París, Francia

Claire Oppert, una violonchelista de concierto formada en el Conservatorio de Moscú, visita todos los viernes el asilo Jeanne Garnier, ubicado al sur de París, donde es aplaudida a rabiar por numerosos ancianos, muchos de los cuales están luchando contra el dolor físico y son víctimas de enfermedades terminales.

“Tengo un dolor permanente, dijo Micheline Leroux, una paciente de cáncer en la residencia Garnier, una de las más grandes de su tipo en Europa, pero encuentro que la música ayuda un poco a escapar, es mágica, cuando escucho el Adagio de Albinoni, anticipo la siguiente nota”.

Además de sus recitales semanales, Oppert, chelista de 55 años, se ha propuesto como misión demostrar los efectos terapéuticos de la música en la atención al final de la vida, por lo que participa en varios proyectos médicos.

La cuidadora Margarita Saldana enfatiza:

“Después de que Claire se va, encontramos a los pacientes en un estado de calma, a veces conmovidos, a veces felices”.

Por su parte, Claire Oppert, quien lleva casi una década regalándole su música a los ancianitos asegura:

“La música alivia el dolor y disminuye sus síntomas. En los cuidados paliativos, a veces todavía hay dolor, a pesar de los fármacos”.


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