Morelia, Michoacán
La empresa Tranvías Kuanari, radicada en el centro de Morelia, es una de las pocas que ha logrado seguir funcionando con éxito a pesar de la pandemia de covid. El pasado año tuvieron que cerrar 3 meses y muchos se percataron, entonces, que “la situación se estaba poniendo fea”.
El respeto y el amor de los morelianos hacia este balcón de las maravillas no es gratuito ni obra de la casualidad.
Diariamente, la compañía, con apenas 30 trabajadores, pone en marcha sus 6 tranvías y su vehículo panorámico de dos pisos para realizar entre 6 o 7 recorridos histórico-arquitectónicos por las partes más importantes de la villa en las que el duro sol o las lunas blancas, las brisas llenas de magias y el olor a muros coloniales se mezclan para regalarnos más de una sorpresa.
Y conste, el éxito de la aventura está garantizado: los moradores y amigos que nos visitan podrán conocer las plazas señoriales, obras escultóricas, vetustos edificios de cantera rosa, hoteles y negocios ochocentistas, callejones llenos de secretillos e imponentes arboledas.

A mismo tiempo, los amantes del miedo, la incertidumbre la zozobra y las leyendas más pintorescas viven pendientes de unos recorridos que se organizan todos los días a las 7 de la noche, los cuales incursionan en las partes más oscuras y aterrorizantes de la villa de la mano de unos 12 guías, quienes se alternan, y exhiben amplios conocimientos sobre el anecdotario de la localidad.

Mahelen Díaz Montes, gerente de Tranvías Kuanari, entrevistada por Primera Plana mx, comenta:
“Actualmente la afluencia de público es muy buena, a la gente le llama mucho la atención nuestros atrevimientos. Eso sí, tratamos de atraer no solo a los viejos y nuevos caminantes, sino a las mismas personas de la ciudad. Muchos conocen poco sobre los grandes acontecimientos que hemos vivido aquí y queremos que aprendan a admirar la belleza, lo pintoresco, lo inaudito de todo el vecindario”.
A la caza de las leyendas menos conocidas…
Luego de las indagaciones iniciales nos montamos en el tranvía Kuanari II (Lucero de la Mañana) y empezamos a recorrer las rúas de la vecindad dentro de su primer cuadro, guiados por Hirán Padilla Rizo, con una pinta tétrica y feudal, y por Brandon Revillagigedo, un actor y cronista urbano con imagen de conquistador.
Primera parada (Templo de San José, el santo patrono de la ciudad, ubicado frente a la Plaza de la Reforma Agraria).
Luego de las presentaciones de rigor, Brandon Revillagigedo tomó la batuta y tras algunas bromas espeluznantes nos contó la leyenda titulada “Cinco reales”.

“La leyenda trata sobre uno de esos hombres cobardes y traicioneros a quienes les gusta jugar con las mujeres. Entonces, ya en la ruina, conoce a una doncella que se iba a tirar de una torre de San José y se enamora de ella. Le entrega cinco reales que le habían regalado en broma unos amigos y la cita para amarla por siempre, pero no sabía que aquel dinero… “.
Segunda parada: (plaza situada frente al Santuario de Guadalupe o Templo de San Diego, en los terrenos en los que existió antiguamente un aislado y desolado cementerio de unos monjes).
En este sitio, muy aconsejable para los consumados noctámbulos y los amantes de los chistes tétricos, tomó el mando Hirán Padilla Rizo:

“Nuestra leyenda es poco relatada y tiene como nombre ‘La aparecida de San Diego’. Lo cierto es que aún hoy existen gentes que dicen que en esta plaza se aparece una niña vestida de blanco. El rumor popular asegura, además, que la menor y su familia fueron víctima de un robo muy lamentable y que nunca dejaron de clamar por la venganza. Por esta razón, la niña regresa todos los años para revelar la identidad del malvado y entonces…”.
Tercera parada: (Bosque de Cuauhtémoc, el jardín más grande de la ciudad, en las afueras del centro histórico).
En medio de la oscuridad, con muy poco tránsito y una brisa que aullaba en homenaje a la muerte, Hirán Padilla Rizo volvió a tomar la palabra:
“Aquí había un pueblo indígena llamado San Pedro que dejó de existir por una epidemia. Y también había un templo, que un día, lloró la perdida de un fraile franciscano que desapareció en el bosque. Dicen que un muerto se lo llevó, aunque, algunos murmuran que tenía sus pecadillos a cuesta y que una noche…”.

Epílogo
Tanto Hirán como Brandon coinciden en que la idea es atrapar a las familias y que se vayan contentas. Sin embargo, a veces surgen problemas. El primero de nuestros guías, comenta medio en broma:
“Generalmente los amigos se intrigan un poco, se asustan, pero a veces hay que bajar el nivel del miedo por diversas razones. Una noche, una señora me dijo: ‘Muchacho, tengo diabetes, no me vayas a asustar mucho’. Imagínese usted”.
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