Lima, Perú
Muchos en el país esperaban, que las eleccones presidenciales del domingo pasado ofrecieran un nuevo comienzo. En cambio, casi una semana después de que se emitieron los votos, Perú ha vuelto a sumirse en la incertidumbre.
Los dos candidatos están prácticamente empatados. La candidata alega fraude y pide que se anulen hasta 200.000 votos, una medida que privaría del derecho a voto a muchos electores pobres e indígenas. El candidato convocó a sus seguidores para que salieran a las calles a defender los votos.
Según algunos analistas, la tensión está llevando a la democracia hasta sus límites; exacerba las fisuras de una sociedad profundamente dividida y aumenta la preocupación por el futuro del país.
Con el 99 por ciento de las actas contabilizadas, Pedro Castillo, un exmaestro de izquierda sin experiencia en el gobierno, lidera sobre Keiko Fujimori, la hija del expresidente de derecha Alberto Fujimori —y símbolo de la política tradicional peruana—, por aproximadamente 70.000 votos. Castillo ha ganado alrededor del 50,2 por ciento de los votos contabilizados y Fujimori el 49,8 por ciento.
Pero Fujimori ha pedido que se anulen miles de votos, alegando, sin mostrar pruebas concretas, que el partido de su oponente violó “de manera sistemática” el sistema de votación.
Tanto las autoridades electorales como los observadores afirman que aún no se ha presentado evidencia de fraude sistemático, y los analistas han dicho que el esfuerzo de Fujimori probablemente no logrará que los resultados la favorezcan.
Las autoridades electorales tienen hoy sábado para analizar las solicitudes del partido de Fujimori que pide anular actas de 802 mesas de votación, en las que, según sus acusaciones, los partidarios de Castillo realizaron varios tipos de actividades ilegales, incluido el cambio del conteo de votos a su favor.
Esas mesas de votación están en regiones en las que Castillo ganó con una diferencia sólida, principalmente en áreas rurales andinas pobres e históricamente marginadas, incluida la ciudad natal de Castillo.
FUENTE: The New York Times