Morelia, Michoacán

A un año de que se detectara el primer caso del virus SARS-CoV-2 en el país, Susana Guillén Chávez es una de miles de sobrevivientes de la enfermedad. No así su madre Esther, quien falleció a causa del contagio de esta.

Como si fuera un guión cinematográfico, Susana relata a Primera Plana que desde que se dio a conocer el primer caso de covid en Michoacán en marzo del año pasado y tras creciente ola de contagios posteriores, llegó a pensar que era inmune a la enfermedad, pues se considera una mujer sana que hace ejercicio y come saludablemente, lo que le hizo pensar que el virus no la alcanzaría, pero no fue así, ya que en julio de 2020 contrajo la enfermedad sin siquiera detectar cómo o en qué momento.

Arropada por el privilegio de contar con un empleo, una casa propia y una familia amorosa, Susana indica que enfrentar la enfermedad es una cosa, pero que lo que nunca esperó es que a partir de que expresó estar contagiada surgiera una especie de rechazo social por parte de quienes la conocen.

Describe que en el transcurso de la enfermedad los síntomas fueron variando: los primeros tres días le hicieron pensar que sería asintomática por no sentir nada, sin embargo, comenzaron después los dolores de cabeza, las nauseas y el vómito, y posteriormente perdió el sentido del olfato solamente y jamás tuvo fiebre, como muchas otras personas infectadas por el coronavirus.

“Yo corrí con suerte”, reconoce, mientras toma un poco de aliento.

Tres semanas después del 12 de julio, la prueba salió negativa: Susana había vencido a la enfermedad después de ingerir un sinfín de medicamentos y viviendo con suero, pues perdió por completo el apetito, y con él 10 kilos que se reflejaron en su masa muscular.

Su mamá: un destino distinto

Seis meses después fue Esther, su madre, la que contrajo el virus, cuya prueba PCR arrojó positivo el 2 de enero de este año, pero su caso fue distinto.

En agosto de 2020 Esther comenzó a presentar problemas de salud por la retención de líquidos, lo que mermó su calidad de vida, a pesar de haber sido tratada con éxito.

La mujer de 69 años de edad había salido adelante de un tratamiento oncológico, y aun viviendo aislada, bajo el cuidado de una enfermera y la asistencia de su hija y una de sus hermanas, contrajo el mortal virus.

Así estaban las calles morelianas en los tiempos que Esther fue infectada por el SARS-CoV-2. FOTO: ACG

A finales de diciembre, la jovial Esther manifestó sentirse mal, los dolores de cabeza se hicieron presentes y junta con la enorme fatiga característica de la enfermedad la obligaron a pasar el año nuevo en cama.

La fortaleza de la mujer que supo criar sola a Susana se quebrantó, y solamente tres días después de su diagnóstico positivo a la prueba del coronavirus, apenas iniciando el 2021, murió en su propia cama, pues a pesar de saberse con niveles de oxígeno que variaban entre 35 y 65 por ciento, con la absoluta necesidad de ser entubada para poder sobrevivir, pidió quedarse en casa y despedirse, pues intuía que su encuentro con el creador estaba por llegar.

Mi madre comenzó a finales de diciembre a decirme que le dolía mucho la cabeza, que se sentía débil. Su primer estudio reflejó una oxigenación de 65%. El médico me advirtió que de llevar a mi mamá a un hospital, seguramente no volvería a verla.

Cientos de miles de adultos mayores en todo el mundo han muerto en una sala de espera hospitalaria, en la calle, o sencillamente en un respirador, solos, tras una larga agonía. Esta es la razón de la digna decisión de Esther.

Este complicado escenario lo relata Susana entre manoteos que reflejan su ansiedad. El diálogo con su madre fue decisivo: Susana determinó, en conjunto con sus tías, que se respetaría la decisión de Esther y se quedaría en casa. Y así fue.

El domingo 3 de enero yo vi que mi mamá se recuperó mucho, inclusive el lunes 4 no se me olvida que toda la mañana estuvo sin oxígeno y llegó a tener 85% de oxigenación, la medida máxima a la que llegaba después del tratamiento oncológico que tuvo. Yo sí pensé que la libraba, sin embargo en la noche comenzó a deteriorarse: tosía y se escuchaba con mucha flema, como si trajera agua en los pulmones.

Como única hija la decisión de dejarla en casa fue sumamente difícil:

“Fue no despegarme de ella, pues en cualquier segundo podría sufrir un paro respiratorio”.

Y sí: ese fue el desenlace el 5 de enero.

Por la tarde, luego de haberle dado de desayunar una de sus comidas favoritas, el cuerpo de Esther no resistió más, la crisis respiratoria llegó y con ella su último aliento.

La vida debe continuar

A pesar de morir contagiada del virus, Susana recuerda haber sido separada del cuerpo de su madre minutos después de que ella partiera. Su esposo Salvador le recordó que Esther se había ido y que podía volver a contagiarse ella misma del virus, hecho que no sucedió, pues las pruebas que se realizó posteriormente en tres ocasiones fueron negativas.

Parte de lo que lamenta, entre todo lo vivido, es que los concentradores de oxígeno valieran más de 40 mil pesos.

Teníamos un tanque de oxígeno, pero lamentablemente la gente que vende el oxígeno te decía 250 por la mañana, en la tarde el doble y en la noche más caro, y aparte ya no había. Rentar un generador fue imposible, pues tratamos de buscar en todos lados y no había en ese tiempo. A veces se me terminaba el oxígeno a las 5 o 6 de la mañana y la angustia era mucha, porque no sabía si mi mamá aguantaría.

Con tan sólo 43 años de edad, Susana refleja a una mujer valiente, de entereza envidiable, sin embargo reconoce que el haber perdido a Horacio, su primer esposo, en 2008, le endureció el alma. Pese a ello, recordar al hombre con el que procreó dos hijos y murió de cáncer a los 28 años de edad le rompe el ánimo, las lágrimas le brotan como ahuecando la entereza, doblando de a poco la firmeza que tuvo frente a la pérdida de su madre.

Tras la muerte de Esther, Susana y su familia tuvieron que esperar tres días a que el crematorio tuviera espacio y le tocara el turno al cuerpo de su madre,

“El servicio está muy saturado, había una lista de espera muy larga”, recuerda.

Al menos una prima, un primo y una de las tías de Susana han contraído el virus, al igual que ella y su madre; sin embargo, Esther fue la única que no logró sobrevivir para contarlo.


Funesto aniversario

Después de exactamente un año de haber llegado al país, un 27 de febrero de 2020, la pandemia ha cobrado la vida de 184 mil 474 mexicanas y mexicanos, y de más de 4 mil 374 personas en Michoacán, mientras que el número de contagiados detectados a nivel nacional rebasa los 2 millones de casos, cifra que sólo representa en su mayoría a los enfermos graves, por lo que los expertos calculan la cifra total de infectados en decenas de millones.

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