvelliste, la mayoría de hoteles e iglesias de la costa sur de Haití han sufrido daños importantes. Ese diario también ha informado de que el hospital Saint-Antoine, en Jérémie, el mayor del departamento de Grand’Anser, estaba sobrepasado en la mañana de este sábado por la llegada de heridos.

“Los Cayos está completamente destruida”, le ha dicho a EL PAÍS por vía telefónica Jean Sauny Pierre desde esa ciudad que está a unos 35 kilómetros de Saint-Louis du Sud, el epicentro del seísmo. “Muchos hoteles están destrozados, la escuela a la que iban mis hijos está completamente destrozada, así como dos iglesias católicas y muchas, muchas casas han quedo destruidas, en ruinas. Es muy triste para la ciudad de Los Cayos. Estamos en duelo ahora mismo”.

Inés Lozano, presidenta de Flying High 4 Haiti, una organización sin fines de lucro que tiene una escuela en Ile-a-Vache, en el suroeste del país, la zona más afectada por el temblor, aclaró a EL PAÍS que al menos dos profesoras de su organización habían perdido sus casas, pero por el momento no sabe de víctimas entre sus conocidos en la zona. “Lo bueno es que [el terremoto] fue a las 8.30 de la mañana y es una hora a la que la gente sale al mercado y el sábado es un día de mercado. Parece que la mayoría estaba fuera. Todo el mundo estaba muy asustado y había muchísima destrucción”.

La zona afectada por el temblor, el sudoeste de la isla, es la misma que fue azotada por el huracán Matthew, que dejó cientos de muertos en Haití en 2016. “Mi organización todavía está reconstruyendo las casas que se destruyeron en Matthew”, lamenta Lozano. Los medios locales han confirmado que entre las víctimas de este terremoto está el exsenador Gabriel Fortuné que, según las primeras informaciones, estaba reunido con otras tres personas en el momento del temblor en el hotel Le Manguier, en Los Cayos, del que era dueño y que se derrumbó.

Desde Estados Unidos, el principal país receptor de la diáspora haitiana que provocó el terremoto de 2010, la Casa Blanca ha informado que el presidente Joe Biden ha autorizado una respuesta inmediata para asistir a Haití después del terremoto y ha nombrado a Samantha Power, la administradora de la agencia de cooperación USAID, como responsable para coordinar esos esfuerzos.

Haití, un país de poco más de 11 millones de habitantes situado en la isla La Española, que comparte con República Dominicana, aún no se ha recuperado de esa tragedia que sepultó también las esperanzas de su población. El balance de ese terremoto, de magnitud parecida al de este sábado y que se produjo cerca de la capital, fue de cientos de miles de muertos, decenas de miles de heridos y cerca de 1,5 millones de damnificados.

Pero la devastación de entonces supuso un infierno para toda la isla, que sufrió hace un mes uno de los momentos más aciagos de su historia política. La madrugada del 7 de julio el presidente, Jovenel Moïse, fue asesinado a tiros en un caótico asalto de un grupo de sicarios, cuya mayoría eran mercenarios colombianos. Mientras dormía junto a su esposa, sus asesinos lograron burlar los controles de seguridad, entrando en su habitación y disparando a la cama. El gobernante, de 53 años, falleció en el acto.

El magnicidio dejó al país al borde del abismo. El vacío de poder se añadía a un historial infinito de inestabilidad y convulsiones. Tras el asesinato fue declarado el estado de sitio y el primer ministro, Arley Henry, amplió los poderes de las fuerzas armadas. Haití es un compendio de las desgracias que puede sufrir un país postrado por las emergencias humanitarias y con unas instituciones precarias.

La muerte de Moïse, que ya había denunciado un intento de homicidio, fue la última sacudida que contribuyó a enturbiar aún más un horizonte lleno de incógnitas. Justo esta semana se había fijado una hoja de ruta electoral, que fue postergada de septiembre hasta noviembre, para poner fin al vacío de poder. El expresidente contaba con nutrida larga lista de enemigos: rivales políticos, un grupo de familias que buscan hacerse con el control del sector eléctrico y el crimen organizado, cada vez más poderoso y que ejerce el control absoluto en buena parte de Puerto Príncipe.

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